Bielorrusia: en Europa también se lucha por la democracia

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Este verano, Cuba está de actualidad por las reclamaciones de libertad y democracia de sus ciudadanos ante las penurias económicas ya existentes, las cuales se han recrudecido con la COVID. De esta manera, Cuba se suma, con Venezuela, Colombia y Chile a la lista de los países latinoamericanos donde en los últimos años ha habido protestas populares en favor de la democracia.

Sin embargo, hace un año estas reclamaciones se concentraron en un país del continente europeo (sí han leído bien, Europa): Bielorrusia. El mes que viene hará un año desde que se celebraron las elecciones presidenciales en este país tapón entre Rusia, la UE y la OTAN (limita al oeste con Polonia y los Países Bálticos), además de limitar al sur con Ucrania, actual campo de batalla entre Moscú y Occidente.

Como dije, hace un año que muchos descubrimos este país y a su líder, Alexander Lukashenko, un señor con cara de pocos amigos y un gusto por el espectáculo y la provocación (¿recuerdan el momento en el que bajó del helicóptero con un kalashnikov en la mano tras haber sobrevolado las manifestaciones contra su reelección?) 
¿Quién es Lukashenko y cómo llegó al poder?, ¿es realmente amigo de Rusia?, ¿quiénes son aquellos opositores a los que detiene, como el abogado Roman Protasevich, cuyo avión fue desviado en mayo de este año? Respondiendo a estas preguntas, entenderemos mejor la realidad bielorrusa más allá de los estereotipos tradicionales que afectan la visión occidental del Este de Europa.

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Alexander Lukashenko es el ejemplo más fidedigno de un líder a la soviética. Antiguo dirigente de un koljoz (las granjas estatales soviéticas) y uno de los pocos líderes que votaron en contra de la disolución de la URSS, llegó al poder en 1994 con una vehemente campaña contra la corrupción de la élite de la joven Bielorrusia. Jugó también a su favor la nostalgia por el orden de los tiempos de la Unión Soviética, pues de todas las repúblicas europeas que formaban la URSS1, era en Minsk donde había mayor apego hacia la hoz y el martillo, al contrario que sus vecinos. Lukashenko ha sabido explotar este sentimiento, erigiéndose como garante del orden frente al caos que (a sus ojos) supondría una transición democrática. Ejemplo de este pensamiento es el hecho de que se nombró a sí mismo batka (padre) de los bielorrusos, como si él sólo supiera lo que mejor convenía a sus ciudadanos (como vemos, buen padre no ha sido).

Su gusto por los tiempos de la URSS nos lleva a preguntarnos sobre sus relaciones con Moscú, especialmente si es amigo de Putin, con el cual comparte la alergia hacia cualquier atisbo de democracia y el gusto por el poder. A primera vista podría decirse que ambos son buenos socios, ya que es muy común verlos reunirse en Sochi (en la costa del mar Negro ruso) paseando y jugando al hockey sobre hielo2. Detrás de este bucolismo se esconde una relación de antagonismo mutuo y dependencia. Como dijimos antes, Bielorrusia es un país con una posición estratégica clave tanto para Moscú como para Europa, pues actúa de colchón entre ambos. Además, existe un acuerdo para una unión entre ambos países, firmado en 1999. Esto no significa que Lukashenko -que como hemos visto le gusta el poder- quiera unirse a Moscú. Es más, desde que Putin llegó al Kremlin, es cada vez más reacio a ejecutar el acuerdo. Es importante recalcar que el año en el que se firmó el pacto (1999), Rusia estaba aún gobernada por el débil Yeltsin, mientras que Lukashenko se encontraba aún en los albores de su dictadura de facto. Lukashenko pensó que podría mantener el poder sin acabar convirtiéndose en una marioneta de Moscú. Con Putin la situación se ha revertido, y para complicar aún más las cosas, Moscú parece cada vez más interesado en la idea de la unión, tanto para reforzar su debilitada popularidad dentro de Rusia como para amenazar aún más a la OTAN, pues la hipotética fusión pondría tropas rusas directamente en las fronteras polacas y bálticas.

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Para contrarrestar el abrazo del oso, Lukashenko ha jugado al doble juego de ser amigo de Occidente y Rusia cuando las cosas le iban mal con uno. El año 2020 ejemplificó esto: en junio, se llegó a un acuerdo con Bruselas para facilitar los visados a ciudadanos bielorrusos que desearan entrar en territorio comunitario3. Las tornas cambiaron a partir de agosto de ese año, con Lukashenko acercándose otra vez a Moscú, como se vio el 29 de mayo del 2021 con la tradicional foto entre “hermanos” en Sochi, al poco de ocurrir el incidente con Protasevich. Las sanciones que ha impuesto la UE indican que Minsk mantendrá la “amistad” con Moscú, aunque habrá que ver qué ocurre en lo que queda de año, pues puede haber sorpresas.

El arresto de Protasevich demuestra que la oposición en Bielorrusia sigue activa, a pesar de la feroz represión que sufrió tras las elecciones de agosto del 2020. Lo que sorprende es su capacidad para reorganizarse frente a la adversidad, pues Svetlana Tijanovskaya, la cara más visible de la oposición a Lukashenko, era una simple madre y profesora de inglés, no interesada en la política. De hecho, el único vínculo que tenía contra Lukashenko es que su marido, Serguei Tijanovski, es un conocido youtuber y activista detenido en mayo de 2020. Fue su detención la que propició su entrada en política, sobre todo al contactar con mujeres en la misma situación que ella, como la activista Maria Kolesnikova y Veronika Tsepkalo (esta última esposa de Valeri Tsepkalo, otro crítico de Lukashenko al que se le impidió presentarse a las elecciones).

Pero este gesto ha tenido un precio muy elevado, pues Tijanovskaya se ha exiliado en Lituania con sus hijos ante el riesgo de ser arrestada, después de haber sido amenazada por la Policía secreta (la cual se llama KGB, como su homólogo soviético). Kolesnikova está en prisión y Tsepkalo -como Tijanovskaya- ha tenido que salir del país. Todo esto demuestra que, en Europa, aquellos que luchan por la democracia corren los mismos riesgos que sus homólogos de Cuba y Venezuela.

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En conclusión, Bielorrusia -país que el año pasado fue noticia por el fraude en las elecciones presidenciales- sigue siendo relevante un año más tarde, pues nos enseña que, en Europa, aún hay lugares donde la democracia está por conquistar. Lukashenko -su tiránico líder- es un legado de la URSS, llegando al poder en los noventa con un discurso contra la corrupción y nostalgia por el orden de la época soviética. En términos geopolíticos, Bielorrusia ha sabido explotar su posición de colchón entre Rusia y Occidente, jugando de manera astuta a aliarse con uno de los bloques cuando le iba mal con el otro. No obstante, existe la posibilidad de que Moscú aproveche la crisis actual entre Minsk y Bruselas para completar la unión entre ambos países, algo que puede ocurrir en virtud de ese tratado firmado en 1999.

Finalmente, los eventos bielorrusos son la prueba de la tenacidad frente a la adversidad. La actual oposición contra Lukashenko la forman mujeres que hace un año no esperaban liderar la oposición. Su coraje y el duro precio que han tenido que pagar dan fe de que la lucha por la democracia es igual de peligrosa en Europa que en otros continentes, algo que no deberíamos olvidar.

Referencias:
  1. Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia y Moldavia.
  2. Este deporte es muy popular en Europa del Este.
  3. Véase Visa Facilitation and Readmission: the agreements between the European Union and Belarus enter into force | Migration and Home Affairs (europa.eu) y EUR-Lex - 22020A0609(02) - EN - EUR-Lex (europa.eu)

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