Nada que celebrar: Yemen busca el fin de la guerra

Javier Fernández Arribas/Alex Erquicia

Se han cumplido ocho años del inicio de la guerra en Yemen y llama la atención las celebraciones de este nefasto aniversario por parte de los rebeldes hutíes y de sus aliados iraníes que también celebran los 40 años de la revolución islámica chií de Jomeini. La llamada revolución juvenil de Yemen, consecuencia de las mal llamadas Primaveras Árabes iniciadas en Túnez, continuadas en Egipto y colapsadas tràgicamente en Siria y Yemen, solo ha provocado destrucción, desolación, muerte, hambre y millones de desplazados.

Según relata el escritor yemení, Tariq Karman, el único objetivo era derrocar al régimen, al presidente legítimo Ali Abdullah Saleh, “pero sin ninguna mejora, significó la destrucción literal de las instituciones del Estado, del Ejército, de la Policía, además de una catástrofe política, económica y social” Subraya karman que, si las intenciones de los rebeldes hutíes fueran patrióticas y honorables, no se atreverían a celebrar el aniversario con un país derrumbado.

En un artículo publicado en The Arab weekly, el escritor yemení se pregunta en varias ocasiones qué se está celebrando “la calamidad iniciada el 11 de febrero fue una amarga cosecha para todos los yemeníes: una terrible pérdida de vidas humanas, de infraestructuras y de riqueza económica. Los únicos beneficiarios de esa lucha son las milicias terroristas hutíes. Estos últimos han ejercido una política sistemática de represalias contra los yemeníes. Se han esforzado por crear una ruptura social por todos los medios necesarios y terminaron arrinconando a Yemenis en un lugar difícil, todos al servicio del proyecto sectario Houthis mientras se aseguran de entregar a Yemen a sus amos en Irán. Este es el mismo Yemen que estaba orgulloso de su sistema democrático, de su República y de su identidad árabe. Entonces, ¿qué están celebrando en Sana’a? No puedo pensar en ninguna respuesta convincente a esa pregunta”, sentencia.

Conversaciones de paz

El alto el fuego alcanzado en la estratégica ciudad portuaria de Hodeida (en el mar Rojo), que se firmó el pasado 18 de diciembre, hace que la larga guerra civil de Yemen esté atravesando un momento de cierta esperanza. Conocido como el Acuerdo de Estocolmo es interpretado por muchos como el primer paso serio hacia el establecimiento de un proceso de paz en uno de los países árabes más pobres y azotado por el conflicto armado con una importante presencia internacional. El conflicto escaló a finales de 2014 cuando los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, tomaron la capital yemení, Saná, y otras ciudades del país. Como respuesta a principios de 2015 una coalición liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos entró en el país a defender al gobierno yemení, reconocido por la comunidad internacional. El enviado de la ONU  anunció recientemente que el plazo para la implementación del acuerdo se ha ampliado, dada la situación en el terreno, mostrando la fragilidad de las negociaciones de paz. 

Pie de foto: El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, con las partes en conflicto en Yemen tras alcanzar un acuerdo de alto el fuego en Hodeida.

La incertidumbre de la solución política ha sido puesto en evidencia por los bandos rivales, el gobierno y el movimiento rebelde de los hutíes (chiitas de la rama de los zaidíes cuya representación ronda entre un cuarto y la mitad de la población yemení) que se reprochan diversos ataques mutuamente. Las Naciones Unidas, que supervisa las negociaciones, se mantiene positiva y dice que aunque haya retrasos, los acuerdos en Yemen están en vías de cumplirse y que las partes del conflicto continúan demostrando compromiso y voluntad política. Mientras, una solución apremia dado que la crisis humanitaria, por falta de alimentos y medicinas, es uno de las peores a nivel mundial. Con la asistencia humanitaria sin poder entrar en el país, la lucha podría llegar a provocar una hambruna masiva este año y traerá nuevas oleadas de refugiados. El conflicto ha provocado el desplazamiento interno de 2,2 millones de personas. Se estima que 12 millones de yemeníes, incluidos 2 millones de niños, dependerán de la asistencia alimentaria en 2019, según Unicef.

La clave de Hodeida

El alto el fuego de diciembre exigía la retirada de todas las fuerzas de los puertos de la ciudad de Hodeida, controlada por los hutíes, un intercambio de prisioneros y la apertura de corredores humanitarios. De las buenas intenciones, que ambos bandos han llegado a demostrar, se ha pasado a un escenario de reproches mutuos que no ayuda al proceso de paz. Los bandos rivales han declarado que uno y otro han incumplido en varias ocasiones el alto el fuego debido a diversos ataques que se han producido en Yemen desde el Acuerdo de Estocolmo. Pese a estos hechos, el enviado especial del secretario General para Yemen, Martin Griffith, dice que tanto el gobierno como los hutíes continúan demostrando voluntad política para cumplir con el acuerdo. El puerto de Hodeida es el principal punto de entrada para la mayor parte importaciones y de la ayuda humanitaria para Yemen. 

Previo al pacto, ambas partes habían mostrado su deseo de realizar un intercambio de prisioneros. Aunque el momento actual alimente la esperanza, la dificultad de llegar a puntos en común ha forzado a que se extienda los plazos de implementación. "Ese impulso aún está ahí tanto en Hodeida como en relación con el acuerdo de intercambio de prisioneros, incluso si hemos extendido los plazos de implementación," según dijo Martin Griffith al periódico Asharq al-Awsat, de propiedad saudí.

En enero el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó de forma unánime una misión de 75 observadores, por un periodo de seis meses, con la finalidad de velar por el cumplimiento de los acuerdos alcanzados en Suecia, que acompaña un primer grupo establecido en diciembre al mando del general retirado holandés, Patrick Cammaert, jefe de la misión de la ONU en el país. Existen rumores de que Cammaert haya decididoabandonar su puesto. Ambos delegados de las Naciones Unidas han mantenido reuniones “constructivas” en Saná, Riad, y a bordo de un barco en el mar Rojo durante estas semanas.

Desde que comenzara la guerra en 2015 unos 16.000 civiles han perdido la vida en Yemen con millones de yemeníes en necesidad de ayuda humanitaria. La violenta tensión, que amenaza con descarrilar las conversaciones de paz auspiciadas por las Naciones Unidas, hace que las negociaciones sean fundamentales. Se requiere un esfuerzo concertado para convencer a las partes de que acepten la hoja de ruta de la ONU como la base para un compromiso que ponga fin a la intervención extranjera y permita que los yemeníes hagan las paces, según International Crisis Group, una organización independiente. 

La estabilidad de la región depende en gran parte de lo que suceda en Yemen. El conflicto armado representa la polarización que se viene esbozando en el Oriente Medio. La ventana de oportunidad que tiene el país es la mayor esperanza desde el inicio de la guerra civil. Las negociaciones de paz verán retrocesos pero el fin último es que Yemen pase una página muy oscura de su historia reciente y entre en un escenario de post-conflicto. 

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