Opinión

¿La esperanza vendría de Sudán?

photo_camera La esperanza vendría de Sudán

Ha estado ahí durante casi 30 años. Omar al Bashir gobernó Sudán con puño y mano de hierro. En 2018, las protestas sociales contra el aumento del precio del pan y otras medidas de austeridad decididas por el Gobierno se convirtieron rápidamente en protesta política.  

La revolución estalla, las mujeres están a la cabeza y se convierten en el símbolo de la revuelta y el cambio. Una de ellas destaca y lidera la revuelta. Su nombre es Alaa Salah, vestida de blanco, su silueta está dibujada en las paredes, sus lemas y eslóganes retomados en coro... se ha convertido en el icono de una generación, de un movimiento a la gran consternación del poder.  

Pero para comprender el alcance de esta situación, hay que recordar que en Sudán las mujeres pueden ser arrestadas porque bailan, porque viven, porque tienen un cuerpo, porque ven a hombres que no son miembros de su familia... Estas leyes destructoras de la libertad se inspiran en la Sharía, esa lectura literal del Corán que rige las relaciones sociales.  

Omar al Bashir se vio obligado a dejar el poder y después de un pulso entre la calle y el Ejército, se estableció un Gobierno de transición. Hoy en día, está dando fuertes señales a la llamada de las calles y las demandas del pueblo. Las calles de Jartum se han convertido de nuevo en lugares de encuentro después de haber sido cerradas a sus ciudadanos.    

El pueblo sudanés recordará este mes de julio de 2020. El Gobierno de transición anuncia una batería de medidas y leyes que lo comprometen con la libertad y la democracia.  

El gran avance en cuanto a los derechos de la mujer y el respeto de su integridad física es probablemente tan esperado como la prohibición de la mutilación genital. El Consejo Soberano de Sudán ha tipificado como delito estos actos de barbarie y los delincuentes pueden ser condenados a hasta tres años de prisión.  Para que conste, el expresidente Omar al-Bashir se había opuesto a un proyecto de ley en 2015 que se ajustaba a esta prohibición. La escisión es una práctica ancestral que tiene una antigua raíz en la sociedad sudanesa y, contrariamente a lo que muchos creen, no tiene nada que ver con el islam. Es anterior al islam y se considera un rito de paso. Hoy en día, Sudán parece mirar hacia el futuro y, tras varios años de humillación, injusticia y desigualdad, se reconoce finalmente el carácter degradante de estas leyes. 

También en la esfera de los derechos de la mujer, se había abolido la ley que obligaba a las mujeres sudanesas a pedir permiso a sus parientes varones para viajar con sus hijos.  

En esta cascada de reformas y anuncios, también está la derogación de la ley contra la apostasía. Esta rescisión está, además, inscrita en el Corán donde se especifica claramente que "no hay obligación en la religión". 

El primer ministro Abdalla Hamdok acogió con satisfacción estas reformas. Así lo señaló en un tweet, en el cual dijo que no se trata de "venganza, sino de devolver la dignidad al pueblo sudanés después de años de tiranía". Es "el comienzo de una nueva era en Sudán", prometió. Además, el alcohol para los musulmanes sigue siendo una prohibición para consternación de algunos.  

En cualquier caso, un nuevo Sudán está en marcha y la voluntad de romper con el viejo régimen ha sido proclamada muchas veces. Es una época en la que "los derechos fundamentales han sido explotados, humillados y violados". Ha servido para esclavizar [a las mujeres] financiera y psicológicamente. Muchas mujeres sudanesas sufrieron daños intolerables. Les rindo homenaje", insistió el nuevo primer ministro.  

La sociedad civil sudanesa, como es lógico, ha acogido con alivio y alegría estas nuevas medidas en un momento en que el juicio del expresidente sigue su curso (se ha aplazado hasta agosto). Omar al Bashir, que comparece ante el tribunal de su país por cargos de corrupción, también debe responder por el golpe de 1989. Además, se le acusa de crímenes de guerra en el conflicto de Darfur y de crímenes de lesa humanidad. Es objeto de dos órdenes de arresto internacionales.

El ministro de Justicia de Sudán, Nasreddine Abdelbari, ha declarado que "se abolirán todas las leyes contrarias a los derechos humanos en Sudán". Esta es una tarea enorme en un país que ha vivido bajo un régimen autoritario y donde algunos actores siguen en el poder.  

El camino a la democracia es largo y lleno de escollos. El frágil equilibrio entre los civiles y el Ejército aún no se ha encontrado y corre el riesgo de romperse en cualquier momento. El Ejército, que asegura la transición a nivel del Consejo Soberano, también es conocido por su participación en las masacres de Darfur.

Es probable que la crisis económica del país, agravada en los últimos meses por la crisis sanitaria mundial, también pese sobre el equilibrio político.   

El pasado mes de junio, la comunidad internacional prometió 1.800 millones de dólares en ayuda a Jartum. "Necesitamos un Sudán estable y democrático", dijo el secretario general de la ONU, António Guterres. Es cierto que un Sudán fuerte no será un lujo para la región, que está experimentando una gran inestabilidad política.   ¿Pero este apoyo necesario de la comunidad internacional será validado por la administración Trump?  

A modo de recordatorio, Sudán figura en la lista negra de Estados Unidos, acusado de apoyar el terrorismo, lo que bloquea la inversión extranjera en el país y lo mantiene en una situación de precariedad económica.  Sudán está jugando su destino hoy. Su batalla aún no está ganada, ni a nivel nacional ni internacional.