Washington, Bruselas y Doha apadrinan la transición en Túnez

Por Pedro Canales
Foto: El ministro español de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, durante un viaje a Túnez para impulsar las relaciones empresariales con España.
El futuro de la única “revolución árabe” que queda en pie, tras el descalabro de los países alcanzados por las revueltas populares conocidas como ‘Primavera Árabe’, está en manos no sólo de sus protagonistas los tunecinos, sino de los padrinos extranjeros: Estados Unidos, Catar y la Unión Europea. Túnez ha mostrado ser el alumno aplicado que no ha pretendido salirse del marco que sus maestros le han trazado. Los otros alumnos han caído sea en las luchas internas y en el terrorismo, como Libia, Siria o Yemen; sea han vuelto al punto de partida reinstalando las dictaduras militares que pretendieron combatir, como Egipto.  El futuro de Túnez se juega en lo inmediato por el respeto de los calendarios políticos fijados por la Asamblea Nacional Constituyente, que permitirán al pueblo tunecino por primera vez en su historia elegir soberanamente sus gobernantes y su presidente. La Instancia preparatoria de las elecciones ha fijado para las legislativas el 24 de octubre, y para las presidenciales el 23 de noviembre y 28 de diciembre las dos vueltas, lo que ha sido aceptado por el comité político de la Asamblea Constituyente. Sólo le falta el placet del presidente Moncef Marzuky. Todos los partidos políticos en liza dicen aceptar las fechas propuestas, y acusan a sus rivales de intentar torpedearlas para no perder hegemonía o protagonismo. En el fondo lo que parece estar en juego es la personalidad del candidato mejor colocado para las presidenciales, y la composición del futuro gobierno de coalición postelectoral, imprescindible para conseguir formar un gobierno estable y con mayoría parlamentaria. En el ojo del huracán se encuentra el partido islamistas Enahda, que aunque los últimos sondeos más o menos fiables le dan en segunda posición tras el movimiento Nida Tunes liderado por el desturiano y exprimer ministro Beji Caid Essebsi, de talante liberal, toda la clase política tunecina teme su maquinaria electoral arrolladora y su enraizamiento social. 
 
Experiencia egipcia
Sin embargo,  Enahda parece haber sacado conclusiones de “la amarga experiencia egipcia”, donde el partido islamista de los Hermanos Musulmanes y su gobierno dirigido por Mohamed Mursi, fueron derrocados y encarcelados por el Ejército en un golpe de Estado contra un gobierno legítimo, en medio del silencio occidental y del resto del mundo árabe. Enahda no quiere exponerse a la misma situación. “Nosotros somos partidarios de un candidato de consenso para las presidenciales y a un futuro gobierno de coalición después de las legislativas”, declaró a Atalayar el líder islamista Rachid Ghanuchi. Un “candidato de consenso” que está dando mucho que hablar en Túnez, y que no será islamista con toda probabilidad. Aunque se ha evocado el nombre de Hamadi Yebali, un antiguo exiliado en España, que hasta ahora sigue desempeñando el cargo de secretario general de Enahda pues su dimisión aún no ha sido aceptada por el Majliss Echoura (su parlamento interno), y que a su paso por el Gobierno como primer Ministro mostró su talante liberal y dialogante. Pero tiene más visos de viabilidad un candidato laico, como Nejib Chebbi, Mustafá Ben Jafaar, Moncef Marzuky (actual ocupante del Palacio de Cartago), e incluso el primer ministro en funciones Mehdi Jomaa, todos ellos en las quinielas.  La estrategia de Enahda parece concentrarse más bien en las legislativas, de las que debe salir el futuro gobierno. Los islamistas saben que el poder real se encuentra a nivel gubernamental, pues es el Ejecutivo quien decide los nombramientos en la Administración, en las empresas públicas, en los órganos del Estado, Justicia, Fuerzas Armadas, Servicios de Seguridad. “Quien realmente tiene poder sobre Enahda para la toma de sus decisiones políticas son los Estados Unidos y Catar”, declaró a Atalayar Ahmed Bennour, exministro de la Seguridad en el último Gobierno de Habib Burguiba y uno de los opositores políticos más tenaces a la dictadura de Ben Ali. “Bruselas por su parte tiene menos capacidad de influencia, aunque hay que tener en cuenta que la Unión Europea es el primer cliente y el primer proveedor de Túnez”. 
 
Presencia española
España en cambio “tiene un papel particular” en el proceso de transición tunecina. Algo en lo que coinciden, los laicos como Sihem Bensedrine recién  nombrada a cargo de la Instancia de Reconciliación y que vivió largas temporadas en Barcelona, los desturianos como Mohamed Sahby Fasli exembajador en Madrid, y los islamistas de Enahda, muchos de ellos exiliados en España en el pasado.  A diferencia de los otros padrinos de la transición democrática en Túnez, como Estados Unidos,  Catar, Alemania y Francia, eso sí con más poder de persuasión y capacidad financiera de ayuda, España tiene la ventaja de haber experimentado los cambios necesarios en la transición, en el seno de la Administración, en el aparato judicial, en las Fuerzas de Seguridad, en las propias instituciones del Estado. Los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero primero y de Mariano Rajoy después, han ofrecido a los tunecinos la experiencia española y ayuda para la reconstitución del Estado de derecho. Algo de lo que los tunecinos tienen urgente necesidad.  “Pero también ayuda en la lucha antiterrorista”, puntualiza Ahmed Bennour en su conversación con Atalayar, “un capítulo en el que España ha adquirido gran capacidad desde la muerte de Franco, disponiendo hoy día de fuerzas especializadas en la policía, los militares y los servicios de información”, que pueden trasmitir su experiencia.
 
Infraestructuras para el desarrollo
Entre los capítulos en los que España puede contribuir, está el desarrollo de infraestructuras locales que permitan hacer frente al paro, a la marginación y al bajo poder adquisitivo de las poblaciones fuera del litoral costero y de las grandes urbes. “España tiene experiencia en electrificación, comunicaciones, obras públicas, y puede ayudar a desenclavar las regiones aisladas, fuente de descontento, de protestas y de terrorismo potencial”, subrayan nuestros interlocutores.  El reciente contrato ganado por Aqualia, filial de FCC (Fomento de Construcciones y Contratas), ya presente en Marruecos y Argelia, para construir una desaladora en la turística isla de Yerba, en el sur de Túnez, es valorado por los tunecinos como portador de progreso, no solo por permitir un mejor saneamiento y tratamiento de aguas en una localidad eminentemente turística, sino por las repercusiones inducidas sobre la propia población de Yerba, de los que la mayoría de sus 160.000 habitantes viven del sector, y del peregrinaje a la gran sinagoga, uno de los lugares santos del judaísmo mundial.  Túnez se está jugando su futuro y su éxito en la transición pacífica hacia un régimen de libertades y necesitamos ayuda, es lo que ha venido a decirle Rachid Ghanuchi al ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, días atrás en Madrid. Es la única primavera capaz de florecer, y no hay que dejarla marchitarse.  
 

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