Ceuta y Melilla, relaciones internacionales líquidas, identidades múltiples

gendarmes-marruecos-frontera-melilla

Ha existido prácticamente unanimidad en prensa y políticos españoles, en censurar  el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara de Pedro Sánchez y que no se hubieran obtenido contrapartidas claras por esa decisión, insistiendo  en no haberse logrado garantías sobre Ceuta y Melilla, cuando esas dos ciudades autónomas no dependerán en el futuro de la sola voluntad de Marruecos. Sobra decir que la inclusión de esa garantía de permanencia era imposible de producirse y de que tampoco surtiría efectos decisivos. Lo que en realidad estaban expresando era su anhelo de futuros fijos, estables, definitivos y cerrados en plena (pos)modernidad líquida, algo que no parece viable ya. No solo en la realidad sino en los planteamientos y reflexiones que no aguantan verdades inmutables, fijezas, fundamentos sólidos, aunque se las encadenasen con acuerdos sobre el porvenir no servirían.

Algunas consideraciones son pertinentes sobre un eventual cambio en la soberanía de Ceuta y Melilla, perspectiva dominada también por la inconsistencia de previsiones y la fluidez de los acontecimientos históricos y mentalidades.

1- El criterio de territorialidad como fundamento de soberanía implica unilateralidad

El criterio de territorialidad vemos que siempre se sustenta en la unilateralidad, es pretensión de parte y elude la posibilidad de acuerdo. El presente nos da muestras igual de contundentes como poco halagüeñas de unilateralidad. Sin ir más lejos Rusia-Ucrania  o China-Taiwan. La verificación empírica y material nos libera de formular hipótesis y conjeturas sobre el binomio territorialidad-unilateralidad.

2.- No hay principio de legalidad internacional que  sustente el cambio de soberanía, al no formar parte de los 17 territorios no autónomos

Ese sería el único fundamento jurídico conforme a la legalidad internacional, que habilitaría una mutación en la soberanía, no habría ninguna otra norma internacional de fundamentación, en todo caso a quedarse en los argumentos culturales, históricos y geográficos, que además resultan criterios encontrados. Sin olvidar el principio de integridad territorial y respeto de fronteras establecidas.

3.- Los territorios irredentos son siempre todos imaginarios

Todos los movimientos nacionalistas han concebido sus fronteras últimas más allá de sus territorios reales y presentes, pendientes de su emancipación, así tenemos el caso de Rusia en relación a Ucrania y otros, el Gran Marruecos de Allal al Fassi, Euskadi en relación a Navarra y País vasco francés, Cataluña en relación a  los llamados países catalanes… El carácter expansionista del nacionalismo se basa en una supuesta e idílica armonía e integridad primordiales malogradas que habría que restaurar. Una idealización del orden imaginario.

4.- En cuestiones de nacionalidad, los criterios contrapuestos son el territorial y personal, siendo el territorio solo polo de la dicotomía

Al punto que el ius sanguinis o el ius solis  serán los que determinan la nacionalidad o pertenencia, y donde las implicaciones históricas, culturales, religiosas y étnicas desemboquen y coagulen.

5.- La voluntad de las personas se impone siempre al territorio, al no ser este sujeto de Derecho

El mismo derecho de autodeterminación reconocido por el Derecho internacional, con las limitaciones y acotaciones que posee, recaen en la población, del que son las personas los únicos titulares en todo caso.

6.- Evolución de convicciones ciudadanas, identificaciones, solidaridades y emergencia de las identidades múltiples.

Si en los años 60 del siglo pasado estudiantes españoles se manifestaban  rebosantes de patriotismo por un “Gibraltar español”, hoy no lo haría nadie. Y otros, como el escritor Sergio del Molino o yo mismo, deseamos que Gibraltar siga siendo británico, el Estrecho sin un Gibraltar británico perdería singularidad, diversidad y atractivo, extendiéndose la homogeneidad e indistinción. En nada afecta además a cualquier idea de España, nada quita ni pone. Supondría también una amputación de nuestra historia cierta y real y en favor de una revocada y esencialista.

7.- En poco tiempo la población de cultura musulmana será mayoría en las dos ciudades. Aquí entrarían en juego las identidades múltiples, la cultura, y el pasar de minoría a mayoría dentro del mismo marco constitucional de igualdad en derechos y obligaciones.  Estar en España es pertenecer a Europa viviendo también en la cultura y geografía marroquí, y con la lealtad excepcionalmente viva y preferente de la filiación particular a Ceuta y Melilla.  La diversidad de esas ciudades en estrecha conexión con sus entornos circundantes incrementará su proyección, complemento, riqueza compartida en la interrelación de las dos partes.

Resulta muy difícil concebir a las dos ciudades como unidades compactas y cerradas, en situación de disyuntiva de soberanías, seguramente no brotadas en su seno. Frente a ese binarismo dicotómico,  lo que razonablemente  prevalecerá en cada una de las ciudades sea la singularidad extraordinaria de cada una de ellas con vida y evolución propias compartiendo lealtades básicas y marco legal, y conviviendo interculturalmente sin renunciar cada quien a sus múltiples identidades.

José María Lizundia  es editor de Ensayos Saharianos y autor de 5 libros sobre el Sáhara. Ha sido traducido al árabe

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato