Opinión

China sale muy reforzada de la crisis del coronavirus

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Desde el mes de diciembre, el mundo está afrontando una situación que algunos consideran sin precedentes. Sin embargo, esto no es así. Desde los orígenes de la humanidad, la especie humana ha debido hacer frente a innumerables epidemias y pandemias. La gran diferencia, como con casi con todo lo que en estos tiempos acontece, es la presencia de las redes sociales y las facilidades para comunicar y transmitir información, con las ventajas y los inconvenientes que esto lleva aparejado.

Este factor nuevo y decisivo sirve, por un lado, para difundir a gran velocidad y con un alcance casi global información útil para desafiar a la situación. Pero, al mismo tiempo, es de provecho para los desaprensivos que, por alguna extraña razón, disfrutan o se entretienen extendiendo bulos o noticias falsas y alarmistas (algo que debería ser perseguido y castigado de forma ejemplarizante), y también es una herramienta fundamental para llevar a cabo campañas INFOOPS o acciones específicas de estas por agencias y servicios de todo tipo. Y es aquí donde debe ponerse el foco. No se trata de señalar el origen real de la pandemia, entre otras cosas porque, con los datos actuales, es literalmente imposible y sería muy atrevido. Pero lo que sí se puede hacer es describir datos objetivos y analizar las consecuencias palpables de lo que está sucediendo, huyendo en todo momento de cualquier teoría “conspiranoica” tan de moda en ciertos foros.

Comenzando por los hechos, la enfermedad se identifica en China, y, más concretamente, en la provincia de Wuhan, en diciembre de 2019. Después de cierta confusión y de todo tipo de especulaciones sobre la falta de información por parte de las autoridades chinas, acusaciones de ocultación de datos reales y una falta de diligencia en la actuación, comenzaron las teorías sobre el origen del virus. A pesar de que parece demostrado que se trata de  un virus que ha dado el salto  de afectación  a animales, pasando a atacar al ser humano, la respuesta a la pregunta de cómo se ha producido dicho salto aún no se ha concretado,  lo que ha supuesto que se formulen las más diversas teorías.

Sea como sea, las consecuencias inmediatas de la propagación de la enfermedad en China fueron un descrédito hacia el Gobierno, su capacidad de actuación y su falta de transparencia, un cierto daño político interno que llevó a su máximo dirigente a llevar a cabo acciones hasta el momento inéditas y, lo más importante, un grave perjuicio económico, truncando la carrera del país asiático que lo llevaba inexorablemente a convertirse en la primera economía mundial.

A primera vista, se podía inferir que, siendo todo lo relatado cierto, China estaba siendo objeto de una campaña claramente dirigida a magnificar todo lo expuesto anteriormente. Una campaña INFOOPS cuyo objeto parecía ser causar el máximo daño posible para ralentizar o truncar su evolución económica; todo en un momento clave y lleno de tensiones con su máximo rival es este campo.

Las redes se inundaron de infinidad de mensajes, noticias y datos que apuntalaban todo tipo de teorías nocivas para el país asiático, derivando incluso en una animadversión de la población en general contra los ciudadanos chinos que viven entre nosotros y obligando a que diversos representantes de dicha comunidad tuvieran que realizar apariciones públicas llamando a la calma.

China sale muy reforzada de la crisis del coronavirus

Todo lo que se iba sucediendo ponía ante nuestros ojos un evento por supuesto no provocado intencionadamente, pero sí muy bien aprovechado por aquel a quien parecía que podía obtener rédito del mismo, simplemente manejando adecuadamente la información. Paralelamente a todo lo relatado, la situación sanitaria en las regiones afectadas se iba degradando, y ello obligó a las autoridades chinas a realizar compras masivas y acopio de material sanitario de todo tipo para hacer frente a la enfermedad, acabando en gran medida con los stocks disponibles tanto dentro como fuera del país, acudiendo a países de la UE, que no percibían al COVID 19 como una amenaza, sino por qué no decirlo, como una oportunidad más de negocio. 

China comenzó a dar muestras de tener un conocimiento más profundo de lo manifestado de la enfermedad y sus consecuencias, y comenzó a tomar medidas que en cierto modo empezaron causando estupor, un poco más tarde admiración, y por último  cierta preocupación. Tanto es así que los países occidentales comenzaron a repatriar a sus nacionales residentes en la región, aún sin conocer toda la información necesaria sobre las características de la enfermedad y su propagación. “¿no era esa una reacción previsible?”, “¿podría ser algo esperado y calculado?”.  

En este punto, China, el país origen de la enfermedad, que de un modo muy incipiente iba extendiéndose más allá de sus fronteras, comenzó a asombrar al mundo con una demostración de capacidades sin precedentes. Su población, demostrando una disciplina, incluso autodisciplina, difícil de entender por estos lares, incluyendo la población china residente en Europa, y más concretamente en España, cerró voluntariamente en su mayoría sus negocios y se puso voluntariamente en cuarentena (Tal unidad de criterio y acción podría indicar que se actuó en base a instrucciones previas). La cohesión parecía total. Todos, tanto internamente como los residentes externos, asumieron las pérdidas económicas que sus acciones les acarreaban. Pero paralelamente, esos hechos comenzaron a tener repercusión en la Unión Europea y en el resto del mundo occidental, hiperdependiente de la fabricación de componentes en China.

La demostración de fuerza que supuso la construcción de dos hospitales en tiempo récord fue el culmen de las acciones que impactaron a todo el mundo. Pero es precisamente en este punto cuando todo da un giro asombroso. Justo cuando China comienza a salir de la pesadilla es cuando la enfermedad se propaga exponencialmente por una Europa que hasta el momento no había tomado en serio la amenaza, que no había controlado el flujo de personas, tanto nacionales propios como chinos desde el país hasta entonces afectado, y que no había tomado medida alguna de protección. Y de repente nos encontramos con una situación en la que lo que parecían inicialmente evidencias iniciales sobre quien manejaba la información y la situación se nos gira por completo.

Tenemos a un país, China, que comienza a dar por controlada la situación y que está saliendo de la enfermedad, a un coste que evidentemente ha sido muy alto en vidas, (una sola pérdida humana ya es un alto coste) pero que desde el punto de vista frío o mejor dicho gélido de los números en un país superpoblado, no lo ha sido tanto. En lo económico, el coste aún no se ha cuantificado, pero podría afirmarse que no ha resultado ser tampoco ni tan elevado ni inasumible, y este ya está comenzando a recuperarse,  y el daño en imagen, se verá un poco más abajo va a ser totalmente compensado. La palabra que mejor puede definir en estos momentos la situación de China es “Resiliencia”.

China sale muy reforzada de la crisis del coronavirus

Se ha visto la situación en el momento actual de China. Pero, ¿y de la UE y de EEUU?

Observamos a una Unión Europea casi en pánico, tomando medidas excepcionales en países democráticos y que en ocasiones son difíciles de materializar por las características de nuestra sociedad, al contrario de lo que sucede en regímenes de corte más autoritario. Una economía brutalmente golpeada por el impacto de la enfermedad y las medidas de contención necesarias. Efecto que ya estaba sufriendo como se ha visto por la falta de componentes de la industria china.

EEUU está fuera de juego preocupado por contener la enfermedad en su territorio, lidiando a su vez con las peculiaridades de su sistema sanitario. Por lo que el tradicional aliado de Europa no se encuentra en condiciones de acudir por enésima vez a su rescate.

En cambio, el país origen de toda esta situación parece emerger ahora como la gran esperanza y el mayor proveedor de ayuda, tanto en personal y experiencia como en el suministro de material, el cual, no olvidemos se preocupó de acopiar en los comienzos de la crisis. Y ahora vemos como, usando esa necesidad de ayuda, la campaña INFOOPS que se mencionaba al principio ha cambiado de dirección. Noticias de los envíos de ayuda desde China comienzan a difundirse. Vídeos mostrando a altruistas ciudadanos chinos entregando gratuitamente a diversas instituciones cientos o miles de mascarillas (de las cuales recordemos que había un desabastecimiento absoluto) corren como la espuma. Y lo que antes era animadversión e incluso desprecio y agresiones, se tornan en halagos y simpatía. Y no son casos aislados.

El gigante asiático se muestra como la gran esperanza. Y como colofón alguien parece querer devolver el golpe. Noticias y declaraciones acusando a EEUU de haber llevado el origen de la enfermedad a Wuhan empiezan también a difundirse.

Es evidente que sea cual sea el origen del COVID 19, natural o artificial, involuntario o intencionado, da igual su procedencia, este asunto tiene dos pilares, o mejor dicho, un pilar y un vector para conseguir el objetivo final. El pilar es el económico. Una vez más se cumple la  famosa frase de James Carville, estratega de la campaña de Clinton en las elecciones  de 1992: “es la economía estúpido”. Y el vector es la información, La guerra se está librando en lo que se conoce como el “dominio cognitivo” y las campañas INFOOPS se están desarrollando de un modo incesante e intenso.

Solo basta mirar a la situación actual, ¿qué sistema económico está sufriendo más pérdidas y un daño mayor?, ¿qué sistema se ha demostrado más dependiente del otro tanto en la primera como en la actual fase de la crisis? ¿quién está reforzando su imagen como potencia en todos los sentidos? Que cada cual saque sus propias conclusiones. Pero habrá que estar muy atentos a los próximos acontecimientos.