¡Todo por el poder!

Embaucadores

Existen personas que están convencidas que hay muchos ingenuos en el mundo a los que se puede engañar con total impunidad.

Crédulos los hay, pero la inmensa mayoría de los que sufren las malas consecuencias de los timadores son gentes confiadas, bien intencionadas, sin malicia. En resumen, hombres y mujeres “en el buen sentido de la palabra, buenos”, como diría el gran poeta español Antonio Machado. Son personas dispuestas a aceptar las explicaciones de quienes de buenas maneras les hablan, les sonríen o les dan una palmada en la espalda. 

Lo malo es que las gentes sencillas y honradas, ciudadanos de todas las culturas y geografías de la Tierra, son carne de cañón de un tropel de embaucadores, manipuladores, timadores, mentirosos, falsificadores, tergiversadores, estafadores, defraudadores y personas de mala calaña moral, que no se circunscriben a los valores humanos ni a los más elementales principios éticos.

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Los que por vocación o devoción se dedican al engaño son tipos que no pertenecen a una única esfera social. Forman parte de la aristocracia, las grandes fortunas, la alta burguesía, el funcionariado, las profesiones liberales, la milicia, el clero o las clases populares que se ganan la vida con el sudor de su frente, en el sentido real del concepto. Están al acecho en todos lados.

El problema alcanza su máximo grado cuando algunos de estos tipos a los que algunos califican de filibusteros de la sociedad habitan entre los políticos y los altos cargos de los Gobiernos, la Judicatura y el poder legislativo, en cualquier parte del mundo y en sus vertientes locales, regionales, nacionales o federales.

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De servidores públicos a embaucadores públicos

El engaño y la manipulación ya se instalaron en la cúspide  de la extinta Unión Soviética y otros muchos países durante gran parte del siglo XX. Ahora, en el tercer milenio, hay ejemplos de naciones que permanecen o han caído bajo las garras de estos sujetos. Utilizando sus malas artes y el dinero de quienes les apoyan, las democracias están en peligro real de ser arrastradas por dirigentes timadores profesionales. En lugar de dar ejemplo con su supuesto buen hacer y honradez como hombres de Estado y servidores públicos, embaucan a los ciudadanos de a pie con una Arcadia feliz, siempre que les voten o apoyen en lo que ellos proclaman.

Prácticamente todos conocemos a alguien que no es fiar, conclusión a la que podemos llegar por la simple observación de sus hechos, comportamientos o por referencias bien documentadas. Unas veces se les ve venir, en otros casos se intuye, pero son maestros en despistar y ocultan sus verdaderas intenciones. Suelen enmascararse irradiando simpatía, sonrisas por aquí y por allá… Los hay incluso que se muestran a veces hasta desprendidos, en especial con el dinero y los recursos ajenos. 

En España, algunos de ellos han pasado en algún momento por delante de un acuartelamiento de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Civil. Y se debieron quedar prendados cuando contemplaron y leyeron ‒en letras grandes y mayúsculas‒, el lema que figura en la parte superior del acceso principal de todo recinto castrense: “TODO POR LA PATRIA”. Es una frase nacida a principios del siglo XIX para sacar fuerzas de flaqueza, combatir a las tropas de Napoleón para expulsar sus banderas de la patria y volver a adquirir la independencia robada.

Ocurre que de tantas veces verlo ‒o de ignorarlo‒, los españoles no damos importancia a esas 15 letras. Pero algunos si lo han hecho, los embaucadores. Y han reconvertido esas palabras en su lema personal: TODO POR EL PODER. Es evidente que no lo han fijado en su domicilio particular, despacho o sede social. Pero lo llevan  grabado en su mente día y noche. Es su horizonte de hoy y de mañana, para asegurarse su futuro de pasado mañana.

Y ¿saben que les digo? Que eso se nota. Y mucho. Ya pueden disimular, mentir, engañar, que a esos timadores se les puede identificar. Se han burlado de propios y extraños en tantas ocasiones, que su credibilidad se sitúa en un valor comprendido entre 0 y -1. Solo sus aduladores y quienes se benefician de su megalomanía aplauden con las orejas todo lo que los también calificados de trileros arrasan a su paso, siempre que algún obstáculo se interpone en su meta por alcanzar o mantenerse en la cúspide bajo su norte de TODO POR EL PODER.

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Ni se sonrojan ni pestañean cuando son pillados in fraganti 

Aunque intentan envolver sus intenciones con buenas palabras, hay que estar muy atentos para no caer en sus tramas de engaño. Los timadores profesionales despliegan una verborrea avasalladora y gozan de tal grado de caradura, que cuando son pillados in fraganti en mentiras o contradicciones, ni se sonrojan y ni siquiera pestañean. Nada les perturba. Es como si oyeran llover.

Cuando en discursos, negociaciones, debates o en simples conversaciones intrascendentes utilizan la frase “les seré sincero”, pónganse en alerta. Pregúntense porque ese sujeto tiene que subrayar lo que se supone en toda persona de bien: ser sincero. Repiten una y mil veces lo mucho que trabajan, y hasta se permiten afirmar que “se dejarán la piel” para llevar adelante tal o cual iniciativa. Nada más lejos de la realidad. Palabrería barata de cara a la galería.

Sus timos se apoyan en la confianza y el desconocimiento que en ellos depositan quienes les escuchan. ¿Han visto a un trilero en el ejercicio de su actividad de manipulación? Suelen hablar con frases rotundas, elevando la voz y hacer afirmaciones repletas de seguridades para engatusar a quienes les atienden. En el marco nacional e internacional, los caraduras con poder ejecutivo expresan un día sí y otro también tal cantidad de mentiras e incurren en tal volumen de contradicciones que algunos serían merecedores de obtener el Premio Guinness a las falsedades.

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Hay dos variantes preocupantes de trilero o trilera. Una se concreta en los que hablan pareciendo enfadados, con un tono agresivo y elevando la voz. Es una táctica para apocar a quienes tienen enfrente. Funciona, hasta que aparece alguien de las mismas características y les replica con mayor ánimo. 

Pero existe otra versión todavía más peligrosa que la anterior. Los que añaden la chulería a muchos de los factores ya descritos. Se reconocen a distancia porque en el caso de que sean varones de buena talla, esbeltos y bien parecidos, cuando caminan suelen mover ligeramente la cabeza en un acto inconsciente que pretende resaltar sus rasgos faciales.

Bambolean la cabeza de un lado a otro tan levemente, que ese movimiento resulta casi imperceptible ¡Cuidado máximo! Son depredadores en todos los sentidos posibles. Quienes conozcan alguno, que huyan de él o de ella como de la peste y de la COVID-19. Luego que me avise… para hacer lo mismo e intentar vacunarme contra sus manipulaciones.

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