Un terremoto euroescéptico y extremista sacude Europa

Por Paco Soto
Un terremoto euroescéptico y extremista sacude la Unión Europea (UE) desde el domingo. Las elecciones europeas que se llevaron a cabo entre el 22 y el 25 de mayo significan un antes y un después en el proceso de construcción política, institucional y económica de Europa. En mayor o menor medida, desde Lisboa hasta Varsovia y desde Londres hasta Sofía soplan vientos huracanados de euroescepticismo e incluso eurofobia y de desafección política. Los extremistas antisistema de diverso pelaje, sobre todo la ultraderecha populista y nacionalista, han ganado votos y poder en las nuevas instituciones, y aunque las tres principales corrientes políticas -el centroderecha agrupado en el PPE, los socialdemócratas y socialistas y los liberales- conformen mayoría en la Cámara europea, pierden escaños e influencia respecto a los comicios de 2009. Francia es el ejemplo más ilustrativo de lo que pasó en las elecciones europeas. En un contexto de poca participación electoral en Francia y en la UE (43,11%), el ultraderechista y xenófobo Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen  ganó las elecciones. Le Pen logró el 25,1% de los votos; la derecha democrática (UMP), el 20,2%; y el Partido Socialista  (PS-PRG), el 14,3%. El primer ministro francés, Manuel Valls, calificó los resultados de “terremoto político”. Francia es la segunda economía de la UE y todos los analistas coinciden en decir que los resultados electorales en este país tendrán importantes repercusiones en próximos comicios locales, pero también en el resto de la Europa comunitaria. De alguna forma, Francia marcó la pauta de lo que podría ocurrir en la UE en los próximos años. Otros países  de la UE también se convirtieron en el escenario de un seísmo político: los eurófobos de UKIP de Nigel Farage consiguieron una gran victoria en el Reino Unido, y en Dinamarca, la derecha xenófoba (Partido Popular Danés) ganó la batalla de las urnas.  En Grecia, de la mano de la coalición Syriza de Alexis Tsipras, la extrema izquierda fue la fuerza más votada y los neonazis de Amanecer Dorado se alzaron como tercera opción. En Alemania, una formación heredera del nazismo logró un escaño y en la pequeña Austria la extrema derecha superó el 19% del sufragio. En Polonia, donde menos del 23% de los electores acudió a las urnas, el ultranacionalista y populista partido Ley y Justicia (PiS) de Jaroslaw Kaczynski venció  a los liberales de la Plataforma Cívica (PO). A partir de ahora, según señalan muchos analistas,  la Eurocámara contará con muchos diputados que no creen, o muy poco, en Europa y en la democracia.

Legislatura inestable
El incremento de las fuerzas euroescépticas y extremistas provocará inestabilidad y problemas  en las instituciones de la Unión. Los que tendrán que tirar del carro europeo, básicamente las familias conservadora, socialdemócrata y socialista y quizá los liberales,  no obtuvieron sus mejores resultados. El Partido Popular Europeo (PP) consiguió 211 eurodiputados, es decir 63 menos que en 2009, y el grupo de los socialistas y socialdemócratas, 193, tres menos que hace cinco años.  Ni siquiera obtuvieron magníficos resultados la colación que lidera la democristiana Angela Merkel en Alemania y el PP español, que  ganó los comicios, pero perdió  muchos votos y escaños respecto a 2009. El grupo liberal con 74 escaños y 9,9% de los votos y los Verdes (58 eurodiputados y 7,7% del sufragio) alcanzaron un resultado digno. En Francia, los socialistas se hundieron, y sólo en unos pocos países del área occidental de la UE, en Portugal e Italia, la izquierda clásica logró buenos resultados. Sin embargo, mención aparte merece el caso  de Italia, porque aunque el Partido Democrático del primer ministro Matteo Renzi -con menos de 100 días en el poder- consiguió la victoria, el Movimiento 5 estrellas (M5S) encabezado por el payaso populista Beppe Grillo alcanzó más del 20% de los votos. Estos resultados europeos obligarán casi con toda seguridad al centroderecha y al centroizquierda a pactar para elegir el presidente de la Comisión Europea y para otros asuntos en la nueva legislatura. “El pueblo ha hablado alto y claro” y “la gente no quiere ser guiada por aquellos que están fuera de nuestras fronteras, por comisarios y tecnócratas de la Unión Europea que no fueron elegidos. Ellos quieren ser protegidos de la globalización y tomar las riendas de su destino”, declaró Marine Le Pen. “Es un mal día para la Unión Europea cuando un partido con un programa racista, xenófobo y antisemita obtiene el 25% de los votos”, manifestó el expresidente socialdemócrata del Parlamento europeo, Martin Schulz.  “La perdedora de estos comicios puede ser la unión de Europa”, señaló en su editorial el periódico madrileño ‘El Mundo’. La nota optimista la puso el corresponsal de la BBC en Bruselas, Chris Morris, quien subrayó que tal como se predijo hubo un aumento sustancial del voto “antisistema o euroescéptico”, pero “aún así, habrá una clara mayoría proeuroepa”. “La pregunta ahora para los partidos mayoritarios de centroderecha y centroizquierda es cómo van a responder a la sensación de insatisfacción hacia la 'política de siempre' que muchos votantes han expresado con claridad”, destacó Morris. Como indica el diario ‘El Mundo’ “aunque la fragmentación del voto de los euroescépticos irá en su contra, los partidos europeístas no pueden obviar su avance, ya que hacerlo sería una irresponsabilidad. Tienen que convencer a la sociedad de que pueden trabajar por Europa mediante eficaces políticas sociales y económicas. Es el único camino para cerrar la puerta a las formaciones antieuropeas y evitar un nueva alarma”.

¿Adiós al bipartidismo español?
En España, los resultados electorales del domingo demostraron que el bipartidismo, o lo que es lo mismo, la hegemonía que lograron en los tiempos de la transición a la democracia el centroderecha y el centroizquierda socialista, sufrió una seria erosión. Los comentaristas políticos no se ponen de acuerdo sobre si en España se  acabó definitivamente el ciclo del bipartidismo, o simplemente si la alternancia entre el PP y el PSOE está debilitada. Los acontecimientos futuros darán la razón a quien la tenga. Pero una cosa está clara: el PP y el PSOE perdieron cinco millones de votos respecto a los comicios europeos de 2009. En la cita electoral de hace cinco años, casi el 81% de los españoles optaron en las urnas por el PP o el PSOE. Esta vez, los dos partidos lograron con mucha dificultad el 50% del sufragio. “Fuerte castigo a PP y PSOE”, tituló en primera plana el diario madrileño ‘El País’. Esta sangría de votos fue aprovechada fundamentalmente por Izquierda Unida (IU) y Unión Progreso y Democracia (UPyD). La otra gran novedad de la jornada electoral fue el grupo izquierdista Podemos. Liderado por el astuto Pablo Iglesias, que en los últimos meses se ha convertido en una estrella mediática, Podemos ha tenido la habilidad suficiente para captar el voto de muchos descontentos con la actual situación política y económica española y de una franja de votantes izquierdistas  decepcionados por el oportunismo de IU en Andalucía, que gobierna con el PSOE, aunque desprecie a este partido en el resto de España, y por el apoyo implícito que la coalición que lidera Cayo Lara da al Gobierno del PP en Extremadura. Cataluña fue la otra nota destacable de la jornada electoral en España:  en un ambiente de pasión soberanista, crispación y división social, ERC superó a CiU en número de votos, el PSC se hundió, el PP se estancó un poco más y el partido Ciudadanos logró dos eurodiputados. El resultado anuncia un panorama político y electoral más abierto y plural en España y quizá sea la antesala de la próxima cita con las urnas.

¿Qué pasará con  el Magreb?
Una vez celebradas las elecciones europeas, tendría sentido hacer la siguiente pregunta: ¿Qué pasará con el Magreb? El Magreb necesita de Europa para su desarrollo y modernización y Europa necesita del Magreb para el presdente y el futuro de su economía y de su bienestar. Lo que pase en Europa en términos políticos tendrá repercusiones en la ribera sur del Mediterráneo occidental. Esta región del norte de África es clave para la UE, y sobre todo para los países influyentes en la zona: España, Francia e Italia. El Magreb es importante desde el punto de vista económico, político, geoestratégico y social. Francia y España son los principales socios económicos de Marruecos y sus relaciones comerciales son muy intensas con Argelia y Túnez. España es también uno de los principales socios económicos de Mauritania. La situación es más complicada en Libia, porque este país es un rico productor de petroleo y atrae a las multinacionales españolas, francesas y de otros países europeos y occidentales, pero sus graves problemas políticos y sus divisiones territoriales y tribales convierten al Estado norteafricano en un aliado inestable. Marruecos es sin lugar a duda el país más cercano a la UE. Rabat, de común acuerdo con Bruselas, pero también con Madrid y París, desempeña un papel clave en  la lucha contra el terrorismo yihadista y el tráfico de personas, drogas, armas y otros delitos de alcance interregional. Quedan muchos problemas por resolver, como lo demuestra la falta de voluntad política que tiene la UE en materia de inmigración irregular africana, a pesar de los esfuerzos que hacen los dos países más expuestos a este problema, España e Italia. El terrorismo no es asunto resuelto y los desequilibrios socioeconómicos entre la ribera norte y sur del Mediterráneo occidental tampoco. Pero Bruselas, a través de sus grandes socios del sur de Europa, ha dado grandes pasos políticos y económicos en los últimos años con el Magreb en general y Marruecos en particular. Sólo cabe desear que los logros alcanzados con el esfuerzo de muchos gobiernos, instituciones, empresarios, organizaciones sociales, universidades y expertos no se echen a perder por culpa de los nuevos vientos xenófobos y antisistema que soplan en la UE. Hay fuerzas extremistas que con tal de tener más poder serían capaces de boicotear la política de la UE con el sur del Mediterráneo, aunque esto signifique sacrificar intereses mutuos y condenar a más pobreza y falta de futuro a los pueblos del Magreb y del conjunto de África.

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