Cambio de planes para Mohamed bin Salman

Mohamed bin Salman, Crown Prince Saudi Arabia

Mohamed bin Salman -abreviado como MBS por la prensa occidental- es, sin duda, alguna uno de los principales personajes del último lustro en la política de Oriente Medio. Su ascenso comenzó en 2015 cuando su padre, el octogenario Salman bin Abdulzaziz, se convirtió en el rey de Arabia Saudí y le nombró ministro de Defensa. Dos años después, Mohamed fue designado heredero al trono del país, lo que le convertía de facto en el hombre fuerte del Gobierno saudí. MBS, nacido en 1985, representa el relevo generacional en una familia que hasta hace poco había sido dominada por los ‘siete sudairis’, los hijos principales del fundador del reino saudí, Abdulaziz bin Saud, fallecido en 1953. 

Desde su llegada al poder, el joven príncipe saudí ha llevado a cabo una diplomacia agresiva, acompañada de esfuerzos por mejorar la imagen del país y presentarlo como un régimen en pleno proceso de modernización. También ha promovido el marco estratégico ‘Visión 2030’, con ambiciosos planes de desarrollo urbanístico y promoción turística destinados a reducir la dependencia del petróleo para las arcas del Reino. No obstante, la pandemia y la crisis económica derivada de ella han trastocado los planes del heredero, que ya eran de por sí arriesgados y que todavía no habían dado los frutos esperados. La crisis económica mundial y la caída de los precios del petróleo van a reducir mucho la capacidad de las arcas saudíes para financiar los planes de MBS, que posiblemente se vea forzado a modificar alguna de sus políticas. 

Una de las principales apuestas del príncipe saudí ha sido la política exterior, mucho más intervencionista que la de sus predecesores. En 2015, MBS decidió implicar activamente a su país en la guerra civil yemení y asumió el liderazgo de la coalición de monarquías árabes en apoyo del presidente Hadi. Cinco años después, la operación ha sido descrita como el Vietnam saudí: a pesar de la enorme cantidad de dinero, armamento y vidas humanas invertidas por los saudíes, su Ejército y Fuerzas Armadas no solo no han conseguido doblegar a los rebeldes hutíes, sino que además han sido incapaces de prevenir ataques en el propio territorio saudí. Además, la estrategia de MBS ha sido criticada por sus violaciones a los derechos humanos: los bombardeos han causado numerosas víctimas civiles, las tropas saudíes han sido acusadas de por Human Rights Watch se ser responsables de torturas y desapariciones, y el bloqueo naval ha provocado desabastecimiento y hambrunas entre la población yemení.

Un hombre pasa por delante de una pancarta que muestra al rey saudí Salman, a la derecha, y a su príncipe heredero Mohamed bin Salman, fuera de un centro comercial en Yeda, Arabia Saudí

Otro de los frentes diplomáticos abierto por el príncipe heredero ha sido el conflicto con Qatar, activo desde 2017. Las diferencias surgieron por el apoyo de Qatar a grupos contrarios a los intereses saudíes, como los Hermanos Musulmanes, así como por la buena relación del emirato de los Al-Thani con Irán, con quien comparten unas reservas de gas submarinas. El enfrentamiento no ha llegado a la violencia, pero las consecuencias económicas del bloqueo se han hecho notar en Qatar. La disputa sigue abierta y las negociaciones de este año no han llegado a buen puerto. De momento, MBS mantiene su liderazgo entre la mayoría de las monarquías árabes y Egipto, que desde el inicio del choque han apoyado e imitado las medidas de presión saudíes.

Bin Salman también ha cultivado buenas relaciones con el Gobierno estadounidense, aunque la reputación del príncipe en Occidente se ha resentido especialmente desde el asesinato del columnista Jamal Khashoggi en el Consulado saudí en Estambul. El intento de chantaje de los servicios de inteligencia saudíes a Jeff Bezos -fundador de Amazon y propietario del Washington Post, diario en el que publicaba Khashoggi- también ha dañado mucho la imagen del heredero al trono. Para contrarrestarla, la diplomacia saudí ha invertido muchos millones en publicidad y relaciones públicas, así como en eventos internacionales y acontecimientos deportivos como la final de la Supercopa de España de 2019. Las campañas publicitarias, que consisten tanto en anuncios tradicionales y publirreportajes como en patrocinios a influencers en redes sociales, se han centrado en mostrar Arabia Saudí como un destino atractivo para el turismo y los negocios, uno de los pilares del plan Visión 2030. Además, MBS ha tratado de presentarse como un príncipe modernizador y respetuoso con los derechos humanos que promueve medidas aperturistas, como el levantamiento de la prohibición de conducir a las mujeres. La estrategia ha tenido cierto éxito, pues a pesar de la mala reputación del príncipe la inversión exterior en Arabia Saudí se ha multiplicado durante los últimos años.

Sin embargo, los planes de MBS se han topado con un imprevisto. La crisis global causada por el coronavirus, a la que se suma la bajada de los precios del petróleo a causa de la guerra comercial entre Rusia y Arabia Saudí, amenaza con dejar a las arcas del Reino sin presupuesto -los ingresos se han reducido más de un 20% durante el último trimestre-. Además de retrasar la aplicación del Visión 2030, los saudíes se han visto obligados a tomar medidas de austeridad. La principal ha sido el aumento del IVA, que ha pasado del 5 al 15%. El impuesto, muy impopular, fue introducido apenas en 2017. Adicionalmente, el Gobierno ha retirado un complemento salarial que tenían los empleados del sector público, donde trabajan uno de cada tres saudíes laboralmente activos. Estas medidas han sido acompañadas de un recorte presupuestario, aunque el Gobierno saudí también ha tratado de apoyar a los empresarios locales concediendo préstamos sin interés.

Un hombre pasa junto al logo de Visión 2030 en Yeda, Arabia Saudí

Arabia Saudí ha sido tradicionalmente un país con impuestos muy bajos, ya que la riqueza natural del país ha permitido financiar los servicios públicos y conceder subsidios a la población como contrapartida por la ausencia de derechos políticos. Aunque existen disidentes -muchos de ellos encarcelados o exiliados- y zonas conflictivas y oprimidas como la región chií de Al-Hasa, buena parte de la población saudí parece apoyar a la familia real, o al menos no se enfrentan a ella. La escasa oposición suele expresarse a través de motivos islamistas, motivo por el cual los saudíes tratan de reducir la influencia regional de grupos como los Hermanos Musulmanes. 

La crisis económica, no obstante, puede alterar el equilibrio social en Arabia Saudí. El modelo de desarrollo por el que MBS estaba apostando, una transición de una economía productora de materias primas hacia una proveedora de bienes y servicios turísticos y de ocio, puede no ser viable en un futuro inmediato por el miedo causado por el coronavirus. El desempleo no es un riesgo todavía y todo indica que, si las condiciones no mejoran a medio plazo, la mano de obra inmigrante -que representa más de un tercio de la población total del país- será paulatinamente sustituida por trabajadores locales. En todo caso, es probable que el descontento social aumente en Arabia Saudí durante el próximo año, si bien esto no tiene por qué representar una amenaza para el príncipe heredero.

Tradicionalmente, el principal peligro para los gobernantes saudíes lo han representado los miembros descontentos de la propia familia real, así como el clero disidente. MBS ya se ha encargado de minimizar a sus posibles oponentes en el seno de su familia con una espectacular campaña anticorrupción en la que más de 200 funcionarios y empresarios han sido arrestados y han visto sus activos congelados. El príncipe también se ha distanciado públicamente del clero más tradicionalista, un obstáculo para sus planes desarrollistas, que pasan por aumentar la presencia de inversores occidentales y levantar algunas de las restricciones religiosas en los lugares de ocio. No obstante, en el nuevo contexto de austeridad e incertidumbre económica, es posible que el heredero saudí necesite reconciliarse con el clero para mantener la paz social.

Desde su ascenso al poder, Mohamed bin Salman ha tratado de aislar a sus adversarios y centralizar el control del país. Sin embargo, las nuevas circunstancias hacen que aumente la probabilidad de que el príncipe ceda y realice concesiones a sus rivales en el seno del régimen. Especialmente, MBS debe apaciguar a los miembros mayores de su familia que recelan de su política intervencionista y ambiciosa. De lo contrario, corre el riesgo de quedarse solo y ser víctima de un golpe palaciego, tal y como le sucedió a su tío Saud en 1964.

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