Siria antes de la guerra: recuerdos de dos ex embajadores españoles

Irene Infante

Pie de foto: Xinhua/Pan Chaoyue. Return to Homs. 2014.

Cumplidos ya cinco años de la guerra en Siria la crudeza de este conflicto armado parece no remitir. Por este motivo, el país ha sido elegido para inaugurar el ciclo de conferencias tituladas “Los países árabes vistos en primera persona”, que pretenden acercar la realidad de estos al público interesado en estas cuestiones.

El evento, celebrado en Casa Árabe, contó con la participación de dos embajadores españoles que ocuparon este puesto en territorio sirio entre los años 2005 y 2012: Juan Ramón Serrat, en Siria de 2005 a 2010, y Julio Albi, embajador español en el país de 2010 a 2012. El papel de moderador lo desempeñó Barah Mikaïl, profesor asociado de la Universidad Saint Louis en Madrid, director de la consultora Stractegia y experto en Oriente Medio.

Los recuerdos e impresiones de dos testigos en el terreno de los años previos al estallido del conflicto permitieron al público conocer de primera mano la situación de Siria antes del comienzo de la guerra. Cuestiones como el modo en que se desencadenó la revuelta árabe de 2011 en Siria, la libertad religiosa existente hasta los inicios del conflicto y los diversos intereses en juego y manipulaciones en torno a la guerra siria fueron abordadas por los ponentes.

El denominador común de las intervenciones de ambos embajadores se centró en que en ningún caso se esperaba el estallido de un conflicto como el que sufre Siria en la actualidad, y en la mala gestión de este por parte del presidente, con una violencia “que no encajaba con su carácter”.

No había ningún indicio de que fuera a ocurrir lo que luego pasó”, señaló con sinceridad el embajador Serrat. Asimismo, este hizo referencia a los llamados ‘Golden Years’ sirios, que tuvieron lugar de 2007 a 2009, cuando se comenzó a producir una apertura económica en el país. Sin embargo, esto no implicaba una apertura a nivel político, ya que esta “nunca estuvo en la agenda del régimen”, a pesar de que muchos analistas y los propios diplomáticos opinaban lo contrario por aquel entonces.

Con respecto a las injerencias extranjeras en Siria, el embajador Serrat indicó que ha sido la relación con Irán la que ha permitido al régimen sirio mantenerse en el poder. Al mismo tiempo, tras el derrocamiento de Sadam Hussein, Estados Unidos se ha decantado por no acabar con el presidente sirio, con el fin de no caer en el mismo error de Irak. Esto, según Serrat, “es el germen de todo lo que está pasando en Oriente Medio”. En esta línea, cobra sentido pleno la visita de Barack Obama a Riad, para pedir la llamada “paz fría”, que no es otra cosa que el fin de la escalada bélica regional, en medio de las actuales tensiones políticas y religiosas en Medio Oriente.

Por su parte, Julio Albi señaló que “se equivocó con Al Assad, igual que media humanidad”. El motivo por el cual no estaba en lo cierto con respecto al presidente radica en que esperaba una transición del régimen dictatorial a una democracia de forma gradual, ya que “había indicios”, y se podría tirar del “barniz occidental” para comenzar una evolución.

De esta forma, los ánimos eran de esperanza cuando llegó al país en 2010, pues Al Assad no llegaba a los extremos de su padre, la libertad religiosa era absolutamente ejemplar, “dentro de los límites al judaísmo” en los países musulmanes, así como los derechos de la mujer, y el régimen era un “enemigo feroz del terrorismo”, hasta el punto de que “era más grave ser terrorista que ser contrario al régimen”. Así, el dictador había tomado, en apariencia, muchos valores occidentales. Pero todos se equivocaron.

Todo comenzó cuando un grupo de chicos fueron torturados de forma atroz en Daraa, al sur del país, por escribir en una pared unos grafitis que decían “el pueblo quiere derrocar al régimen”. La falta de una respuesta contundente para que los culpables, entre ellos el gobernador, rindiesen cuentas ante la justicia, comenzó las protestas, y provocó que Julio Albi, embajador en Damasco en ese momento, comenzase a “distanciarse del régimen” y acercarse a la “oposición clandestina”.

No obstante, la revolución en Siria dejó patente el profundo desconocimiento de los sirios de la “política real”. De esta forma, la errónea percepción que se tenía de la política y la democracia, ya que no entendieron que “había que derribar a Al Assad pero no al Estado”. Asimismo, cuando comenzaron las manifestaciones, estas no estaban tomadas por radicales, pero con el tiempo estos fueron “secuestrando” las protestas y, por ejemplo, “cuando aparecían mujeres sin velo para manifestarse las echaban”.

Ante esto, Julio Albi lamentó que el país “tenía futuro”, y la incapacidad de la oposición moderada y democrática por formar un frente común ha llevado a la bipolarización existente en la actualidad. En el caso de los cristianos, estos apoyan a Assad, ya que “la alternativa es la persecución”, y Al Assad nunca persiguió a las minorías, quizás porque los alauitas son también minoría en el país, frente al 75% de la mayoría suní. Serrat apuntó que, “no había libertad en muchos sentidos, pero había tolerancia”.

Por su parte, el régimen, “nunca pensó que fuera a suceder nada, por lo que reaccionó con una estupefacción y un salvajismo desorbitados”. Por este motivo, Serrat recalcó que este ha sido uno de los principales fallos en Siria, así como no haber aprovechado para abrir el régimen. Todo esto ha provocado que hoy solo haya guerra y represión por ambos bandos, y que la mitad de la población sea refugiada.

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