COVID 19: ¿crisis sanitaria o crisis ética?

COVID 19

¿Debe renunciarse a los derechos de propiedad intelectual de las vacunas en el contexto de una pandemia mundial? Esta es la cuestión que nos interpela a todos y cada uno de nosotros, y más aún a los poderosos de este mundo. Hace poco más de un siglo, este problema no habría surgido de esta manera, pero nuestra época es la del capitalismo, la de las grandes farmacéuticas y la de los grupos de presión. Los días en que las vacunas se consideraban un bien universal han quedado atrás. Hoy en día, los derechos de propiedad intelectual se han convertido en un verdadero freno a la igualdad de derechos en materia de salud.  El presidente de Sudáfrica no dudó en calificar la situación de ‘apartheid’.  

A pesar de los miles de muertos que se producen cada día, la industria farmacéutica se resiste firmemente y pide que se apoye la innovación mediante la defensa de un marco internacional de patentes en lugar de levantar los derechos de propiedad intelectual, argumentando que "esto podría resultar peligroso y contraproducente". Primero podríamos ver una disminución de la producción y, a largo plazo, esto podría llevar a una retirada de la inversión en soluciones para las pandemias", advierte Nathalie Moll, directora general de la Federación Europea de Industrias y Asociaciones Farmacéuticas (EFPIA). 

Nos guste o no, y como su nombre indica, la industria farmacéutica es ante todo un negocio. Y como en cualquier negocio, el beneficio es primordial. 

Sin embargo, privar a la investigación científica de su componente ético es uno de los hechos o más bien fechorías de nuestro siglo por el que no hemos terminado de pagar el precio. Y si, como dice el viejo adagio, toda nube tiene su lado bueno, esta crisis nos empuja, sobre todo, a cuestionar nuestro actual modelo sanitario. 

Las insoportables imágenes de las muertes y las piras en la India han causado un gran revuelo en todo el mundo, pero desgraciadamente no impedirán que los laboratorios renuncien a sus patentes de innovación. 

Recientemente, Estados Unidos sorprendió a muchos al apoyar la suspensión de las patentes de las vacunas para hacer frente a la crisis actual lo antes posible. "Se trata de una crisis sanitaria mundial, y las circunstancias extraordinarias de la pandemia de COVID-19 exigen medidas extraordinarias", ha declarado la representante comercial de EEUU, Katherine Tai. El objetivo de la administración es hacer llegar al mayor número posible de personas vacunas seguras y eficaces lo antes posible. Mientras se asegura el suministro de vacunas para el pueblo estadounidense, la administración seguirá intensificando sus esfuerzos, en colaboración con el sector privado y todos los socios posibles, para ampliar la fabricación y distribución de vacunas. También trabajará para aumentar las materias primas necesarias para producir estas vacunas. 

La posición de Francia es diferente a la de Estados Unidos y más matizada. Propone suministrar vacunas a los países con escasez a precio de coste y la "prioridad a corto plazo sigue siendo la donación de dosis y su producción en colaboración con los países más pobres", subrayó el jefe de Estado francés, Emmanuel Macron.

Sin embargo, el levantamiento de las patentes por sí solo no puede ser eficaz para contener la pandemia. Y ningún laboratorio del continente tiene, por ejemplo, la capacidad tecnológica para producir vacunas como Pfizer o AstraZeneca sin una fuerte inversión. 

Pero la producción genérica ya está en marcha. La mayor empresa de genéricos de Sudáfrica, Aspen Pharmacare, produce cientos de millones de dosis de Johnson & Johnson. Para que conste, Sudáfrica, que se encuentra entre los países africanos más afectados por la crisis de la COVID-19, no pudo utilizar las vacunas de AstraZeneca encargadas a principios de este año debido a su ineficacia contra la llamada variante sudafricana. 

Sin embargo, el Instituto del Suero de la India iba a producir millones de dosis de la vacuna de AstraZeneca para los países de bajos ingresos. Desgraciadamente, en vista de la explosión del número de contaminaciones en la India, la vacuna no ha podido llegar a nivel internacional y se consume localmente. 

En medio de todo este caos, China lo está haciendo bien, suministrando vacunas baratas -a veces a países africanos- por turnos. Sin embargo, a pesar del reconocimiento de la vacuna de Sinopharm por parte de la OMS, Francia ha declarado oficialmente que sólo aceptará las vacunas autorizadas por la Agencia Europea del Medicamento como parte de un pase de vacunación, y Sinopharm y la vacuna rusa, Sputnik, no forman parte del lote, aunque países europeos como Hungría las utilicen. La Unión Europea se ha replegado desde el inicio de la pandemia y se está convirtiendo en una fortaleza inaccesible que impone sus propias normas y leyes. 

Al cabo de estos casi dos años de pandemia, la crisis sanitaria mundial adquiere un carácter más bien político y, sobre todo, ético.
 

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