Opinión

Chile barre el centro y entroniza los extremos

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Un descendiente de la emigración alemana tras la derrota del nazismo, y otro de la diáspora croata curtido en la lucha sindical estudiantil, se disputarán la Presidencia de Chile el próximo 19 de diciembre. Entre ambos acaparan más del 50% de los votos en la primera vuelta eliminatoria, aunque ninguno de los dos haya superado el umbral del 30%, que era lo habitual entre los que concurrían en el balotaje final. 

José Antonio Kast tiene como modelos políticos a VOX en España y a Jair Bolsonaro en Brasil. Simétricamente, Gabriel Boric enarbola su empatía con Podemos y con el eje castro-chavista latinoamericano integrado fundamentalmente por Cuba, Venezuela y Nicaragua. Dos programas electorales antagónicos, reflejo de un país preso de la polarización, y del que han sido barridos el centro-derecha y el centro-izquierda. 

Tanto Kast como Boric rechazan el epíteto de extrema derecha o extrema izquierda, respectivamente, con que se califican cruzadamente. Kast, cuya figura evidencia sus rasgos germánicos, lo ataja con contundencia en cualquier entrevista: “¿En qué soy extremo? En amar la patria. En amar la nación y los símbolos patrios. En defender a los amigos. En proteger al emprendedor. ¿En qué soy extremo?” Boric, que se autodefine como ecologista, feminista y regionalista,  tiene el apoyo sin fisuras del Partido Comunista de Chile, que todavía proclama su fidelidad al marxismo-leninismo, lo que le ha llevado entre otras cosas a respaldar al dictador nicaragüense Daniel Ortega y los encarcelamientos y asesinatos de sus opositores políticos, realizados por su régimen para perpetuarse en el poder.

Kast no tiene empacho en declarar que “haré todo lo que esté en mi mano para salvar a Chile del comunismo”. Boric, fiel a los mantras que elaboraban asesores ligados a Podemos, califica a su adversario de “peligro para la democracia”, al tiempo que le endosa la reencarnación del dictador Augusto Pinochet, fallecido ahora hace catorce años. Le secunda en ello Álvaro Elizalde, presidente del Partido Socialista, cuya primera declaración tras conocerse los resultados eran “un llamamiento a los chilenos a no  desmerecer la amenaza que representa una opción de extrema derecha como eventual mandatario en nuestro país”. 
Su programa evidencia muchas similitudes con el Podemos español, sobre todo en lo que concierne a justificar la violencia callejera, los escraches a los adversarios políticos, la desautorización de las actuaciones policiales para evitar el vandalismo y, en el terreno económico, la convicción de que hay mucho para repartir quitándoselo a los ricos, en tanto que la creación previa de riqueza no aparece en ningún epígrafe de su hipotético futuro gobierno. 

La incógnita de los votos al sorprendente Franco Parisi

Uno y otro, Kast y Boric,  precisarán en la segunda vuelta de los apoyos de los barridos partidos del centro, que por primera vez desde la reinstauración de la democracia no estarán presentes en el balotaje de unas elecciones presidenciales. Gabriel Boric, candidato del Frente Amplio y el Partido Comunista, podría rebañar al menos una parte del 8% de los votos obtenidos por el socialdemócrata independiente Marco Enríquez-Ominami, y seguramente la totalidad del 1,5% conseguidos por el maoísta Eduardo Artés. Es probable que una buena parte de los electores de la senadora Yasna Provoste, de la Coalición DC-PS (Democracia Cristiana-Partido Socialista) vayan también a Boric. 

En cuanto a José Antonio Kast, deberá incrementar mucho su ventaja de cuatro puntos de la primera vuelta. El grueso de sus apoyos le vendrá del bloque de la derecha, cuyo candidato Sebastián Sichel quedó en un modestísimo quinto lugar, además quizá de una parte de los votos de Provoste, cuyos electores más moderados no verían con buenos ojos su alineación con el candidato  de la (extrema) izquierda. 

La gran incógnita es por quién se decantarán los electores que en esta primera vuelta lo han hecho por el economista Franco Parisi, residente en Estados Unidos, y que ni siquiera ha hecho acto de presencia en Chile por no haber resuelto aún un contencioso con el Fisco de su país de origen. Parisi ha sido la gran sorpresa de los comicios al situarse en tercer lugar con casi 14% de los votos. Se le tacha de economista libertario, y su programa representaba una superación del capitalismo a ultranza del que se acusaba al presidente saliente, Sebastián Piñera, pero sin caer en las fracasadas recetas del peronismo de la vecina Argentina.