Opinión

Últimas maniobras del 'trumpismo' para boicotear a Biden

photo_camera Donald Trump

¿Llegará Joe Biden a jurar su cargo como 46º presidente de Estados Unidos de América el próximo 20 de enero, a las 12:00 en punto, hora de Washington? Semejante pregunta carecería de toda lógica en circunstancias más o menos normales. Pero, aunque el equipo del presidente electo lo da por hecho, persisten aún serias dudas de que el todavía inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, no sorprenda al mundo con alguna actuación inesperada antes de esa fecha. 

Cierto es que, uno tras otro, los jueces han desestimado todas las demandas por presuntas irregularidades electorales susceptibles de haber alterado el resultado del 3 de noviembre. Con la misma cadencia, los apoyos de diputados y senadores del Partido Republicano han ido dejando de secundar las acusaciones de su jefe de filas, el más notable Mitch McConnell, jefe de la mayoría republicana del Senado y artífice en el pasado de todas las maniobras políticas para conformar una mayoría conservadora entre los nueve jueces del Tribunal Supremo. Sin embargo, McConnell fue tajante, una vez que los 538 representantes de los estados que componen el Colegio Electoral confirmaron el 14 de diciembre la incontestable victoria de Biden. “El Colegio Electoral ha hablado, y en consecuencia quiero felicitar al presidente electo Joe Biden”, dijo McConnell en una declaración tan escueta como determinante. Fue el punto de inflexión en el que se apoyaron los grandes dirigentes mundiales, que aún no lo habían hecho, para sumarse a la felicitación al futuro presidente, dejando prácticamente solo a Trump en sus ensoñaciones. 

Ahora bien, ¿está todo realmente decidido? Trump cree que no, y está jugando sus últimas cartas. A finales de noviembre, y con ocasión del tradicional discurso a las Fuerzas Armadas por el Día de Acción de Gracias, anunciaba que se marcharía de la Casa Blanca si el Colegio Electoral votaba por su rival, pero inmediatamente añadía una coletilla inquietante: “Creo que van a pasar muchas cosas de aquí al 20 de enero… muchas cosas”. 

El derrotado presidente ha logrado en todo caso fijar en el imaginario del 80% de sus votantes que las elecciones fueron fraudulentas y que le robaron la victoria. Semejante y estridente porcentaje, que confirman diversos sondeos, inyecta una letal dosis de veneno en quienes interiorizan esa consigna, y justifican a partir de ella cualquier asalto para “restablecer el buen orden de las cosas”. 

Intentos de involucrar a los militares

Esas bases radicalizadas están llenando las redes sociales de mensajes en los que tratan de involucrar a las Fuerzas Armadas en una operación que deslegitimaría la victoria de Biden, lo que en román paladino equivaldría a un golpe de Estado. En los reiterados llamamientos a los militares se invoca la Ley de Insurrecciones de 1807, en cuya virtud el presidente aún en ejercicio podría tomar el control y desplegar tropas en los estados en los que presuntamente perdió irregularmente. Es una excepción a la norma que prohíbe a las Fuerzas Armadas a actuar dentro del país, utilizada en muy contadas ocasiones: Guerra de Secesión y protestas raciales tras el asesinato de Martin Luther King. 

Al llamamiento y consiguientes manifiestos se han sumado en los últimos días desde exgenerales, ahora en la reserva, a algunos congresistas, como el senador por Carolina del Norte, Bob Steinburg, respaldados por un nutrido grupo de emergentes líderes locales, que se han agrupado en lo que ellos mismos denominan Movimiento Trumpista, que se dibuja cada vez más como un ala radical del Partido Republicano, llamada a ser la base de sustentación de las aspiraciones políticas futuras de Donald Trump. 

Tan estridente es el ruido mediático que están propagando estas plataformas que el Pentágono ha tenido que salir al paso. “El Ejército no tiene papel alguno en la determinación del resultado de unas elecciones americanas”, declaraban a Político el jefe del Estado Mayor, el general James McConville, y el secretario general del Ejército, Ryan McCarthy. 

Pero, si estas manifestaciones tranquilizaban, la decisión del secretario (ministro) de Defensa en funciones, Christopher Miller, de suspender hasta enero la cooperación entre el Pentágono y el equipo de transición del presidente electo ha despertado nuevas inquietudes en las filas de Joe Biden. 

Arguye Miller motivos logísticos para suspender esas reuniones, que entre otras consecuencias derivan en que no se faciliten al presidente electo los diarios informes confidenciales sobre seguridad nacional. Pretextar “exceso de trabajo” de los militares encargados de reunirse con el equipo de transición de Biden y preparar el relevo suena cuando menos muy sospechoso y extraño. Las propias redes también se hacen eco de ello, y apuntan a que esa cooperación entre administraciones presidenciales no se restablecerá, en el mejor de los casos, hasta después del 5 de enero, fecha en que se ventilan las elecciones en Georgia para cubrir los dos puestos de senador que corresponden a dicho estado. Si ambos escaños cayeran del lado republicano, el partido de Trump mantendría su mayoría en el Senado, suficiente para frenar, o incluso hacer imposible, la labor de Biden de aplicar su programa de Gobierno.