La población cristiana de Marruecos es víctima de muchas presiones

Por Amina Adib
Foto: La catedral Saint Pierre de Rabat es el templo  católico más importante de la capital de Marruecos.
 
Marruecos no es un país extremista. Todo lo contrario: el islam marroquí, que se inspira del rito malekita suní, es liberal y tolerante, y el Estado asegura la plena libertad religiosa a los cristianos y judíos que viven en el país. Otra cosa distinta es que los marroquíes que han nacido musulmanes  no puedan cambiar de religión, porque la ley lo prohíbe, ni declararse ateos o agnósticos. El conservadurismo social, la ignorancia y  las ideas y prácticas islamistas han calado en amplios sectores sociales. En este sentido, Marruecos no es ajeno a las dificultades que sufren otros países árabes y musulmanes y las minorías religiosas se sienten amenazadas por los extremistas y los intolerantes. Es el caso de la minoría cristiana marroquí. Son entre 5.000 y  8.000 personas en todo el país. Según un estudio sobre  libertad religiosa llevado a cabo por el Departamento de Estado estadounidense, los cristianos marroquíes encuentran muchas dificultades para  ejercer su religión y en algunos casos son víctimas de la represión, si se demuestra que son antiguos musulmanes que han abandonado el islam y abrazado el cristianismo. La pequeña comunidad musulmana chií, formada por unas 8.000 personas, y los bahá'ís, unos 400, tampoco lo tienen fácil en Marruecos. El Departamento que dirige John Kerry denuncia en su informe que la población cristiana de origen marroquí tiene miedo a que la “acusen de proselitismo”. Tanto es así, que algunas parroquias católicas hacen todo lo posible para “no alentar a los cristianos de Marruecos” a acudir a la misa dominical, aunque  “las autoridades no hayan tomado medidas para evitar que los ciudadanos cristianos participen en actividades religiosas”, indica el Departamento de Estado. 
 
Creyentes bajo vigilancia
El Departamento de Estado asegura que muchos cristianos marroquíes están estrechamente vigilados por la Policía, “tienen sus llamadas telefónicas controladas” y están “perseguidos por la sociedad”. El Estado también presiona a los creyentes cristianos marroquíes para que “renuncien a su fe” o la vivan “en secreto”. La población bahá'í vive prácticamente en la clandestinidad desde el punto de visto religioso, y “hace todo lo posible para no revelar su fe”, afirma el Departamento de Estado. El informe señala, sin embargo, que algunos miembros de esta pequeña comunidad han conseguido puestos de trabajo importantes en el seno del Gobierno marroquí. La comunidad judía de origen marroquí tiene las cosas más fáciles, porque esta población está protegida por una serie de mecanismos legales y leyes y disfruta de normas jurídicas específicas respecto al matrimonio, el divorcio y la herencia. Los judíos marroquíes “practican abiertamente su fe y viven de forma segura y las conmemoraciones judías se celebran en todo el país”, indica el Departamento de John Kerry. La comunicad judía marroquí cuenta en su seno con destacados artistas, científicos, universitarios, escritores, hombres de negocios y políticos como André Azoulay, consejero del rey Mohamed VI en temas económicos. Azoulay, que es periodista de profesión y desempeña un papel muy activo en el terreno de la cultura y la relación de Marruecos con el  mundo mediterráneo y con España y Francia en particular, fue captado por el anterior rey, Hasan II. La comunidad judía marroquí está formada por unas 4.000 personas. Unos 2.500 viven en Casablanca, un centenar en Rabat y otros 100 en Marrakech. Según datos oficiales, el 99,9% de la población marroquí es musulmana. El Gobierno de Estados Unidos quiere fomentar en Marruecos el debate interreligioso y contribuir a una mayor apertura y libertad en materia religiosa.

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