Acabar con el populismo

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Donald Trump pasará a la historia por algunas actitudes extravagantes a la hora de gobernar los Estados Unidos de América durante cuatro años, pero, sobre todo, por encarnar el populismo en el poder. Seguro que nos acordaremos del uso de twitter para anunciar decisiones relevantes como el cese escalonado de altos cargos de la administración pero no debemos quedarnos en lo anecdótico, hay que valorar la trascendencia de su comportamiento porque afecta gravemente a los principios y valores de la democracia de corte liberal emanada tras la Segunda Guerra Mundial y que ha servido como base de la convivencia y tolerancia en cada país y como referencia imprescindible de la paz a nivel internacional. 

Podemos analizar algunos aspectos cruciales de la administración Trump: el proteccionismo a ultranza que ha dinamitado las reglas del comercio internacional con sanciones y aranceles abusivos; el abandono del multilateralismo en las relaciones internacionales ha provocado crisis graves de credibilidad y confianza entre países socios y aliados y en organizaciones clave como la OTAN; la salida de los acuerdos de París sobre el Cambio Climático o del programa nuclear de Irán ha propiciado incertidumbre e inestabilidad; la política de inmigración ha afectado negativamente a miles de personas de varios países; el error al abordar las tensiones raciales en varias ciudades norteamericanas por casos aislados de brutalidad policial y no afrontar el problema sistémico de la discriminación racial ha incrementado la violencia en las calles; la nefasta gestión de la pandemia del coronavirus al negar su riesgo y asumir la muerte de más de 230.000 personas y su profundo impacto en la economía causando 30 millones de parados. Todos estos factores de la vida en Estados Unidos, entre otros, han provocado que Donald Trump perdiera las elecciones para renovar su mandato al frente de la Casa Blanca. Y el colofón de sus ataques contra la democracia desde su populismo y demagogia habituales se han producido al negarse a reconocer la victoria electoral de su adversario demócrata, Joe Biden, y acusar, sin pruebas, al sistema electoral de haber permitido un gran fraude. Se han recontado los votos en los estados clave y no hay fraude pero Trump ha inoculado la duda, la desconfianza de muchos de sus votantes hacia el sistema pretendiendo la defensa del líder, del populista que siembra demagogia entre los ciudadanos para mantener el poder a toda costa.

La situación es grave porque, a pesar de todas las mentiras y despropósitos, Trump ha conseguido muchos millones de votos. No sucede solo en Estados Unidos. Ocurre desde hace años en Rusia Venezuela, Brasil o el Reino Unido. Es una clara advertencia a la democracia liberal de la necesidad de cubrir las necesidades de los ciudadanos para evitar que los populistas lleguen al poder y pongan en grave riesgo la democracia liberal.

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