Autonomía estratégica: no sin un Ejército europeo

Army European Union

Desde que Josep Borrell asumió el cargo de Alto Representante de la Unión Europea, se marcó como objetivo el lograr la autonomía estratégica de la Unión. Es este un concepto difícil de concretar, y que tiene diferentes interpretaciones, pero que tomó un nuevo cariz cuando, a raíz de la situación en Afganistán, Borrell afirmó que “ya quisiéramos ahora tener capacidad de actuar por nuestra cuenta, tener una fuerza militar capaz de movilizarse como los americanos movilizan la suya", abriendo así el debate sobre la posibilidad de crear un Ejército europeo.

La salida de las tropas internacionales de Afganistán, y la consiguiente toma de poder por parte de los talibanes, ha dado pie a un sinfín de opiniones sobre qué se hizo mal y las consecuencias que conllevará tanto para el país, como para el resto del mundo. No es para menos. Para la Unión Europea, es una llamada de atención, y presenta la oportunidad de comenzar a replantear la postura común respecto a la política exterior y de defensa de la Unión. Una de las conclusiones a las que llega el Alto Representante en su análisis de la intervención en Afganistán es la importancia de alejarse de un modelo de cooperación militar entre los Estados miembro de la UE, para promover en cambio un modelo de integración. El objetivo: lograr que la Unión tenga la capacidad para actuar rápida y autónomamente en situaciones críticas como las que se han vivido en Kabul en las últimas semanas.

Uno de los grandes retos a los que se enfrenta la Unión Europea en su intento por alcanzar la autonomía estratégica es la dificultad a la hora de actuar en materia de política exterior y defensa. Para la adopción de cualquier decisión en el Consejo es necesario que esta sea unánime entre todos los Estados miembros. Es por tanto un asunto que queda en manos de estos, mientras que la Unión Europea no tiene capacidad propia para tomar ninguna iniciativa, más allá de presentar propuestas o sugerencias. Ante este obstáculo, la predecesora de Borrell, Federica Mogherini, propuso la llamada “cooperación reforzada”, un instrumento que permite operar conjuntamente a aquellos Estados miembros que quieran, dando un paso adelante hacia una mayor integración en política exterior y de defensa.

El año pasado, los ministros de Defensa de la UE fueron más allá al comenzar la elaboración del “strategic compass” o “brújula estratégica” de seguridad y defensa, que aún se está debatiendo y que tiene como objetivo definir una estrategia común frente a las principales amenazas y riesgos para la UE, así como establecer el tipo de actor internacional que pretender ser. Uno de los temas que más ha surgido de este debate es la posibilidad de crear batallones europeos que puedan ser desplegados en situaciones de emergencia. Es decir, un embrión de Ejército europeo.

La creación de unas Fuerzas Armadas europeas es un tema que lleva años encima de la mesa, y que, sin embargo, se ha considerado utópico hasta ahora. Su desarrollo es sin duda un reto para la UE, ya que es un proyecto que se enfrenta a las reticencias de algunos Estados miembros, mientras que otros, como Francia o Alemania, lo han promovido a lo largo de los últimos años. Emmanuel Macron consideró que es fundamental crear “un verdadero Ejército europeo”, una idea que apoyó Angela Merkel, considerando que es necesario para que la UE tenga “su destino en sus manos”. Las palabras de la canciller alemana lo dejan claro: la autonomía estratégica pasa por tener un Ejército europeo.

Una de las razones por las que es urgente avanzar hacia la integración de las Fuerzas Armadas de los Estados miembros es la importancia de que el poder militar de la Unión deje de estar supeditado al de Estados Unidos. Hasta ahora, Estados Unidos ha llevado la voz cantante en las relaciones internacionales, así como en el seno de la OTAN. La UE debe demostrar que no solo tiene la capacidad, sino también la voluntad, de ser un actor militar relevante en el panorama internacional. El desarrollo de unas fuerzas militares integradas que puedan hacer frente, de manera rápida y eficaz, a cualquier amenaza o riesgo que depare el futuro, es fundamental para recalcar la posición de la UE en un mundo cada vez más multipolar. La situación que se ha vivido en Afganistán en las últimas semanas es evidencia de la falta de autonomía de la Unión. En un artículo publicado en el New York Times sobre la salida de las tropas internacionales de Afganistán, Josep Borrell afirmaba que, “al final, el plazo y la naturaleza de la retirada se fijaron en Washington. Los europeos nos encontramos -no sólo en lo relativo a las evacuaciones del aeropuerto de Kabul, sino en general- dependiendo de las decisiones estadounidenses”.

La Unión Europea debe dejar de depender de Estados Unidos. Sin embargo, esto no implica que no sea más importante que nunca reforzar la cooperación con la OTAN. En este sentido, los Estados miembros que pertenecen a la Alianza atlántica deben incrementar su compromiso con la organización, para situarse así en un plano de igualdad con Estados Unidos, que es actualmente el país que más fondos aporta. En palabras del Alto Representante: “Los sucesos de Afganistán han sido estremecedores. Pero deben llevarnos a profundizar, no a dividir, la alianza con Estados Unidos. Y para reforzar nuestra cooperación, Europa debe dar un paso adelante”.

Una de las grandes ventajas que conlleva la integración de los Ejércitos nacionales es una reducción del gasto en materia de defensa por parte de cada Estado miembro, ya que se evitarían las duplicidades tanto en las cadenas de mando, como en la compra de material logístico y armamentístico. Con una sede única, la comunicación con otras organizaciones, entre ellas la OTAN, sería mucho más fluida. El desarrollo de unas Fuerzas Armadas europeas contribuiría por tanto al fortalecimiento de la OTAN y, según Borrell, a la mejora de las relaciones con Estados Unidos, ya que cualquier alianza necesita de recursos y confianza política.

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