Libia pide ayuda a China para relanzar su maltrecha economía

Paco Soto

Pie de foto: Una planta petrolífera en Libia.

Hace 25 años, Libia era de lejos el país más próspero del Magreb. Los hidrocarburos permitieron al régimen del excéntrico y sanguinario dirigente del país, Muamar Gadafi, convertir a Liba en un relativo oasis de bienestar económico y social, sobre todo en las grandes ciudades como Trípoli y Bengasi. En términos magrebíes, Libia tenía una renta por habitante mucho más elevada que las de Argelia, Marruecos, Túnez y Mauritania.

Todavía en 2004, según un estudio del Real Instituto El Cano, el Magreb seguía representando una ruptura socioeconómica. Libia y Argelia, cuyas economías se basaban en las rentas del petróleo, tenían mayor nivel de vida que Marruecos y Túnez, más diversificados económicamente, con agricultura de exportación, turismo e industria, pero rentas per cápita bajas. Mauritania era insignificante económicamente. En el caso libio, gran parte de la mano de obra local estaba formada por funcionarios.

Se calcula unos 900.000 funcionarios sobre una población de cinco millones de habitante hace 30 años. Los obreros eran mayoritariamente magrebíes y norteafricanos, subsaharianos y asiáticos. Los técnicos, personal sanitario y trabajadores altamente cualificados y bien formados provenían en muchos casos de países de la Europa socialista.

Un país rico

En comparación a los marroquíes, los tunecinos o los egipcios, los libios, con sus autovías por buen parte del país más poblado y su agricultura mecanizada, vivían bien. Como le dijo a este periodista en 1989 un inmigrante marroquí en Libia: “Los libios son la Alemania de África del Norte”. Si, quizá, pero una Alemania mal gestionada y dirigida por nuevos ricos horteras y manirrotos. La población libia estuvo durante años malgastando el dinero; no tenía ni idea de lo que significaban conceptos como ahorro e inversión, esfuerzo y trabajo bien hecho.

Pie de foto: China se está ‘comiendo’ África ante la mirada atónita de Occidente.

El sistema político, además de dictatorial, era un despropósito. Gadafi era un tirano. Pero políticamente, era inclasificable. Su sistema –la Yamahiriya, el Estado de las masas- también. Muamar Gadafi lo probó todo: fue panarabista, financió y alentó el terrorismo de extrema izquierda y extrema derecha; fue panafricanista, y acabó siendo pro occidental y amigo de los principales líderes mundiales antes de 2011. Mezcló el islam con el tercermundismo, un cierto anarquismo, las teorías de la izquierda revolucionaria europea e iberoamericana, el Profeta Mohamed con Mao Tsé Toung.

El inventor del ‘Libro Verde’ fue ideológicamente una incógnita. Su detención y ejecución en 2011 acabó con el régimen pero dejó un país desmantelado, sin base económica sólida, dividido territorial y tribalmente. Libia era, y en gran medida sigue siendo, un país casi sin Estado. La riqueza de antaño ha quedado en manos de unos pocos clanes dirigentes, grupos terroristas y mafias locales vinculadas a la gran delincuencia internacional.

Descalabro socioeconómico

Para la población solo hay dos alternativas: la pobreza o la emigración. La Libia arrogante de Gadafi es hoy en día un país que en gran medida vive de la ayuda internacional, y uno de los pocos recursos que le queda, el petróleo y el gas, está en buena parte controlado por grupos civiles y militares locales y grandes multinacionales de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, España… Además, grandes potencias emergentes como China no quieren quedarse sin participar en el festín. La joya energética de África da pena.

Todos los ricos y delincuentes se quieren quedar con su trozo del pastel. Esta semana, un alto funcionario chino, el encargado de negocios de la superpotencia emergente en la embajada de China en Libia, Wang Qimin, se entrevistó con un dirigente libio, Abdurrahman  Sweli, presidente del Alto Consejo de Estado de Libia, en Trípoli, para hablar de la situación económica y política del país magrebí. China abandonó Libia en 2014, en plena guerra.

Nuevo imperio en África

Políticamente, el representante chino dio su apoyo al plan de la ONU para la pacificación de Libia a través de la negociación y el acuerdo, así como “la reunificación de las instituciones del Estado”. Desde el punto de vista económico, según informó la agencia china Xinhua, Pequín quiere “contribuir a que las empresas chinas participen en la reconstrucción y el desarrollo de las infraestructuras libias, una vez que las condiciones de seguridad apropiadas sean restablecidas”, señaló Wang Qimin.

El representante libio agradeció a su colega chino la ayuda de la potencia asiática y su comprensión con la vía política llevada a cabo por el Gobierno de Unión Nacional (GNA) de Trípoli, dirigido por el primer ministro, Fayez al-Sarraj, que cuenta con el apoyo de la comunidad internacional. China va viento en popa en el ámbito económico en África; ha arrasado las materias primas de ciertos Estados, como la pesca en Mauritania, supera a Estados Unidos en presencia africana, ha desbancado a Francia y Reino Unido, y aún piensa ir más lejos. Libia no es más que una pieza para el nuevo imperio en África.

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