Opinión

Amenaza de balcanización en el norte de África

Javier Fernández Arribas

Pie de foto: El Mediterráneo desde el interior de la cueva de Hércules en Tánger.

Cada día es más evidente la necesidad de contar y de conocer lo que pasa en cada una de las dos orillas del Mediterráneo para calibrar adecuadamente la dimensión de los acontecimientos. El norte de África es una región estratégica para España, para Europa y para el mundo, pero en demasiadas ocasiones da la impresión de que no existe la atención debida por parte de los dirigentes políticos para estar al tanto de la situación y adoptar las medidas necesarias, quizá sería mejor decir imprescindibles para atajar el fuego cuando todavía puede ser controlado y evitar grandes daños o mayores de lo que se ha registrado por el momento.

La serie de conflictos que se viven y se sufren en los distintos y diversos países del norte de África reclaman una política clara y solvente por parte de los vecinos del norte que ahora mismo están más enfrascados en sus luchas internas por colocarse en el poder que en los asuntos que realmente tienen trascendencia. Es el caso de España donde la investidura del nuevo presidente va para largo desde que los españoles votaron el 28 de abril. En la Unión Europea los plazos están más tasados, aunque los cambios electorales han volteado las mayorías habituales y la lucha por el poder entre conservadores, socialdemócratas, liberales y verdes provocaron intensas negociaciones con cambios notables en las previsiones por la elección como presidenta de la Comisión Europea de la alemana Úrsula Von der Leyen.

Savia nueva para una organización supranacional que tiene tantos intereses que atender y que debe afrontar la defensa de principios y valores esenciales para su propia supervivencia frente a los populismos y nacionalismos con discurso fácil y demagogo que buscan alzarse con el poder para servirse groseramente de las instituciones. Es cierto que algunos conflictos en algunos países del norte de África no datan de estos días, como, por ejemplo, el caso de Libia, país rico en petróleo y estado fallido actual donde las milicias islamistas campan a sus anchas dando cobertura a las mafias de tráfico de personas, de drogas, de armas y creando una situación más que delicada. Además, se produce un enfrentamiento entre Francia e Italia por el apoyo a distintos sectores del poder.

Roma se decanta por el gobierno auspiciado por Naciones Unidas con el apoyo de diversas milicias mientras París daba cobertura al mariscal Jalifa Hafter, decidido con su ofensiva sobre Trípoli a acabar con el estado de caos y enfrentamiento constante que impide la más elemental estabilidad para emprender la recuperación económica, política y social de un país donde las estructuras del Estado han desaparecido, aunque fueran tan cimbreantes como le interesaba al dictador depuesto y asesinado Muamar Gaddafi. Libia es el centro de operaciones y entrenamiento de varias milicias islamistas que tienen sus grupos afines en diversas zonas del Sahel con Mali como principal país objeto de constantes ataques terroristas y donde la presencia militar europea, encabezada por Francia y con España para la formación de cuadros militares, no logra mantener el control y la seguridad.

Ese foco de conflicto sirve para los grupos que en las últimas horas han vuelto a atentar en Túnez causando victimas mortales con el objetivo de desestabilizar al gobierno y creando con su acción terrorista un daño grave para el turismo que es una de las principales fuentes de ingresos tunecinos. Además, la muerte del presidente Beji Caïd Essebsi, el gran piloto de la transición inacabada con la Constitución de consenso, provoca un vacío que deber ser resuelto con prontitud y solvencia con las elecciones presidenciales.  En otros dos países vecinos de la región, Argelia y Sudán, se viven momentos críticos en el devenir de los movimientos de protesta populares que han logrado la salida del poder del ya expresidente argelino, Abdelaziz Buteflika, y del sudanés, Omar al Bashir.

Los dos procesos parecía que llevaban un desarrollo paralelo en sus protestas contra los regímenes autoritarios: ausencia de violencia. Sin embargo, en Jartum, el desalojo de los manifestantes acampados durante semanas en el centro de la ciudad causó docenas de muertos. Afortunadamente, las multitudinarias protestas en Argelia no han sido reprimidas con violencia, aunque se cuestiona que personas del antiguo régimen de Buteflika sean las que pretendan ahora liderar el proceso hacia su propia democracia. Incertidumbre, preocupación para los demás países de la región.

Por un lado, Egipto que supera poco a poco las consecuencias de un gobierno islamista que colocó en graves problemas económicos, sociales y políticos al país, donde millones de personas reclamaron el golpe de estado que acabó con el gobierno del recientemente fallecido Mohamed Mursi y el nuevo régimen del presidente Al Sisi. Por el otro extremo, Marruecos continua con su desarrollo económico que le permite estos días inaugurar la nueva fase del puerto de Tánger, el Tanger Med 2, con una mayor capacidad para buques y mercancías y con la puesta en práctica de un servicio social civil, que incluye a las mujeres, que busca una mayor y mejor integración de la juventud marroquí. Completa el cuadro, el nuevo presidente de Mauritania, Mohamed Oud Ghazouani, con planteamientos nuevos sobre el Sáhara.