Opinión

Abiy Ahmed: Premio Nobel de la Paz 2019

photo_camera Abiy Ahmed

Por Elsa Aimé González, coordinadora del Panel de África Subsahariana de la Fundación Alternativas, profesora de la Universidad Pontificia de Comillas e investigadora del Grupo de Estudios Africanos de la UAM.  

Un año y medio después de ser nombrado primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed recibió el 100º Premio Nobel de la Paz “por sus esfuerzos para alcanzar la paz y la cooperación internacional, y en particular por su iniciativa decisiva para resolver el conflicto fronterizo con la vecina Eritrea”. En julio de 2018, tres meses después de asumir el cargo, firmó con el presidente de Eritrea, Isayas Afewerki, una Declaración Conjunta de Paz y Amistad en la que Etiopía se comprometía a implementar los acuerdos de paz de Argel del año 2000. En septiembre de ese mismo año, los dos países firmaron en Arabia Saudí un Acuerdo de Paz para el comienzo de una nueva era de paz, amistad, y cooperación. 

Aunque los avances en la paz entre Etiopía y Eritrea, con el restablecimiento de las relaciones entre los dos países, es el argumento principal ofrecido para la concesión del premio, más allá de eso la llegada de Abiy supuso un giro sin precedentes en la política etíope. Algunas de las medidas que tomó tras asumir el cargo rompían con las de sus predecesores, Meles Zenawi y Hailemariam Desalegn, y han arrojado muchas preguntas sobre el futuro del país. 
Entre otras decisiones, procedió a la liberación de los presos políticos, a negociar con los movimientos políticos de oposición armada, levantó el estado de emergencia que se había vuelto a decretar en febrero de 2018, y nombró por primera vez en la historia de Etiopía un gobierno paritario. En el plano económico ha procedido a privatizar muchas de las empresas estatales, dentro de una estrategia más amplia de reformas económicas. 

Asimismo, Abiy Ahmed también ha reactivado la política exterior etíope, no sólo con respecto a Eritrea. Se ha perfilado como un mediador en el contexto de las protestas sudanesas y un promotor junto con la Unión Africana del acuerdo que estableció un gobierno de transición en el país. Ha mostrado voluntad para resolver el conflicto con Egipto y Sudán derivado de la construcción de la Gran Presa del Renacimiento. Y ha impulsado relaciones con estados cada vez más interesados en el Cuerno de África y el continente en general, como son Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, diversificando la cartera de socios internacionales del país. 

El recorrido de Abiy ha suscitado un entusiasmo dentro y fuera del país tan espectacular que se habla de una abiymanía para referirse a ello, reflejada en la propia decisión del Comité Noruego del Nobel. De hecho, el premio se ha planteado explícitamente como un espaldarazo al primer ministro para que prosiga por esa senda. En este sentido es un premio con un claro trasfondo político. Con todo, ha generado cierta controversia, principalmente porque muchos se preguntan si no es un reconocimiento que ha llegado demasiado pronto. 

La pregunta surge de los desafíos a los que se enfrenta Etiopía en estos momentos, de los retos futuros, y también de la trayectoria política del régimen instaurado en 1994 con la adopción de la actual constitución. Desde entonces, el partido en el gobierno ha sido el EPRDF, una coalición de partidos que ha logrado centralizar el control del país pero que se ha enfrentado a un creciente cuestionamiento. Las demandas de una mayor descentralización y democratización han sido una constante. 

Particularmente a partir de 2014, las movilizaciones sociales en diferentes lugares del país lograron poner en una difícil situación al predecesor de Abiy. A pesar de no formar un frente de oposición al gobierno unido y uniforme, sin duda fueron claves para que se decidiera su nombramiento. Las medidas del actual primer ministro han sido una respuesta a las múltiples demandas sociales y han tratado de calmar los ánimos. Su propio perfil —pertenece a dos de los principales grupos étnicos de Etiopía y tiene raíces cristianas y musulmanas, militar y doctor en Paz y Seguridad por la Universidad de Addis Abeba—, parece encarnar la posibilidad de una Etiopía renovada políticamente por encima de sus divisiones y susceptible de experimentar una apertura democrática. 

Sin embargo, el primer ministro debe su cargo al partido al que pertenece, un partido dividido y en el que no todos ven con buenos ojos la transformación de Etiopía de los últimos meses. El descontento social no ha desparecido y se articula cada vez más a través de reivindicaciones nacionalistas excluyentes en las diferentes regiones del país y en la propia capital, Addis Abeba. Mientras que el restablecimiento de las relaciones con Eritrea apenas ha generado cambios en las vidas de quienes viven a ambos lados de la frontera entre los dos países. Por ello, hay aún ciertas dudas sobre cuál puede ser la evolución política del país. 

La prueba de fuego en principio serán las próximas elecciones generales, previstas para mayo de 2020. Abiy Ahmed ha afirmado su compromiso para que sean relativamente más libres y justas en comparación con las de 2015, en las que el EPRDF y sus otros partidos aliados obtuvieron del 95% de los sufragios. Para ello, Abiy ha anunciado su refundación en el nuevo Partido de la Prosperidad Etíope. Será necesario no sólo que los partidos que actualmente conforman el EPRDF acepten esa transformación, sino también que decidan dónde se situarán en el futuro, dentro o fuera de un partido unitario; y será necesario que la oposición logre sobreponerse a años de divisiones internas y persecución. 

El horizonte de los próximos seis meses parece tan incierto como prometedor. El próximo 10 de diciembre tendrá lugar la entrega del Premio Nobel de la Paz 2019. Sin duda, será interesante escuchar el mensaje político de Abiy Ahmed en su discurso de recogida.