Opinión

Biden sobre el terreno

photo_camera Atalayar_Joe Biden

Dejando al margen las razones tácticas y de inteligencia, el ataque de Estados Unidos contra un convoy de las milicias pro - iraníes que combaten en Siria conlleva varios mensajes políticos en su trayectoria. El más claro es que el nuevo presidente Joe Biden ya ejerce como comandante en jefe del ejército norteamericano y que el general Austin está al mando del Pentágono. Es una fórmula bien conocida y que los americanos utilizan con frecuencia. Un ataque que responde a motivos obviamente militares, - en este caso, se trata de una respuesta a un ataque previo a la base americana de Erbil, situada en la región kurda semi autónoma de Irak, por parte de alguno de los grupos operativos de los mercenarios afines a Teherán -, pero que advierte a los implicados en el conflicto, especialmente Irán, y en líneas generales a la sociedad internacional, que la capacidad política y estratégica de Estados Unidos está permanentemente activada y perfectamente preparada después de la compleja transición de poder en Washington tras las elecciones presidenciales. 

Joe Biden consigue además dar la vuelta a su imagen de falta de energía y a la posibilidad de identificarse como un presidente de transición, en un mandato tan determinante como el actual en donde Estados Unidos va a poner sobre el terreno de la diplomacia y la política exterior, su capacidad de ejercer un renovado liderazgo, más activo y determinante, en Oriente Medio, en Asia Pacífico y en líneas generales en la totalidad de las relaciones internacionales. El ataque fulminante y, desgraciadamente, con 22 víctimas mortales recoge además las indicaciones de la estrategia de seguridad nacional de 2017, aún no renovada, que promueve la predictibilidad estratégica pero la impredecibilidad operativa, tal y como ha puesto de manifiesto esta acción. 

A algunas cancillerías, naturalmente al Kremlin y a determinados demócratas y trumpistas que pensaban que Biden iba a ser una especie de Ocasio Cortez izquierdista y con canas, les ha cogido el ataque por sorpresa. Pero el hecho de asumir la presidencia de Estados Unidos no significa hacerse cargo de un organismo solidario o humanitario sino, por desgracia, también del ejército más letal de la historia que se encuentra implicado, lamentablemente, en conflictos tan devastadores y multilaterales como el de Siria, donde también actúan o han actuado, rusos, turcos, saudíes, israelíes, iraníes, milicianos kurdos e iraquíes, terroristas y el Daesh. Todos ellos, todos, realizando acciones por sorpresa con varios centenares y miles de víctimas y no siempre contra objetivos militares o de combate sino contra civiles en ocasiones. Y con armas no convencionales. 

La realidad es dura de asimilar cuando entramos en el terreno de la guerra. Pero es aún más de difícil de comprender cuando permanecemos impasibles en los basureros de la demagogia. Si Estados Unidos ha actuado correctamente en el ataque realizado en Siria es una cuestión interpretable. Pero el acierto del presidente Biden de fortalecer la posición norteamericana al frente de las democracias liberales, de recuperar las alianzas con Europa y los aliados asiáticos y de asumir el liderazgo en la política internacional es incuestionable.