Muere a los 68 años el escritor tunecino Abdelwahab Meddeb

Por Nacer Hadbi
Foto: El escritor, poeta, ensayista y traductor tunecino Abdelwahab Meddeb.
 
Túnez ha perdido a un gran escritor, pensador e intelectual, a un hombre ilustrado que defendió las Luces frente a las tinieblas por las que apuestan los islamistas reaccionarios en todas partes. Abdelwahab Meddeb, novelista, ensayista, poeta y traductor, murió a los 68 años. El escritor se reivindicaba del sufismo, una corriente espiritual y mística del islam odiada y combatida por los fundamentalistas de diverso pelaje. Salvando las distancias y diferencias, el sufismo es el polo opuesto al islamismo de la misma forma que Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz fueron adversarios irreconciliables de los fanáticos y sectarios que dirigían la Santa Inquisición en España. “Los islamistas detestan más a  los sufíes  que a  los cristianos, porque si para éstos Dios se hizo hombre  una vez, para los sufíes, se encarna, se hace humano cada día”, dijo Meddeb, que solía citar muy a menudo al poeta del siglo XIII Ibn Arabî. “Que tu corazón sea el templo que acoja a todas las creencias”, escribió el gran Ibn Arabî. Abdelwahab Meddeb era un hombre culto y extraordinariamente inteligente; era un musulmán ilustrado que se decantaba por un islam pacífico, amable y dialogante frente a la caricatura extremista que defienden los teólogos, imanes, religiosos  y políticos integristas o los psicópatas y asesinos de Al Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos criminales. El autor de obras como ‘La Maladie de l´islam’ (La Enfermedad del islam), ‘La gazelle et l´enfant’ (La gacela y el niño) y ‘Phantasia’ fue un espíritu libre que no agachó la cabeza ante los integristas y los combatió con el arma de la palabra, porque, como dijo el filósofo Ramón Llull: “La palabra es el arma más poderosa”. ¿Pero qué saben de filosofía y de pensamiento crítico los matarifes de la inteligencia y de la vida que invocan a Dios para defender privilegios y someter a pobres incrédulos? Bien poca cosa. La muerte de Meddeb ha dejado un inmenso vacío en el campo de los musulmanes demócratas, tolerantes y dialogantes, ya sean éstos creyentes, agnósticos, ateos, o indiferentes al hecho religioso. Los partidarios del progreso y la ilustración dentro del islam han perdido a un amigo y un aliado.  
 
Un intelectual de origen morisco
Abdelwahab Meddeb, que era de origen  morisco, nació  en Túnez en 1946 y murió en París el 6 de noviembre de 2014. Director de la revista internacional ‘Dédale’, dirigió también el programe cultural ‘Cultures d´islam’ en la emisora francesa ‘France Culture’. Su abuelo, el jeque Mokhtar Meddeb, fue profesor  en la Universidad coránica Zitouna de Túnez, y su padre, Mustafá Meddeb, fue un ‘fiqh (experto en jurisprudencia islámica), y en los años 30 del siglo pasado desempeñó un papel importante en el movimiento cultural tunecino y en el grupo egipcio ‘Apolo’. Abdelwahab Meddeb procedía de una familia conservadora y religiosa, pero él escogió un camino distinto y a los 14 años se apasionó por la literatura francesa. Estudió en la Universidad de Túnez y después Letras e Historia del Arte en la Sorbona de París. Se estableció en esta ciudad en 1967. En los años 70 empezó a publicar ensayos y poemas en prestigiosas revistas francesas como ‘Les Cahiers du cinéma’ y ‘Les  Temps modermes’. En aquellos años trabajo para editoriales parisinas como ‘Éditions du Seuil’ y dio a conocer en Francia autores clásicos de las literaturas árabe y persa y a las grandes voces del sufismo. En las décadas de los 80 y 90, el escritor tunecino desempeñó una labor literaria y docente muy intensa y en diversos países. Compaginó estas actividades con la investigación,  las traducciones y las colaboraciones en medios y en 1997 creó la revista ‘Cultures d´islam’. Después siguió trabajando en múltiples terrenos, y fue acusado por los expertos franceses sobre el mundo árabe e islámico  Vincent Geisser et Alain Gresh de ser demasiado complaciente con el régimen dictatorial  tunecino de Zine El Abidine Ben Ali. Meddeb siguió su camino y no abandonó su pasión por investigar la “doble genealogía” europea e islámica, francesa y árabe,  y por las obras de  los presocráticos y los sufíes, por Dante y Ibn Arabî, mientras otros condenaban a Ben Ali o Augusto Pinochet,  pero defendían a Fidel Castro y a los ‘islamistas moderados’. 
 
 

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