Opinión

China y la política de generosidad

photo_camera Equipamiento médico frente al coronavirus

La pandemia del SARS-CoV-2, por todos ya conocido como el coronavirus, ha desencadenado una crisis económica y sanitaria sin precedentes que está afectando a todos los países del mundo desarrollado y empieza a hacer estragos en los continentes africano y sudamericano. Las reacciones, declaraciones y actitudes por parte de dirigentes estatales y de organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) han sido sumamente dispares. Varias teorías, ideas y predicciones han sido ofrecidas desde la clase política, y algunos términos antaño reservados al ámbito de la epidemiología se han hecho globalmente conocidos: por ejemplo, la expresión aplanar la curva es ya un mantra repetido por todos los medios de comunicación y gobiernos.

Sin embargo, hay un término que ha pasado prácticamente desapercibido en medio de la vorágine de información y desinformación que se ha instalado en nuestro día a día. Se trata de la politics of generosity, la política de generosidad, a la que se refirió Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, el 24 de marzo. China, que ha dejado atrás la peor parte de la crisis sanitaria del coronavirus, ha dado un paso al frente, enviando millares de máscaras y equipamientos a los países europeos más afectados por la pandemia, como Italia y España. Además de tales donaciones, China también ha exportado el know-how aprendido a la fuerza por sus sanitarios: el 20 de marzo el vicepresidente de Cruz Roja en China, Sun Shuopeng, daba una conferencia en Lombardía alertando de la relativa laxitud de las medidas de confinamiento decretadas en Italia. 

Imágenes mostrando a centenares de cajas repletas de equipamiento médico siendo recibidas en aeropuertos europeos han dado la vuelta al mundo. China parece ofrecer así una imagen de liderazgo global en un tiempo extremadamente convulso. A eso se refirió pues Borrell cuando habló de la politics of generosity, alertando de la pugna geopolítica que se está realizando como consecuencia de la pandemia. China, mediante sus generosas donaciones, puede haber ocupado el espacio que muchos esperaban que perteneciera a la Unión Europea, dividida durante semanas sobre la cuestión de cómo afrontar la crisis sanitaria y económica. Algunos líderes europeos, como Emmanuel Macron (que alertó que los países receptores de ayuda china podrían verse literalmente “emborrachados” de dicha ayuda) perciben la política de la generosidad como un riesgo a largo plazo para el proyecto europeo. La solidaridad china es bienvenida e, incluso, necesaria, pero no será gratis.

Se da la circunstancia de que esta no es la primera vez que China muestra sintonía con Italia. En 2019, el Gobierno italiano encabezado por Giuseppe Conte se adhirió al proyecto Belt & Road Initiative o BRI (la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda). La BRI es una gigantesca red de infraestructuras e inversiones fomentada y financiada por China que pretende ser la heredera de la mítica Ruta comercial de la Seda que unía Europa con Extremo Oriente, y con la cual China se garantizaría una importante presencia económica en los países de Asia Central y Europa. Italia se convirtió así en uno de los primeros países de la UE en formar parte de este macroproyecto. Grecia también forma parte de la BRI. En cambio, otros países europeos, como Francia, han mostrado recelo hacia el macroproyecto, lo que pone en evidencia la falta de una política europea común ante el gigante asiático. 

La crisis del coronavirus ha ofrecido una ocasión al Gobierno chino de proyectar todavía más su presencia en el extranjero, y especialmente en una Europa paralizada. Durante las últimas décadas, China ha cimentado su presencia en varios países en vías de desarrollo, como Angola, Etiopía o Pakistán, país en el que en 2013 firmó un acuerdo de financiación y construcción de infraestructuras con vistas a culminar un corredor económico que une China con el Océano Índico. Este corredor, de hecho, se integraría dentro de la BRI. Parece que, con la crisis global del coronavirus, China tiene la oportunidad de dar un paso más, esta vez en Europa.

Aunque la expansión comercial e infraestructural china no es un descubrimiento reciente, a veces parece ser considerado como un desarrollo para tener en cuenta en el futuro, cuando en verdad se trata de una realidad actual. Una evidencia reciente del avanzado estado de la BRI es el traslado en tren de 110.000 mascarillas donadas por hospitales chinos desde la ciudad de Yiwu hasta Madrid, a más de 13.000 kilómetros de distancia. Esta línea de tren, que une dos ciudades en los extremos de Eurasia, es la más larga del mundo, y un signo claro de que el alcance la BRI es ya una realidad en Europa y España.  

La BRI, sin duda, tiene el potencial de contribuir decisivamente al desarrollo económico de muchas regiones deprimidas en Pakistán y Asia Central, así como impulsar el intercambio comercial entre la Unión Europea y China. Asimismo, durante estos meses los países europeos van a necesitar toda la ayuda posible de China, especialmente teniendo en cuenta la impotencia de la Unión Europea.

Sin embargo, la UE también debe pensar en el día después y en el rol que pretende adoptar en el mundo. El primer ministro italiano Conte ya alertó el 7 de abril de que la inacción europea podría llevar al colapso de la UE, avisando de que “el riesgo del fracaso europeo es real”. Solo el tiempo dirá si la Unión Europea consigue comportarse como un bloque cohesionado, aunque esa posibilidad parece hoy muy remota. Lo que sí parece seguro es que la influencia económica de China -y con ello la influencia política- se ha consolidado en el Viejo Continente.