Los barcos que navegan (y derriten) el Ártico

Raquel Nogueira/ethic.es

Pie de foto: Los barcos que navegan (y derriten) el Ártico.

La campaña HFO-Free Arctic pretende frenar el deshielo del Ártico e impedir que las navieras que utilizan combustibles pesados altamente contaminantes continúen cruzando la zona

Donde algunos ven un desastre ambiental y social de dimensiones catastróficas, otros ven una oportunidad de negocio. Esta idea, presentada por Naomi Klein en La doctrina del shock’, resume a la perfección la situación que se vive en el Ártico, donde el continuo aumento de las temperaturas planetarias está provocando que el hielo se derrita a velocidades hasta ahora nunca vistas. Como consecuencia del deshielo, por primera vez en la historia, las embarcaciones pueden navegar por sus aguas, acrecentando así el problema: los cruceros y buques mercantes se mueven gracias a combustibles pesados contaminantes conocidos como HFO (por sus siglas en inglés).

Miriam Zaitegui, experta en políticas de cambio climático y transporte y coordinadora de la campaña HFO-Free Arctic en España, explica que “este tipo de combustible fue prohibido en la Antártida en 2013 por ser altamente contaminante, y lo más lógico sería que se prohibiese también en el Ártico”. Es precisamente eso lo que busca la campaña por un Ártico libre de HFO, una alianza de entidades internacionales que trabaja bajo el paraguas de la Organización Marítima Internacional (OMI) —un órgano dependiente de Naciones Unidas— y que pretende librar al Ártico de la totalidad de ese fueloil pesado antes de 2021.

Salvando las distancias, el combustible que amenaza al polo norte tiene similitudes con el vertido por el Prestige en las costas gallegas hace ya 17 años. Sin embargo, allí un desastre como aquel tendría consecuencias aún más graves. “Si ya nos costó limpiar una zona de España mucho más accesible, es fácil imaginar el desastre que sería que se repitiese en Ártico, donde no solo la propia densidad del combustible hace complicada su retirada, sino que en una zona tan fría llegaría incluso a solidificarse”, explica Zaitegui. Además, la combustión del HFO genera, entre otros contaminantes, carbono negro. Así, cuando los buques zarpan por las recién nacidas vías marítimas del Ártico, este se deposita en el hielo y, como su color absorbe la luz con mucha facilidad, favorece que se derrita la superficie. Ese deshielo libera metano que, como asegura Zaitegui, “posee un potencial de cambio climático 86 veces el del CO2”. De esta manera, “entramos en un bucle fatal para el planeta”, sentencia.

El deshielo total de esa zona supondría una transformación radical del mundo tal y como lo conocemos. “Si la corriente del Golfo ya no viene para templar las temperaturas y el Ártico se esfuma, el delicado equilibrio de nuestro planeta se rompe”, concreta la coordinadora de HFO-Free Arctic. “Eso tan solo hablando a nivel planetario porque, muchas veces se nos olvida, pero en el Ártico también viven poblaciones indígenas”, añade. Se calcula que la población nativa de esa zona de la Tierra asciende a cuatro millones de personas que dependen de la caza, la pesca y, sobre todo, del hielo. Sin embargo, a pesar de que sus vidas están en peligro, no cuentan con representación oficial en la OMI y, por ello, la ONG Pacific Environment se encarga de que tengan voz en un problema que afecta directamente a su hogar.

El objetivo de la campaña radica en prohibir este combustible en la zona del Ártico regulada por la OMI. El reto no es baladí: este tipo de carburante lo utilizan tanto los barcos de mercancías como los cruceros, por lo que está presente en prácticamente todas las compañías, “esas mismas que se quedaron fuera del Acuerdo de París”, observa Zaitegui, quien también reconoce que algunas navieras ya se encuentran en proceso de abandonar el uso de contaminantes y de encabezar acciones más responsables con el entorno.

Es más, HFO-Free Arctic cuenta como socio con un operador de cruceros noruego; algo totalmente inédito, ya que es la primera vez que la industria decide involucrarse directamente en la protección de esta zona bajo la premisa de que es un sinsentido que los turistas decidan visitar el Ártico si ya no existe. Por su parte, Zaitegui tiene claro que “la única razón por la que se sigue permitiendo el uso de HFO en Ártico es porque la ruta de la seda pasa por allí y su deshielo, al final del día, es una oportunidad para evitar una trayectoria más larga”. De esta manera, concluye que, si los mismos que se benefician de la salud de la zona más septentrional del planeta son los mismos que la explotan, frenar el deshielo se ha convertido también para ellos en una necesidad urgente.

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