La presencia de soldados argelinos en el desfile del 14 de julio en París desata una polémica

Por Jean-Claude Dufour 
Foto: Los presidentes de Francia y Argelia, François Hollande y Abdelaziz Buteflika.
 
El presidente francés François Hollande, que pasará a la historia de la V República como el jefe del Estado más impopular, ha provocado una nueva polémica política. Francia ya no es lo que hará hace tan sólo 15 o 20 años. El país  está al borde de la quiebra económica, la economía no crece,  hay un paro real de casi seis millones de trabajadores, las empresas multinacionales galas han perdido competitividad y no pueden rivalizar con las estadounidenses, alemanas o británicas. Francia tiene un Estado anquilosado y sufre una crisis institucional y social de grandes dimensiones. Hay también  un alto nivel de corrupción y un grado de violencia en muchos barrios marginales de grandes ciudades que recuerda lo que ocurre en países que no son europeos. Pero Francia, este país que encandiló al mundo en otra época, no se entera, y los franceses están deprimidos y muchos dan su voto a la ultraderecha xenófoba o a la extrema izquierda  demagógica. Los franceses son incapaces de agarrar el toro por los cuernos, y aunque piensen que viven en el peor lugar del mundo, también suelen decir que Francia es el país de la "grandeur", de la Revolución de 1789 y de los derechos humanos. Es un pobre consuelo para tantos problemas, pero así son muchos franceses. La arrogancia gala ya no asusta a casi nadie. Los alemanes y los italianos se burlan del país del camembert, los españoles pueden empezar a sacar pecho porque están saliendo de la crisis y sus empresas, en 2013, obtuvieron 823 proyectos en el extranjero por un importe de 45.000 millones de euros. Y los británicos han superado en prepotencia y arrogancia a mis entristecidos compatriotas. Quién ya no es gran potencia debe conformarse con ser potencia media. Es lo que han asumido países como España, Italia, Holanda e incluso el Reino Unido. En este contexto tan complicado para Francia, Hollande se ha sacado de la manga una nueva ocurrencia. En un momento  delicado para el país desde el punto de vista político y económico, con un expresidente que podría acabar en la cárcel y una extrema derecha que socava los fundamentos históricos de la República, Hollande decidió que con motivo del desfile militar del 14 de julio, que conmemora el aniversario de la Revolución francesa de 1789 y en esta ocasión celebra también el centenario del inicio de la Gran Guerra de 1914, tendrán que hacer acto de presencia en la parada militar que recorre la Avenida de  los Campos Elíseos unos soldados argelinos. Si se tratara de soldados españoles, como ya ha ocurrido, no tendría la menor importancia. Pero estamos hablando de representantes de un país que derrocó con las armas al colonialismo francés en 1962. 
 
Amor y odio
Desde entonces, Francia y Argelia, aunque estén muy unidas desde el punto de vista político, económico, social, humano y sentimental, no se llevan bien. Su relación es conflictiva y dolorosa, porque siglo y medio de colonialismo francés en Argelia y décadas de lucha por la independencia en el país norteafricano sembraron mucho dolor y desconfianza. Francia y Argelia mantienen una relación de amor y odio. Entonces, ¿por qué motivos Hollande tomó una decisión tan polémica? Los franceses no lo saben, porque el Elíseo no lo ha explicado. "La sangre fue vertida por los dos bandos. Pero un muerto es un muerto, y un día franceses y argelinos tendremos que saludar juntos a los muertos causados por los dos bandos durante la guerra argelina de liberación nacional", declaró el 16 de junio del año  2000 durante un acto oficial en homenaje a los caídos en la Primera Guerra Mundial, en Verdún (Francia), el presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika. En esa guerra tan terrible murieron muchos musulmanes defendiendo la bandera tricolor francesa. La postura de Buteflika fue bastante razonable, pero ¿qué tienen que ver esas declaraciones hechas hace 14 años con el desfile del 14 de julio? Nadie lo sabe, salvo Hollande y unos pocos ministros y asesores. Las heridas de la historia siguen envenenando las relaciones franco-argelinas, y para no empeorar la situación hay que ser prudente. ¿Es Hollande un hombre prudente? No lo parece si tenemos en cuenta su actividad política pero también personal desde que llegó a la máxima jefatura de la V República. Hollande juega a ser el presidente de un gran país, pero no da la talla. Al lado de Charles de Gaulle o François  Mitterrand, el actual presidente es bien poca cosa en términos políticos. Es por eso que algunos observadores de la vida política gala no se toman en serio la invitación que hizo Hollande a las autoridades argelinas. Ya lo intentó Nicolas Sarkozy cuando era presidente en el año 2010, pero no lo consiguió, porque tuvo miedo a la reacción de  la extrema derecha.  Cuatro años más tarde, el inquilino del Elíseo considera que unos soldados argelinos tienen que desfilar con motivo del 14 de julio, porque, según dicen sus asesores más allegados, el presidente busca la reconciliación definitiva entre franceses y argelinos, y no olvida que miles de patriotas argelinos combatieron el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial y murieron en el campo de batalla. 
 
Respuesta positiva
Fuentes del Elíseo aseguran que François Hollande, que cuenta con algunos asesores de origen argelino, quiere "promover una memoria compartida y tranquila". Hace unos meses, cuando Hollande transmitió su invitación a Argel, la reacción fue más bien favorable, y, según Kader Arif, secretario de Estado para los Antiguos Combatientes, "la República argelina ha dado una respuesta positiva". Lo mismo dice el ministro galo de Defensa, Jean-Yves Le Drian. Este lunes veremos por primera vez a soldados del Ejército Nacional Popular (ANP) argelino desfilar por una de las avenidas más emblemáticas de París junto a militares franceses, marroquíes, alemanes, senegaleses y malgaches. De todos modos, cabe destacar que no desfilarán carros de combate o un regimiento del ANP, sino unos pocos oficiales, seguramente tres. Y "la bandera argelina no ondeará en los Campos Elíseos", asegura Kader Arif. Algunos comentaristas piensan que no hay que provocar una tempestad en un vaso de agua, pero sí que hay que tener en cuenta que 52 años después de que acabara la guerra de Argelia este conflicto todavía genera emociones y controversias políticas. Entre otros motivos, porque la metrópoli no ha pedido perdón a la antigua colonia por los crímenes cometidos y Argel tampoco ha denunciado los actos de terrorismo indiscriminado que cometieron los independentistas del Frente de Liberación Nacional (FLN) en su país y en territorio francés. Además, la extrema derecha francesa es muy poderosa y no ve con buenos ojos la reconciliación con Argelia. Por eso mismo, el abogado y diputado del Frente Nacional (FN) Gilbert Collard y el vicepresidente del partido ultra, Louis Aliot, han impulsado un colectivo contrario a la presencia de militares argelinos en el desfile del 14 de julio. "Esta presencia militar vergonzosa en suelo francés es una provocación indigna y un desprecio a los muertos y desaparecidos", según Collard.
 
El peso de la historia
En Argelia, la denominada "familia revolucionaria" se opone a la invitación de Hollande por diversos motivos. Para el responsable de la Organización Nacional de los Muyahidines (ONM), Saïd Abadu, "la organización de muyahidines y  la generación revolucionaria rechazan categóricamente la participación de nuestros soldados mientras  la naturaleza criminal del colonialismo no haya sido abordada". Las nuevas generaciones en Francia y en Argelia viven ajenas a este conflicto, pero el peso de la historia y los traumas generados por el colonialismo y la violencia del FLN siguen condicionando las relaciones entre París y Argel. Argelia es uno de los grandes retos diplomáticos de Hollande. En diciembre de 2012, el presidente francés realizó una visita oficial de dos días a Argelia, para intentar dar un salto cualitativo en las relaciones políticas, económicas y diplomáticas con la antigua colonia. Hollande pidió perdón por "los sufrimientos infligidos al pueblo argelino" durante el colonialismo francés. Antes de viajar a Argelia también reconoció oficialmente la responsabilidad del Estado francés en la muerte de decenas de argelinos durante una manifestación del FLN en París, el 17 de octubre de 1961, que fue salvajemente reprimida por la Policía. 
 

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