La Unión Africana, una organización llena de desafíos y ambiciones

Gabriela Suárez

Dentro del escenario global, los organismos internacionales han pasado a ser actores primordiales de la sociedad debido a la creciente necesidad de cooperación e integración de Estados con fines comunes. En el continente africano, el bloque más relevante es la Unión Africana (UA), fundada formalmente el 9 de julio de 2002 con el objetivo de acelerar el proceso de integración del continente y posicionarlo dentro de la economía global, al tiempo que aborda problemas políticos, sociales y de defensa. Con sede en Addis Abeba, capital de Etiopía, la Unión Africana representa la organización regional más grande y diversa del mundo en términos de miembros y población.

Bajo la visión de “una África integrada, próspera y pacífica, que represente una fuerza dinámica en el ámbito mundial”, como se observa en la página de la organización, la actual Unión Africana está conformada por 55 Estados miembros, cuyo más reciente ingreso, de acuerdo al diario español La Vanguardia, fue el de la reincorporación de Marruecos el pasado mes de enero tras una ausencia voluntaria, en protesta por la admisión de la República Árabe Saharaui Democrática a la organización.

Del mismo modo, la institución está conformada por una Asamblea, compuesta por los jefes de Estado y de Gobierno de cada país miembro, cuya tarea primordial es verificar el buen funcionamiento y cumplimiento de los objetivos de la Unión. Seguidamente está el Consejo Ejecutivo, integrado por ministros y autoridades designadas por los gobiernos miembros, quienes desempeñan un papel central en la gestión de la organización; entre sus funciones destaca la elaboración de proyectos debatidos en la Asamblea.

Por otra parte, la UA posee un Consejo de Paz y Seguridad (PSC), que tiene la tarea de responder a situaciones de conflicto, y cuenta con el apoyo de un Parlamento Panafricano y un Tribunal de Justicia, conformando el cuerpo legislativo de la organización.

En el aspecto económico, el bloque se rige por el Consejo Económico Social y Cultural (ECOSOCC) y por instituciones financieras como el Banco Central Africano. De acuerdo al portal digital de la UA, la financiación de la Unión proviene de un impuesto del 0.2% sobre las importaciones elegibles de cada miembro con la finalidad de proporcionar un ingreso equitativo dentro de la organización.

Paralelamente, la Unión Africana se conforma de Comités Técnicos Especializados destinados a abordar cuestiones sectoriales, integrados por los distintos ministros de cada país, destacando el Comité de Economía Rural, la Comisión de Industria, Ciencia y Tecnología y la Comisión de Salud, Trabajo y Asuntos Sociales.

Así, con un enfoque de desarrollo y cooperación, la UA ha evolucionado sustancialmente respecto a su predecesor, la Organización de la Unión Africana (OUA), creada en 1963 con la finalidad de eliminar las últimas huellas que había dejado el colonialismo en África. No obstante, la doctrina de “no injerencia” de la OUA en los asuntos internos de sus Estados miembros, llevó a que décadas más tarde la organización propusiera una reforma que diera pie a la actual Unión Africana, que obtuvo la autoridad, entre otras cosas, de promover la paz y proteger la democracia, incluyendo el despliegue de la fuerza militar en situaciones en las que se cometen crímenes contra la población.

De acuerdo al think tank European Centre for Development Policy Management (ECDPM), durante la última década la UA ha articulado 11 operaciones de paz en el continente, donde potencias regionales como Nigeria, Sudáfrica y Argelia han jugado papeles importantes en el establecimiento de paz y seguridad.

Sin embargo, en un informe realizado en 2017 por la Iniciativa Internacional para los Derechos de los Refugiados (IRRI, por sus siglas en inglés), la UA ha fallado para resolver la paz en la región sudanesa de Darfur, donde se criticó la falta de recursos y la incapacidad de la organización para proteger a los civiles. Asimismo, el informe refleja la vaga participación de la UA durante las crisis en Costa de Marfil y Libia en 2011, donde su rol fue “eclipsado” por otros actores regionales e internacionales. Y es que, en la práctica, la UA nunca ha aplicado el uso de medidas coercitivas, a pesar de existir peligros como la presencia de grupos armados como Boko Haram o Al-Shaabab en países del cuerno de África.

Ante este crítico panorama, el pasado mes de enero se celebró la trigésima Asamblea de países miembros de la UA, donde se designó como nuevo presidente de la organización a Paul Kagame, actual Jefe de Estado de Ruanda, quien tendrá la responsabilidad de delegar por un año las sesiones que se lleven a cabo en la Asamblea.

Durante su discurso de toma de posesión del cargo, el mandatario ruandés mostró su ambición de crear un camino de prosperidad mediante la industrialización e integración de mercados e infraestructuras para impulsar el progreso económico y tecnológico del continente. Sin embargo, la creciente desigualdad y pobreza dentro del continente hace que África avance con pequeños pasos en materia de desarrollo, siendo difícil su posicionamiento dentro del escenario global.

Por ello, reconociendo los desafíos presentes en la región, la organización puso en marcha su más ambicioso y reciente plan, la Agenda 2063, donde se ofrece una propuesta continental para los próximos cuarenta y cinco años con el objetivo de acelerar la implementación de iniciativas continentales pasadas y existentes que garanticen el crecimiento y el desarrollo sostenible de la región.

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