Mercenarios rusos a sueldo de Moscú combaten en el este de Libia

Paco Soto

Pie de foto: Un miembro de la agencia de seguridad privada rusa RSB-group.

Libia es un Estado fallido. Esta afirmación no es un secreto para nadie. Muchos dirigentes políticos mundiales, así como los especialistas e investigadores en el mundo árabe, en terrorismo yihadista y en conflictos armados lo saben, y sostienen la tesis de la inviabilidad de Libia como Estado nacional moderno y adaptado al siglo XXI y al intenso proceso de globalización que vive nuestro planeta desde hace décadas. Tras la caída y ejecución sin juicio previo del tirano Muamar Gadafi, el 20 de octubre de 2011, el país norteafricano se desmoronó. Las causas fueron varias: tensiones tribales y territoriales, actividad criminal y desestabilizadora de grupos yihadistas e islamistas, de milicias de mercenarios y aventureros y de bandas de delincuentes mafiosos en todo el territorio libio, hundimiento económico y ausencia de un poder político fuerte que garantizara la seguridad de la población y ejercitara el monopolio de la violencia. 

En medio de este infierno, mandan dos poderes ejecutivos y legislativos: el legal y reconocido por la ONU es el de Tobruk (este de Libia); y el rebelde está instalado en Trípoli, la capital del país. Ir a Libia a ganar dinero haciendo la guerra ha sido y sigue siendo el objetivo de los mercenarios, que en muchos casos combaten a los delincuentes yihadistas y otros islamistas radicalizados. Muchos de ellos son rusos. Según la agencia Reuters, una docena de agencias de seguridad privadas rusas enviaron a numerosos mercenarios hasta el pasado mes de febrero para operar sobre el terreno en la zona oriental de Libia. Es un territorio que está bajo control del general Khalifa Haftar, un militar rebelde que no reconoce la autoridad del Gobierno y el Parlamento de Tobruk y combate encarnizadamente a las milicias yihadistas e islamistas que actúan en la zona.

Pie de foto: El presidente de Rusia, Vladimir Putin.

Con el aval de Putin

Según fuentes solventes que utiliza Reuters en su información, los mercenarios rusos que guerrearon en el este de Libia tuvieron el aval de Vladimir Putin para llevar a cabo su cometido. Rusia se ha convertido en un actor político importante en Libia que es capaz de hablar de tú a tú con el jefe del oficialista Gobierno de Unión Nacional (GNA) del país, Fayez al-Sarraj, y de apoyar al rebelde general Haftar. Tanto es así que, según diversas revelaciones, Moscú decidió enviar al país norteafricano fuerzas militares no oficiales. Son los mercenarios bien armados y entrenados de la docena de agencias de seguridad privadas rusas. Oleg Krinitsyn, propietario de la empresa de seguridad privada rusa RSB-group, explicó a Reuters que las agencias enviaron a sus mercenarios entre el año 2016 y febrero de 2017. Una vez acabado su trabajo los mercenarios regresaron a Rusia. Krinitsyn desveló que los mercenarios rusos actuaron en zonas industriales cercanas a la ciudad de Bengasi, que está bajo control del general Haftar, pero no quiso confirmar si la actividad de los combatientes rusos fue aprobada por el GNA y tuvo el apoyo de la ONU. 

Proteger, vigilar y mantener la seguridad

Es difícil de imaginar la actividad de los mercenarios rusos sin que, directa o indirectamente, el Gobierno oficial libio no estuviera al corriente y aprobara la actuación. Y es imposible pensar que las citadas agencias de seguridad privadas mandaran al este de Libia a hombres armados sin que diera el visto bueno el poderoso Vladimir Putin. Según el dueño de la agencia RSB-group, los mercenarios rusos, aunque fueran armados, no participaron en combates, y sus objetivos fueron básicamente de protección de personalidades, vigilancia y mantenimiento de la seguridad en instalaciones industriales e infraestructuras. Ahora bien, Oleg Krinitsyn, puntualizó que los mercenarios, en caso de ataques, no hubieran dudado ni un segundo en contraatacar  “para protegerse y proteger la vida de nuestros clientes”. "Destrozar al enemigo" hacía parte del trabajo de dichos mercenarios, destacó el empresario Ktinitsyn. La agencia RSB-group mantiene excelentes relaciones con el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, pero nunca colaboró con el Ministerio de Defensa, según aseguró Krinitsyn.

Pie de foto: El general rebelde libio Khalifa Haftar. 

Jugar con dos barajas

La presencia de Rusia en Libia pasa a través de su apoyo político, logístico y militar al general Khalifa Haftar. En 2016, el militar rebelde fue recibido en Moscú por los dirigentes rusos en dos ocasiones, y a principios de este mes de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, se reunió en la capital rusa con Fayez al-Sarraj. El Kremlin protestó varias veces por el papel de la OTAN en Libia, al considerar que las potencias occidentales querían a toda costa debilitar la influencia de Rusia en Libia, donde llegó a tener grandes intereses económicos. Es uno de los motivos por los cuales Rusia apoya al general Haftar, que también cuenta con el apoyo de un país árabe decisivo como Egipto.

En mayo de 2016, Moscú imprimió para el Banco Central en manos del poder de Tobruk, con base en Beidha (este del país), 4.000 millones de dinares libios (unos 3.000 millones de dólares). El Kremlin juega con dos barajas en Libia. Por una parte, sostiene al general díscolo Haftar. Por otra, mantiene relaciones institucionales con el Gobierno apoyado por la ONU.  Oficialmente, Moscú acepta el embargo sobre la entrega de armas a Libia decidido por la ONU, pero nadie está en condición de afirmar rotundamente que los dirigentes rusos respeten en la práctica su compromiso contraído con la comunidad internacional. Según diversas informaciones, Egipto no respeta el embargo decretado por Naciones Unidas.

Chechenos en las filas yihadistas

Así las cosas, procedentes de territorios de la antigua URSS, no todos son rusos los mercenarios y otros combatientes que actúan en Libia. Algunas informaciones periodísticas señalan que varios centenares de chechenos combaten en las filas yihadistas. En Siria podrían ser unos 3.000. Rusia combate sin piedad a los terroristas yihadistas en Siria, entre otros motivos, porque quiere evitar que los que provienen de territorios rusos regresen a su lugar de origen. Ahora, el nuevo zar de Moscú hace todo lo posible por extender su influencia política en Libia. Mandan los intereses económicos, porque el petróleo libio es de buena calidad y tiene un bajo coste de extracción, y geopolítico. El Kremlin, a trancas y barrancas, intenta reconstruir parte del antiguo imperio soviético. En este contexto, Libia es un buen escenario estratégico para los dirigentes rusos.

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