Un oasis en un desierto de papel

Antonio de Diego González

Pie de foto: Sirin Adlbi y Enrique Dussel en Ciudad de México

Adlbi Sibai, Sirin: La cárcel del feminismo. Hacia un pensamiento islámico decolonial. Akal, Madrid, 2016. 320 pp.

Este libro es un oasis en el desierto. Las editoriales españolas se prodigan poco en lanzar títulos como el que en esta ocasión reseñamos. La reflexión sobre el islam, no ya el pensamiento islámico, apenas tiene hueco en las estanterías de las librerías hispanohablantes. El trabajo no solo posee un buen armazón teórico, además tiene un firme compromiso con la temática, un buen manejo de las fuentes y hasta un exigente trabajo de campo.

La autora, Sirin Adlbi, denota una sobrada experiencia académica en el campo de las ciencias políticas y la islamología contemporánea. Este libro es una versión refinada de su tesis doctoral defendida en la Universidad Autónoma de Madrid en 2012. Además, es una reconocida activista comprometida por lo que de su boca no salen palabras de humo. Este es otro punto que motiva su lectura. Su formación como académica se entreteje con cierta tutela intelectual de Enrique Dussel, cuyo pensamiento marca el pulso “rebelde” del libro. La autora se compromete a escribir desde el Sur.

Mención merecen las otras influencias de la autora, quien bebe de la escuela decolonial latinoamericana (Mignolo, Grosfoguel, Castro-Gómez, Walsh, Escobar o Maldonado Torres). Esto significa un pensamiento reactivo y joven que intenta ver la realidad desde el sur sin privilegios. Es desde ahí donde se construye el armazón intelectual de este libro. Por otra parte, en lo islámico la autora trabaja desde los planteamientos del pensamiento neo-andalusí de Abdelmumin Aya con su habitual “descristianización” del islam iniciada por Abderrahman Muhammad Maanan o del filósofo marroquí Taha Abdurrahman, uno de esos istmos entre la academia occidental y el pensamiento islámico. Sus influencias se completan con un pensamiento feminista, más allá de la oficialidad, marcado por los ritmos de Gayatri Spivak o Chandra Mohanty. Influencias nada ortodoxas que plantean el carácter liminal del texto en cuestión.

El contenido comienza desde lo vivido, más que desde lo estudiado. La autora eleva una queja de las estructuras académicas que impregnadas de racismo cultural y epistemológico y de los brillos del patriarcado que cuestionaban que cómo podía hacer una tesis doctoral una mujer musulmana con hijab. Islamofobia que llega a su cenit cuando la receptora de estas lógicas es una mujer. Queda claro que este libro es una expresión y una denuncia, una investigación más allá de las lógicas que desde el pensamiento binario de la Modernidad nos cuestionan diariamente.

El libro se divide en tres partes. Una primera teórica (capítulo 2) donde la autora plantea los problemas de la colonización del islam desde la perspectiva de Frantz Fanon y de la ontología del No-ser. Una segunda de reflexión sobre feminismo islámico (capítulo 3) donde plantea ir más allá del oxímoron aparente del término que sorprende al feminismo blanco. Y una más analítica y práctica tercera parte (capítulo 4) donde la autora presenta los resultados de su trabajo de campo en Marruecos sobre feminismo y los discursos de las mujeres sobre el tema. Ad extra, el capítulo 5 son unas conclusiones desde la lógica transmoderna de Dussel en voz baja, pero con tono optimista.

El valor principal del texto es introducir unos temas vedados en la academia española y casi inexistentes en el imaginario colectivo de la comunidad islámica española y latinoamericana. Si bien, la base conceptual decolonial es de sobra conocida, lo complejo que realiza Adlbi es amalgamar estos conceptos con los islámicos. Y es tan importante porque debemos señalar que en España no hay islamología sino arabismo, un arabismo pobre y museístico que miran recelosos trabajos como este. El islam no es una pieza de museo, sino una realidad contemporánea.

Otro valor añadido es que la autora clarifica conceptos clave (racismo, islamofobia, colonialidad, modernidad) y los contextualiza dentro de las problemáticas islámicas contemporáneas, creando narrativas suficientemente sólidas, que podrán gustar o no, pero son reales. El punto ontológico de lo islámico está suficientemente realzado como realidad epistémica y como punto de entrada para un pensamiento más socio-político. Su análisis —en el caso de los temas de género— es certero y premonitorio, como cuando advierte el riesgo de un epistemicidio en pos de la “liberación de las musulmanas” de manos de las feministas blancas y del patriarcado árabe retro-alimentado por los tópicos y las prácticas occidentalocéntricas. También podemos señalar la coherencia de todo el discurso de la autora con su investigación de campo, un excepcional trabajo con el que logra una radiografía muy interesante de las narrativas y acciones sobre la mujer en el Marruecos contemporáneo. El análisis muestra elementos muy interesantes y valiosos que da una radiografía necesaria de la sociedad marroquí, desconocida para la mayoría del público hispanohablante.

De este libro, el que suscribe estas líneas puede hacerle una matización desde la experiencia del trabajo de campo en islamología subsahariana. A lo largo de la obra he echado en falta, fundamentalmente, una visión menos focalizada en el MENA (acrónimo de Oriente Medio y Norte de África en inglés) del islam. Haría falta quizás una visión más global desde el “islam periférico” como ha presentado el autor de esta reseña en foros decoloniales. La argumentación que planteo para justificar mi postura es simple, la autora omite la “tradición islámica” y cuando aparece en su investigación la ve con cierto recelo como en el caso del sufismo. Del mismo modo, se olvida de las regiones periféricas como África subsahariana, el subcontinente indio pre-moderno o el sudeste asiático en sus argumentaciones, que podrían ser valiosas a la hora de confrontarlas con las actitudes occidentalocéntricas. Y, por último, la autora no menciona en ningún momento el concepto de islamicate acuñado por Hogdson, que hace más inclusiva la episteme islámica. La historia se disuelve en teoría y eso abre una puerta a las críticas de los islamófobos.

Por ejemplo, cuando habla de descolonización no hay ninguna referencia a la impresionante aportación realizada durante el siglo XIX y XX por el llamado neo-sufismo. No se cita en ningún y pareciese que no existe en la historia islámica. De ese modo, se omiten figuras claves en la emancipación del pensamiento islámico y la crítica a lo occidental desde la episteme islámica como pueden ser Al-MaghaliShaykh Tijani, Uthman Dan Fodio, Ahmadu Bamba, Malik Sy o Ibrahim Niasse. Estos autores sí que hacen una crítica precisa a los modelos colonizadores o que provocan disturbios epistémicos desde la plena tradición islámica. Autores profundamente anti-coloniales y que usan todos los recursos islámicos para justificarlos, sin necesidad de negarlos como si hacen los “modernistas”. Del mismo modo todos estos autores usaron el ijtihād (esfuerzo interpretativo) como elemento básico en sus propuestas.

Resulta, cuanto menos curioso, que en un discurso decolonial no se vaya primero a los garantes epistémicos tradicionales cuando los hay y son de sobra conocidos. De la misma forma, y para proseguir con el ejemplo, las mujeres de la tradición han sido activas y poco subalternizadas en sus sociedades de origen como en el caso de Shaykha Nana Asmau Dan Fodio o las hijas de Ibrahim Niasse, Shaykha Rukhaya y Shaykha Maryam. Modelos muy distintos de empoderamiento de género arraigados en la más pura tradición islámica y dentro de un contexto complejo como es el subsahariano. En el caso africano, trabajos como los de Rudolph WareZachary WrightBernd RadtkeOusmane KaneJoseph Hill o Britta Frede han dado buena cuenta de ellos y han mostrado el valor de esa “tradición” velada desde una perspectiva arabocéntrica y heredera de la modernidad occidental.

Porque quizás, ese sea un pequeño aspecto matizable en el trabajo que reseñamos, y es que es un tanto arabocéntrico. Somos conscientes de la dificultad de abarcar temáticas y enfoques en un libro. Pero es necesario mirar hacia más allá del Sahara, a Malaysia, al subcontinente o a Indonesia. Olvidos que son síntoma del mal que asola la islamología contemporánea. Hoy en día, necesitamos repensar lo que entendemos por islam, más allá de lo que nos han dicho que es el islam. Porque si no caemos en una visión ingenua del fenómeno islámico con todos los riesgos del neo-orientalismo y el esencialismo que la autora denuncia bien en sus páginas. El islam, más allá de lo ideal, de lo político o lo filosófico, es historia y cultura, y —en nuestra opinión— debe ser entendido desde una tradición contextualizada y concreta. Por eso, no se debe entender esta crítica puntual como negativa, sino como la llave a nuevos horizontes.

La cárcel del feminismo… es el inicio del camino hacia una islamología decolonial siendo valioso porque aporta, por primera vez en castellano, una visión teórica condensada sobre el tema. Es un libro que debe leerse con calma buscando los espacios donde repensar lo que tenemos. La metodología y las investigaciones de Adlbi son muy interesantes y estimulantes, y esperamos que motiven a una nueva generación de islamólogos para que contesten a los arabistas de museo. Ya que la autora propone una revolución para lograr un pensamiento post-oximoronista, hagámosla y traigamos de nuevo el ijtihad, pero no desde un pasado ideal sino desde el presente actual de la periferia. Miremos alrededor más que hacia atrás, busquemos en la tradición y en los sabios y las sabias de la tradición islámica las claves para hacerlo e integrémoslo en la “ecología de saberes” de Boaventura de Sousa Santos. El mejor de los finales posibles en un mundo tan complejo y obnubilado por las esencias.

Este libro es un oasis en el desierto. Disfrutémoslo, bebámoslo y volvamos al desierto buscando el conocimiento hasta que lleguemos a China, tal y como nos invitaba el Profeta Muhammad. El islam es muy plástico, el islam rompe la dualidad cartesiana y las aparentes lógicas de la realidad porque la única lógica posible es —como dicen los maestros de Senegal— la que tiene Allah.


Antonio de Diego González es islamólogo, doctor en filosofía e investigador asociado de Junta Islámica.

Más en Cultura
Dos españolas, una médica y una periodista, forjan su relación en un viaje en el mítico tren que ancló a Siberia en el Imperio de los zares, y la asoció definitivamente a la dramática historia de la Unión Soviética

Sara y Eva en el transiberiano