¿Gana China una guerra que no es suya?

Xi Jinping

China parece el único ganador de esta sangrienta guerra en Europa. Ganará estatura internacional y mercados. Pero debe medir sus pasos para no ser otro apestado, como ya lo es Rusia, para Occidente.

Si alguien estaba en el secreto de las oscuras intenciones de Putin, ese era el líder chino, que no solo ganó una tregua para no empañar el inicio de sus olimpiadas de invierno, sino que empezó a acumular reservas de petroleo, aunque fuese a un alto precio de mercado. Xi Jinping estuvo claramente informado de la trama guerrera rusa, y actuó de la manera más activa para sus intereses: comprar materias primas, asegurarse las de Rusia y ponerse de perfil en la arena internacional.

Si hay un ganador en este guerra –cuando los perdedores como en cualquier conflicto siempre son todos– ese será China, que espera consolidar su posición de súper poder, evitar pérdidas materiales directas frente a las de los otros superpoderes, y tener un socio dócil, la apestada Rusia, para imponerle precios a sus materias primas y venderle tecnología. Desde esta perspectiva, parecería que Putin en lugar de ampliar territorios para la Gran Rusia lo que está haciendo es consolidar el poder de su vecino de frontera, que históricamente siempre le ha mirado con suspicacia, precisamente por esa ansiedad territorial. Fue el propio Mao quien después de abrazar la hermandad del comunismo con Stalin, rompió esa alianza y abrió sus puertas a la relación con Occidente hace justo cincuenta años, con la visita de Nixon a Pekín.

Estamos ante otros tiempos y con una China tecnológicamente armada y con deseos de protagonismo internacional. ¿Es esta su gran oportunidad o puede salir escaldada como probablemente salga Putin y Rusia después de esta guerra? Justo esta semana se cierra el segundo mandato triunfal de Xi Jinping con el cierre de las sesiones del Congreso del Pueblo en Pekín. Se esperaba una sesión de alabanzas al líder que mayor progreso material le ha dado a China en su reciente historia. Sera el prólogo a su reelección a un inédito tercer mandato que le consagre como líder todopoderoso, una senda peligrosa en el uso del poder como estamos viendo en el liderazgo de su vecino ruso. NO todo será gloria y alabanza, porque dos sombras se proyectan seriamente sobre el presente. El supuesto apoyo Chino a la invasión –con abstención de la condena en las Naciones Unidas, y sin sanción alguna contra el invasor ruso– y la incapacidad para controlar definitivamente la pandemia, con el fracaso de la política de covid cero en Hong Kong

El mayor riesgo para China es que su tibia posición ante el ataque de Putin lleve a Occidente a replantearse como en el caso ruso cualquier colaboración tecnológica y económica con el gigante asiático. La exposición china sobre todo a los avances tecnológicos norteamericanos y europeos pueden dañar seriamente su línea de desarrollo. El objetivo de crecimiento que planteará primer ministro chino Li Kiang para este año será  entre el 5 y el 5,5 por ciento, frente al 5,2 de los dos años de pandemia. Inversión en infraestructuras y relanzamiento del consumo y la propiedad serían sus bases de activación. Pero los efectos de la guerra y el boicot a Rusia serán un elemento de imprevisible consecuencia. Sin duda pueden mejorar sus expectativas las compras masivas que necesitaría Moscú al cerrársele los mercados occidentales. Pero no será oro todo lo que reluzca ante una alianza occidental que de consolidarse ante el gran peligro de los dictadores pueden afectar seriamente a China. Sus veleidades sobre Taiwán serán contraatacadas sin duda mucho más duramente, confiando en que Xi evite cualquier aventurismo frente a la idea de hace unos meses sobre su “consolidación como gran emperador de la china unificada”. Un error de cálculo como el de Putin le podría salir muy caro a Xi, a su legado, y a China.

La escena mundial ha sufrido un vapuleo de tal envergadura, que solo es comparable en lo político al inmenso dolor sufrido por la población. Lo que se vio como una creciente debilidad del Imperio Americano –justo tras su salida de Afganistán– ha dado alas a Putin, y sin duda a Xi Jinping y su proyecto expansionista de la Ruta de la Seda. Sin duda que China aparece hoy por hoy como ganador internacional en medio de la tremenda desgracia de la guerra, que siembra Europa de cadáveres, que dejara a Rusia económicamente muy empobrecida y que afectara a Europa en su base energética y en numerosos frentes comerciales.

La experta en cuestiones ruso-asiáticas Theresa Fallon, directora del CREAS (Centro para Estudios Euroasiáticos y Rusos) relataba esta semana en la sede de la Asociación de Periodistas Europeos que durante su estancia en Pekín visitaba con frecuencia la inmensa zona donde se asienta la Embajada Rusa debido a los estudios de su hijo. Y constataba que “allí no había ni un chino trabajando, ni siquiera de jardinero”.  La obligada amistad ruso-china de la antigua revolución comunista, y la de ahora se verán puestas a prueba por una desconfianza histórica que también existe entre las dos potencias. Sin duda Pekín le podrá muy caro su apoyo efectivo al Putin de la guerra. Y sin duda tendrá limitaciones. Reitera Fallon que China y Rusia se complemente en el sentido de que Rusia tiene materias primeras necesarias para el gigante asiático, y Rusia compra en cambio equipo tecnológicos avanzados. Señala la experta que el plan económico de la nueva Ruta de la seda tenía en Ucrania una base sólida y amplia. Pero cuando Rusia tomó Crimea fue cuando el diseño de la Ruta se cambió para que pasase por Rusia y la incluyese como destino de acción económica.

Hoy por hoy China necesita seguir creciendo en exportaciones, y lo cierto es que vende más del doble a la Unión Europea que a Rusia, por lo que tan poco puede arriesgarse a un boicot de sus productos por parte europea y americana. Sin duda se ve a China como el ganador en medio de esta desoladora batalla, pero no puede cantar una fácil, victoria ni en lo diplomático, ni en los mercados. Porque sin duda el otro gran ganador de esta guerra –en la que todos perdemos– es la unidad de las democracias frente al terror de los dictadores. China también está avisada. En esta “nueva era de responsabilidad estratégica” todos van a tener que medir muy bien sus pasos.

Javier Martín Domínguez es presidente del Club Internacional de Prensa

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