Una Ruta de la Seda cortada a medida de Latinoamérica

Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com

Pie de foto: China apuesta con Inversiones y prés­ta­mos, en un año eco­nó­mi­ca­mente in­cierto, por la re­gión

La re­ciente firma por Ecuador de un Memorandum para la Colaboración (‘Memorandum of Understanding’ en in­glés, MOU) con la República Popular de China, le con­vierte en el dé­cimo quinto país de América Latina que firma tal do­cu­mento. Aunque todos esos acuerdos se re­fieren esen­cial­mente a los in­ter­cam­bios co­mer­ciales y re­la­ciones fi­nan­cie­ras, en la ma­yoría de ellos se hace alu­sión a la co­no­cida in­ter­na­cio­nal­mente como Belt and Road Initiative (BRI; en Europa ‘Ruta de la Seda’).

Ese hecho hace pensar que China pretende ligar los países latinoamericanos a un diseño de las redes comerciales mundiales en que aquéllos necesariamente se verían fuertemente interdependientes con los intereses económicos y geopolíticos de China.

Ese designio ya había sido anunciado por el propio presidente chino, Xi Jinping al presidente Macri de Argentina, en mayo de 2017, en una conferencia celebrada en Pekín precisamente sobre la BRI.

La disposición de Macri a prestar atención a las propuestas de Xi quedó demostrada en la reciente reunión del G-20 en Buenos Aires, cuando China firmó un acuerdo “swap” entre las monedas de los dos países, por valor de $9.000 millones, que sin duda contribuyó a fortalecer el peso.

En los últimos meses China ha ganado posiciones políticas y diplomáticas en una serie de pequeños países latinoamericanos, sobre todo del Caribe (Antigua y Barbuda, Costa Rica, Guyana, Panamá, Trinidad y Tobago), con los que ha firmado MOUs, en algunos casos a cambio de que retirasen el reconocimiento a la República de China (Taiwán). También los ha firmado con Bolivia y Ecuador. El acuerdo con Quito tiene novedosos aspectos que tocan a la seguridad interna, como confiar la gestión del sistema nacional de vigilancia pública a intereses empresariales chinos.

El acuerdo con Panamá tiene pleno significado en el diseño chino para una BRI mundial de despliegue marítimo, al modo de los acuerdos que tiene con algunos países africanos con orillas en el océano Índico. Como en estos últimos casos, China pretende en Panamá hacer de su principal puerto un nudo transcontinental de transportes y comunicaciones, y los dos países han proyectado que la empresa china CCCC construya un cuarto puente sobre el canal, con inversión de $1.400 millones.

Los observadores explican el fenómeno como una ventana de oportunidad abierta a la República Popular, debido al actual estancamiento de la economía global de Latinoamérica. Esa misma percepción es la que explica el aparente desinterés de los Estados Unidos por hacer negocios con Latinoamérica en estos momentos. El último Economic Outlook, de Crédito y Caución, vaticina una desaceleración del crecimiento en el continente, y un aumento de la inflación. No es probable una alteración significativa de esta previsión mientras no se sepa el curso que van a tomar las economías de México y Brasil bajo dos nuevos presidentes. El mexicano, López Obrador, ha dado indicios de que adoptará una vía mercantilista. Mayor influencia aún puede tener el rumbo de Brasil bajo Jair Bolsonaro, que toma posesión el 1 de enero.

Brasil tiene interés en asegurarse las exportaciones agrícolas y pecuarias a China, pero no muestra tanto interés por que Brasil sea la meta de las exportaciones industriales chinas. Parecido será, en general, el signo de los intercambios de Latinoamérica con China. Hasta hace pocos años el 73% de los productos exportados por Latinoamérica a China eran materias primas, incluyendo las agrícolas, y esas exportaciones contenían menos valor añadido que las destinadas a otros mercados.

China debe ser vista además como fuente de capitales e inversiones. De hecho, se ofreció como tal en un documento del Consejo de Estado, de 2008. El país es miembro del Banco Interamericano de Desarrollo desde 2009. Y ha creado un fórum para inversiones con la Comunidad de Países Latinoamericanos y del Caribe (2015).

En el ámbito financiero, China se ha mostrado dispuesta a correr riesgos por motivos políticos. Venezuela mantiene una deuda con China por $62.280 millones según el Global Development Policy Center (2017). Brasil, un país que en los últimos años ha tenido gobiernos no tan de izquierdas como el de Venezuela, debe a China $42.100 millones, a todas luces suficientemente garantizada por la economía brasileña.

Los Estados Unidos de Trump se muestran (por ahora), impertérritos ante los avances de China en su ‘patio trasero’. Estemos atentos.

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