Adiós a Sheldon Adelson, el megafinanciador de Trump y Netanyahu

Donald Trump y Sheldon Adelson

En España se le conocía por haber encarnado una segunda versión de Bienvenido Míster Marshall, aunque mucho más frustrante y deprimente que la inmortal cinta de Berlanga. El judío norteamericano Sheldon Adelson, fallecido de un linfoma a los 87 años, ilusionó a no pocos españoles y a muchos madrileños con su proyecto de Eurovegas, un enorme complejo de casinos, hoteles y centros de ocio que debería asentarse en terrenos de Alcorcón, convirtiendo a ese pueblo de Madrid en una reedición de Las Vegas o Macao

Aquel sueño, que iba a crear más de 100.000 empleos directos e indirectos y una gigantesca actividad económica equivalente al 10% del PIB de la Comunidad de Madrid, nunca llegó a realizarse. Entre otras razones, porque tenía muchas trampas; la principal convertir aquel supuesto paraíso en un territorio off-shore en el que no rigieran las mismas leyes que obligan a todos los españoles, desde las laborales a las fiscales, pasando por excepciones tan estridentes como el permiso de fumar en la totalidad del complejo, tanto en zonas cerradas como al aire libre. 

Cuando casi había embaucado a buena parte de las autoridades españolas y había hecho concebir múltiples fantasías a cientos de miles de jóvenes, Adelson los despertó abruptamente. Exigía, además, cuantiosas inversiones en infraestructuras de acceso y consolidación a su complejo a cargo de los españoles. Su aportación financiera se reveló cuando menos ínfima, y los inversores anglosajones que también había prometido traer consigo a tan gigantesco proyecto se esfumaron. Como en la gran obra de Berlanga, Sheldon y los sueños pasaron de largo, dejando una vez más el sentimiento de frustración y mal fario que tan a menudo acompaña a los españoles. 

Había no obstante muchos motivos para creerle. En 2012 Sheldon Adelson era un multimillonario, cuyas donaciones al Partido Republicano de Estados Unidos eran ya legendarias. Fue uno de los grandes donantes a la campaña de George W. Bush, que ganara finalmente la presidencia al demócrata Al Gore por apenas el medio millar de votos de diferencia en Florida tras un recuento interminable. Peor le fue su inversión de 100 millones de dólares para que Mitt Romney impidiera la victoria de Barack Obama en 2012. No así en cambio en 2016, cuando tras algunos titubeos sobre los candidatos republicanos decidió primar con decenas de millones la campaña electoral de Donald Trump, en el que vio la mejor encarnación de sus propias ideas. 

Nacido en la zona pobre de Dorchester en 1933, este hijo de taxista lituano y costurera galesa, al que su “religión [judía], educación y pobreza cerraba muchas puertas, decidió abrirlas no sólo a través de los negocios sino sobre todo mediante la compra o lanzamiento de medios de información, “que cambiaran la opinión sobre mi persona”. 

Moviendo los hilos en Washington y Jerusalén

Tras crear decenas de negocios que le habían convertido en millonario antes de cumplir los treinta años, Adelson se centró en las expos y los casinos creando su gran empresa, Las Vegas Sands Company, el mayor gigante del sector del juego. Su fortuna, estimada en 36.000 millones de dólares, llegó a ser la vigésima del mundo en 2018. 

Pero, más allá de la ruleta y otros juegos de azar, Sheldon Adelson ha ejercido una influencia considerable en la política tanto de Estados Unidos como de Israel. Sus cuantiosas donaciones y respaldo a Donald Trump y a los candidatos republicanos para las elecciones legislativas intermedias de 2018, han acentuado el escoramiento del GOP hacia la extrema derecha.

Lo mismo cabría decir de su firme respaldo a Benjamin Netanyahu y a todas sus iniciativas. Ambos se conocieron cuando Netanyahu era el embajador de Israel ante las Naciones Unidas. Adelson le sostuvo política y financieramente para que accediera a la jefatura del Gobierno de Israel en 1996. Nunca decaería ese respaldo, que reforzó en 2007 lanzando el periódico Israel Hayom en 2007, tan descaradamente partidista que aliados de Netayanhu como Avigdor Lieberman y Naftali Bennett lo tildaron de “nuevo Pravda”. En el Tribunal Supremo israelí se llegó a demostrar que el primer ministro daba órdenes directamente al director del periódico. 

Adelson nunca se avergonzó de poner su dinero y medios de comunicación al servicio de causas como la multiplicación de los asentamientos judíos en Cisjordania, el traslado de la embajada norteamericana en Israel de Tel Aviv a Jerusalén o la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear suscrito con Irán. Con respecto a Teherán, el multimillonario tenía una especial fijación porque “una bomba atómica aniquile ese infecto régimen teocrático”. Seguramente, esa inquina se vio atizada desde que un ciberataque contra sus casinos en 2014, supuestamente lanzado por jaqueadores iraníes, le provocó 40 millones de dólares en pérdidas. 

Nunca ocultó la radicalidad de sus opiniones con argumentos tales como que “no pienso que la Biblia diga nada acerca de la democracia… de manera que si Israel deja de ser un estado democrático, ¿pasa algo?”. Este es, pues su legado. Deja viuda, Miriam Adelson, que vive en Israel, y que es ya la mayor fortuna del país. Y cuatro hijos, que aspiran a prolongar y obviamente a honrar la memoria de su padre.  

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