Daesh: ¿resurgirá de sus cenizas?

daesh

2022 ha empezado de manera brusca con una guerra en Europa y la decisión francesa de retirar sus tropas de Mali. Pero no han sido los únicos sobresaltos que hemos vivido en lo que va de año. A principios del mes de febrero Oriente Medio -Siria para ser más exactos- volvió a ser relevante. Dos eventos explican el porqué: el asalto por parte del Daesh a la prisión de Hasaka, al norte de Siria en territorio ocupado por los kurdos, la última semana de enero y la muerte el 3 de febrero por parte de Estados Unidos, del líder del Estado Islámico, Abu Ibrahim al Hachemí al-Quraishi, en el norte de Siria, concretamente en el territorio controlado por Hayat Tahir al-Sham, antiguo Frente Al-Nusra, anteriormente filial de Al-Qaeda en Siria, dominante en Idlib, feudo de los rebeldes anti-Asad y limítrofe con Turquía. Fue también en esta zona, otra vez por Estados Unidos, donde murió Abubaker al-Bagdadi, fundador del Estado Islámico, en noviembre del 2019.

Estos dos eventos demuestran que ocho años después de la creación del Califato, el Daesh sigue presente a pesar de su derrota en marzo del 2019. Con ello existe la posibilidad de que este grupo recupere fuerzas y vuelva a ser la amenaza global que fue a mediados de la década pasada. ¿Puede el Estado Islámico resurgir de sus cenizas?

A primera vista, si tenemos en cuenta la extensión territorial del Califato en su apogeo (2014-2017), la actividad propagandística y el flujo de voluntarios extranjeros al territorio controlado por el Estado Islámico podríamos decir que es muy poco probable que el Daesh resurja. Hoy el grupo erra por la frontera sirio-iraquí, donde es acosado tanto por el Ejército iraquí como por todas las facciones del conflicto sirio. Tampoco se ha visto un flujo constante de voluntarios extranjeros a sus filas desde la eliminación del Califato en marzo del 2019, al contrario que en los años 2014-2016 dónde el flujo de voluntarios desde Europa alarmó a países como Reino Unido, Francia y Bélgica sobre el impacto de la radicalización yihadista en su territorio.

Tomar como referencia lo que fue un grupo terrorista frente a lo que es ahora no es un medidor fiable para predecir qué pasará con el Estado Islámico. Cierto, no controla territorio en Siria e Irak, pero este grupo, más que una facción local nacida al calor de la guerra de Irak del 2003 y de la guerra civil Siria del 2011, es una marca global. Y mientras está de capa caída en Irak y Siria, ataca con fuerza en Afganistán, dónde ha desestabilizado a los talibanes y en el Sahel, con Burkina Faso como su principal víctima. Además, en Siria e Irak aún hay 60.000 personas con vínculos con el Estado Islámico en los campos de refugiados de Al-Roj y Al-Hol en Siria, mientras que los kurdos custodian a 12.000 presos vinculados al ISIS, de los cuales 4.000 son extranjeros.

Las pésimas condiciones de vida en los campos de refugiados y las prisiones sirias son un factor clave para contribuir al resurgir del Estado Islámico, ya que es muy probable que alimente sentimientos de venganza en unos individuos ya de por sí radicalizados por la eficaz propaganda que el grupo desplegó en su apogeo a mediados de la década pasada. El ataque a la prisión de Hasaka, aunque fallido, puede motivarles a atacar, pues a ojos de los detenidos y refugiados demostró que el Estado Islámico aún tiene la capacidad de atacar, motivación más que suficiente para inspirarles a seguir luchando. También es muy probable que la cobertura mediática del asalto a la prisión sirva como vector para radicalizar a simpatizantes del grupo en Europa. Aunque la capacidad propagandística del Estado Islámico ya no sea lo que fue a mediados de la década pasada, no podemos obviar que en Europa las condiciones socioeconómicas que inspiraron a muchos europeos a unirse al Califato aún están presentes y muy probablemente hayan empeorado (especialmente la xenofobia hacia los musulmanes). Si a esto le añadimos el hecho de que los ataques terroristas del Estado Islámico se han caracterizado en los últimos años por su baja sofisticación, pasando del uso de armas de guerra en el ataque a Charlie Hebdo en enero del 2015 al uso de un cuchillo en Nueva Zelanda en septiembre del 2021, es muy probable que se produzcan ataques vengando la muerte del líder del Estado Islámico.

La baja sofisticación de los ataques, sobre todo el uso de cuchillos debería preocupar a las fuerzas y cuerpos de seguridad. Estos útiles se pueden comprar fácilmente en cualquier supermercado. Tampoco es necesario comprar uno ya que podemos cogerlo en casa también. Como resultado, tenemos un objeto que con total seguridad va a ser utilizado por un terrorista para sembrar el pánico en la sociedad al alcance de su mano. Limitar que tal utensilio sea usado por un terrorista requerirá poner en pie medidas que limiten su compra. Ejemplos incluyen la venta de cuchillos y material cortante (cúter, sierras) en tiendas especializadas o que su compra pueda realizarse sólo previa petición al dependiente. Aunque estas medidas resulten molestas para los usuarios, se les ha de informar que es por su seguridad, para impedir que sean víctimas de un futuro ataque terrorista.

En conclusión, mientras Europa está viviendo una guerra en su continente y Francia se repliega en el Sahel, Oriente Medio también ha vivido sobresaltos. El Estado Islámico ha estado de actualidad pues demostró que aún es capaz de causar daño asaltando una prisión en el norte de Siria y su líder murió a manos de Estados Unidos a principios de febrero. Ambos eventos, caras opuestas de una misma moneda, demuestran que tres años después del fin de su Califato, el Estado Islámico sigue vivo. Vivo y con fuerza, pues a pesar de estar debilitado en Siria, está en la ofensiva en Afganistán y el Sahel, terreno fértil para la implantación de Califatos locales. Tampoco podemos ignorar que aún hay un número considerable de acólitos del Daesh en campos de refugiados y prisiones en el norte Siria, gente que muy probablemente esté dispuesta a atacar en cualquier momento. Además, aún es posible que se cometan ataques terroristas inspirados por el Estado Islámico ya que las condiciones socioeconómicas y armas siguen presentes a pesar de la desaparición del Califato. Si no se corrigen, se puede correr el riesgo de un ataque terrorista

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato