Absuelto, Trump seguirá siendo una amenaza

Donald Trump

No está muerto para la política ni para volver a presentarse a las elecciones de 2024. La absolución por parte del Senado del expresidente Donald Trump equivale a un relanzamiento de su carrera política, demuestra que el Partido Republicano le pertenece más que nunca y alienta la polarización del país. Solo siete senadores republicanos condenaron al 45º presidente de Estados Unidos por “incitación a la insurrección”, con la consecuencia de asalto al Capitolio de Washington, sede del poder legislativo, saqueo y muerte de cinco personas. Habrían hecho falta otros diez senadores más para alcanzar los 67 necesarios para saldar con una condena el segundo ‘impeachment’ que sufre un mismo presidente en la historia del país. 

En vez de certificar su muerte política, el Senado norteamericano le puede haber dado el impulso para que vuelva a la carga, y el ahora descansado golfista Donald Trump ya lo ha dejado caer: “Nuestro magnífico movimiento histórico y patriótico ‘Make America Great Again’ (Hagamos grande América otra vez) acaba de comenzar. Tenemos muchas cosas que compartir en los próximos meses y yo ya estoy impaciente por continuar nuestra increíble aventura”. Una proclama, apenas conocido el veredicto de absolución, que enarbola como una verdadera victoria, y así será reconocida seguramente por los muchos millones de seguidores que aún siguen convencidos de que los demócratas le “robaron” la victoria electoral. No es baladí que las encuestas insistan todavía hoy en que de los 74 millones de votos que obtuvo Trump, el 66% lo cree a pies juntillas. 

La gravedad de las tensiones que se avecinan la patentizaba la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la más firme instigadora del proceso de ‘impeachment’ contra Trump, aun a pesar de que ya hubiera dejado la Casa Blanca. Sin ocultar su furia, Pelosi calificó la absolución de Trump “de uno de los días más sombríos y uno de los actos más deshonrosos” en la historia de Estados Unidos, no sin lanzar un estridente calificativo de “cobardes” a los senadores del Partido Republicano, parapetados tras el formalismo de la presunta inconstitucionalidad de juzgar a un presidente, “para no condenar a alguien que incita a una insurrección que mata a personas en el Capitolio”. 

Los que nadan y guardan la ropa

A buen seguro que Pelosi, cuando lanzaba tal acusación de cobardía, tenía en mente, entre otros, al propio jefe de los republicanos en el Senado, el viejo zorro Mitch McConnell, que en un alarde de experiencia política hizo a Trump “responsable moral de los sucesos del 6 de enero”, en base a que “el hombre más poderoso del planeta había atiborrado de mentiras a los que asaltaron el Capitolio”. Una requisitoria que tuvo como reverso su voto en favor de la absolución aduciendo la supuesta incompetencia del Senado para juzgar a un expresidente. El veterano senador por Kentucky no parece dispuesto a ceder su puesto, e incluso juega también con la posibilidad de que Trump vuelva a la palestra y cuente con él. 

Es evidente que el Partido Republicano sale bastante herido de este debate, de manera que el prietas las filas que exhibió durante el mandato de Trump podría haber terminado en desbandada de haberse producido la condena del Senado. Como ello no ha ocurrido, lo previsible es que los ‘traidores’, es decir los que han votado en favor del ‘impeachment’ sufran el anatema de los conservadores más trumpistas. La depuración será seguramente inmediata, y entre las primeras víctimas estará sin duda la diputada Jamie Herrera Butler, una de las diez votantes de la Cámara de Representantes en favor de que se juzgara a Trump, y propagadora de la conversación muy subida de tono entre el propio Trump y el jefe de filas republicanas en la Cámara Baja, Kevin McCarthy. 

Si el liderazgo de Trump, reforzado por su segunda absolución, se consolida en el Partido Republicano, el partido tomará previsiblemente el rumbo hacia el extremismo ultraconservador. Mucho y bueno tendrá que hacer el actual tándem presidencial Joe Biden-Kamala Harris, para reencauzar los valores tradicionales que construyeron la grandeza y el enorme “poder blando” de Estados Unidos en el mundo. Tienen apenas dos años para lograrlo, hasta las elecciones de mitad de mandato, en que se renovarán toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. Si no lo consiguen, un Trump, reconvertido en mártir de “la peor caza de brujas en la historia de América”, tendrá muchas posibilidades de ser también el 47º presidente de Estados Unidos.  

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