China respaldará en Myanmar a quién le asegure el control y la estabilidad

Aung San Suu Kyi Myanmar

Poco le importarán a China los miles de muertos y heridos, y los millones de víctimas de la abrupta interrupción de la democracia en Myanmar si los militares birmanos consolidan su golpe de Estado, aunque sea mediante una represión cada vez más brutal. Seguramente Pekín estaba satisfecho con la marcha del proceso democrático, que había conseguido abrir el país progresivamente al exterior y hacerlo presentable, con un perceptible avance de su economía, un notable, aunque desigual descenso de los índices de miseria y, sobre todo, una situación de relativa estabilidad. 

Pese al fuerte control informativo impuesto por los militares al mando del general Min Aung Hlaing, millares de jóvenes salen cada día a protestar y enfrentarse a pecho descubierto al fuego real de los golpistas, mientras estos no logran impedir el inmenso goteo de imágenes y testimonios de una represión atroz. Una situación que complica los planes que China había diseñado para Myanmar, país al que quiere erigir en uno de los pilares de la Nueva Ruta de la Seda, convirtiéndolo en la gran alternativa al estratégico estrecho de Malaca. Por este último, un embudo de apenas tres kilómetros en su parte más angosta y poco más de 300 en la más ancha, circula nada menos que el 60% del tráfico comercial mundial y el 80% del petróleo, destinado a todo el sudeste asiático, además de la propia China, Corea y Japón. 100.000 barcos de gran tonelaje lo atraviesan anualmente. Un pasillo que no controla China, y cuya alternativa es precisamente Myanmar, sobre la que está volcando gigantescos proyectos de infraestructuras: el puerto de aguas profundas de Kyaukpyu, la autopista de Muse a Mandalay o el ferrocarril Muse-Mandalay-Yunnan, además de los oleoductos y gasoductos entre el puerto de Kyaukpyu y Kunming, la capital de Yunnan. 

Nada hace pensar que China haya instigado directamente el golpe de Estado, toda vez que el Gobierno de la Liga Nacional para la Democracia (LND) de la Premio Nobel Aung San Suu Kyi no difería de los militares en sus relaciones internacionales, y, sobre todo, en lo relativo a la más que buena vecindad con China. Aunque la señora Aung San había perdido gran parte de su aura en la opinión pública de los países occidentales, había conseguido un incontestable liderazgo, traducido en sucesivas victorias electorales aplastantes, la última, en noviembre de 2020 (258 escaños sobre el total de 440). Vetada por los militares para la Presidencia o la Jefatura del Gobierno, era la que lo dirigía de facto como consejera de Estado y ministra de Asuntos Exteriores. 

Defender los privilegios a sangre y fuego

Conoce bien a los militares, no en vano es hija del general que logró la independencia del país en 1948, y ellos temen el carisma de una mujer de 75 años que seguramente albergaba el proyecto de acelerar el proceso democrático en la nueva legislatura, lo que llevaría aparejada una progresiva pérdida de privilegios del estamento castrense. La Constitución birmana, redactada por ellos, les reserva tres Ministerios tan decisivos como Defensa, Fronteras e Interior. Pero, además, controlan directa o indirectamente las minas de rubí y jade, gran parte de los bancos y las cadenas hoteleras que empezaron a florecer con la apertura del país y la eclosión del turismo. 

Todo ello no parece ser bastante para quienes aspiran a tener el control total de los recursos del país. Para ello tendrán que retrotraer al país a los tiempos sombríos de una dictadura férrea que aisló a la antigua Birmania durante 50 años. Y que, de no ser por la presión internacional, y especialmente por la catástrofe provocada por el ciclón Nargis en 2008, podría haber mantenido en la miseria, el silencio y el atraso a sus 54 millones de habitantes. 

Como afirmaban las especialistas de la geopolítica de Asia Paloma Almoguera y Marta Nuevo, en una conferencia telemática organizada por el Club Internacional de Prensa, “los que han probado la libertad y la democracia difícilmente se conformarán, si no es por la fuerza de una represión implacable, a tan brutal retroceso”. Ambas analistas coincidían asimismo en que China mantendrá su política de no injerencia, pero defenderá sus intereses. Respaldará en consecuencia a quién le asegure que controla el país y mantiene la estabilidad. Y, de momento, esa llave la tienen los militares golpistas, cuya primera acción será poner por completo fuera de la circulación a Aung San Suu Kyi. 

Queda por saber si Estados Unidos contemplará todo ello con simple curiosidad o tratará de evitar de alguna manera que Myanmar, gobierne quien gobierne, se convierta en un nuevo protectorado de China en una zona tan vital del mundo.  

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