Opinión

Bernabé López García: o cuando los estereotipos populares anulan la erudición objetiva

La entrevista de Francisco Carrión al arabista español Bernabé López García, publicada en El Independiente del 14 de marzo de 2023 bajo el título “A Marruecos tanta euforia le saldrá cara; su situación es complicada” pone sobre la mesa un interesante debate en torno a cuestiones que tienen que ver con las relaciones de Marruecos con España, el Sáhara Occidental y toda la región del Norte de África Occidental y el Mediterráneo Occidental. Contiene tesis que invitan a la reflexión, pero no le falta su parte de contradicciones y tergiversaciones. Esto es tanto más interesante cuanto que procede de un erudito arabista, supuestamente una autoridad en cuestiones marroquíes y árabes en España. 

Por otra parte, el entrevistador, Francisco Carrión, que defiende las posiciones de Argelia y el Frente Polisario y suele escribir artículos que ponen a Marruecos bajo una mala luz, ha orientado con éxito el debate de modo que muestra a Marruecos como autoritario, no democrático y no merecedor de salvaguardar su unidad territorial, algo sobre lo que Bernabé López García, el erudito, parece sentirse cómodo corroborando. ¿Podemos hablar de una connivencia tácita entre entrevistador y entrevistado por la que la verdad y la objetividad se ven comprometidas en aras de confirmar estereotipos habituales sobre el “vecino del sur”, como lo llaman los españoles? Así parece, a la vista de cómo se desarrolló la entrevista. 

Sorprende que Bernabé López García, al que algunos en España y en Marruecos llaman “un respetado estudioso” del Magreb y del mundo árabe, emita juicios de valor de carácter general e injustificados por la realidad. Que diga que no cree en la élite marroquí es algo impropio de un profesor universitario; en España, esos juicios suelen venir de comentaristas de televisión o periodistas que repiten juicios sin fundamento sobre Marruecos; estos “líderes de opinión” se niegan a deshacerse de la habitual retórica “antimoro” y nunca intentan comprender a sus vecinos del sur por lo que son. Pero viniendo de un arabista, resulta también extraño, pero chocante. 

Bernabé López García ha sido un estudioso del duro trabajo de la élite marroquí para conseguir la independencia de Marruecos, y ha sido un testigo cercano de su resistencia contra las fuerzas tiránicas dentro del sistema durante lo que se llama “los años de plomo” (años de opresión), y de su diestro éxito en conseguir una transición suave y exitosa entre el reinado de Hasán II (1961-1999) y el nuevo reinado de Mohamed VI a finales de los noventa y principios de los 2000.  No se trata de pequeñas hazañas, sino de grandes logros de la élite marroquí. Bernabé López García también podría atestiguar que es esta misma élite la que hizo posible el éxito del Comité de la Verdad y la Reconciliación (un modelo en justicia transicional) y negoció la nueva Constitución de 2011 y supervisó su difícil aplicación. ¿Se trata de una élite de la que desconfiar o a la que despreciar?  No lo creo. 

¿Puede un académico arabista recurrir a juicios de valor olvidando que la élite española tardó más de 80 años (con un intervalo autoritario durante el franquismo) en establecer una democracia que funcionara (de 1889 a 1975)? La democracia es históricamente un largo proceso que se construye a través de avances parciales, como ocurrió en la mayoría de los países occidentales; en el caso de Marruecos, lo que un erudito debería decirnos es qué se ha conseguido y qué queda por construir. El Marruecos del siglo XXI es muy diferente del Marruecos de los años 60 o 70 del siglo XX. Se han hecho progresos notables y Bernabé López García lo sabe muy bien; son lentos, sí, pero es una elección que han hecho los marroquíes: ir despacio y progresar poco a poco y esa elección debería ser respetada, sobre todo por los estudiosos que, normalmente, miran a lo grande, desde una larga perspectiva histórica.  

Además, la tesis principal de la entrevista de Bernabé López García es que, a menos que Marruecos sea plenamente democrático, no se puede confiar en él si da garantías sobre la autonomía del Sáhara Occidental dentro de la soberanía.  Esto no sólo se basa en una falacia, sino que no está justificado ni por el derecho internacional ni por la historia. La democracia nunca se ha estipulado como condición para alcanzar la integridad territorial y la unidad. Cuando se inició el orden westfaliano en 1648, ninguno de los países europeos era democrático, pero, aun así, negociaron un estatuto de Estado-nación. Las Naciones Unidas no ponen como condición que los países sean democráticos si quieren salvaguardar su soberanía. Vincular la democracia a las reivindicaciones de soberanía es un engaño retórico, por lo que Bernabé López García parece, en mi opinión, más empeñado en criticar al régimen marroquí que en contribuir, como académico, a encontrar una solución al conflicto. La unidad territorial es un derecho de los pueblos, no de un sistema político.

La teoría que afirma que los designios de Marruecos sobre el Sáhara Occidental son un deseo expansionista del régimen y no del pueblo marroquí (avanzada por la élite política argelina y repetida incuestionablemente por los medios de comunicación españoles) es simple y completamente falsa. Un estudioso como Bernabé López García debería saberlo. También debería saber que, si hay una cuestión que movilice a todos los marroquíes, con muy pocas excepciones, es la marroquinidad del Sáhara Occidental. 

Por eso Bernabé López García cae en contradicciones inoportunas: incita al Frente Polisario a “posponer el sueño” (como los vascos y los catalanes) y volver a unirse a Marruecos y trabajar desde dentro para conseguir verdaderos logros de desarrollo, al tiempo que dice que no se puede confiar en que Marruecos cumpla su compromiso si se acepta el plan de autonomía bajo soberanía.  Por un lado, predica el enfoque fragmentario y, por otro, pone la democracia como condición para la opción de la autonomía dentro de la soberanía. Esto no es sólo una aporía teórica, sino un verdadero callejón sin salida política que los académicos deberían evitar normalmente. 

Por último, Bernabé López García afirma que para que España confíe realmente en Marruecos, este último debería mejorar su imagen entre la opinión pública española. Yo diría que esta afirmación no es más que una osadía. Los líderes de la opinión pública española no dejan de repetir estereotipos sobre Marruecos, sin verificarlos ni entablar discusiones y debates con los marroquíes de su entorno; sin embargo, según Bernabé López García, corresponde a los marroquíes esforzarse por convencer a los españoles de que sus estereotipos sobre los marroquíes son falsos. 

Por ejemplo, muchos líderes de opinión pública en España piensan que las reivindicaciones territoriales de Marruecos son prueba de sus designios expansionistas de reinventar el Gran Marruecos histórico. No se aporta ninguna prueba que corrobore tal afirmación. También piensan que los marroquíes desempeñaron un papel importante ayudando a Franco a ganar la Guerra Civil contra los republicanos, cuando Marruecos era entonces una colonia de Francia y España. Y piensan que Marruecos aprovechó el vacío de poder cuando Francisco Franco yacía moribundo en 1975 para recuperar el Sáhara Occidental, mientras que la muerte de Franco simplemente coincidió accidentalmente con la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia sobre el Sáhara Occidental el 16 de octubre de 1975 (cuando Hasán II declaró la Marcha Verde). En todo caso, corresponde a la propia élite española despojarse del lastre y prescindir de la retórica de estereotipar al otro y avanzar hacia una interacción más constructiva y “vecinal” con los marroquíes, y no al revés. Aquí es donde estudiosos como Bernabé López García podrían desempeñar un papel vital. No he visto que esto se exprese en ninguna parte de la entrevista con El Independiente. 

Por lo tanto, creo que la entrevista de Bernabé López García plantea ideas interesantes, pero me temo que esas mismas ideas estaban empañadas por tergiversaciones y juicios de valor injustificados. Lo que resulta inquietante es que las trampas políticas y teóricas de la entrevista provengan de un académico arabista, que se supone que sabe más. Si Bernabé López García se permite afirmaciones injustificadas, qué dirían los simples blogueros o periodistas a los que simple y cotidianamente se alimenta con ideas erróneas y tópicos sobre los “moros”, “el vecino del sur”, el “régimen autoritario”, la “amenaza expansionista del sur”.  

Siempre he pensado que la condición de erudito consiste en elevarse más allá de la doxa general, más allá de las creencias e ideas populares; un erudito lidera cuestionando lo que el populacho aprecia profundamente. Altera la comodidad intelectual y la complacencia de los estereotipos y los clichés. Esperaba eso de un erudito como Bernabé López García. Por desgracia, me ha decepcionado.