Opinión

Darfur, un conflicto olvidado

photo_camera Conflict in Darfur, Sudan

En un mundo que se mueve a golpe de titular, donde lo único que existe es lo inmediato y en una época en la que incluso los asuntos más graves mantienen la atención solo el tiempo que transcurre hasta que otro tema irrumpe como novedad, se corre el peligro de perder la perspectiva y no ser capaces de reconocer situaciones preocupantes que aunque olvidadas permanecen en el tiempo y, como una mala enfermedad, van erosionando la salud hasta efectos que se vuelven irreversibles.

Son incontables los conflictos que en su día acapararon la atención, portadas, minutos de informativos, debates en organismos internacionales y que prácticamente de un día para otro desaparecieron del objetivo. Y no porque tuvieran una finalización, ya fuera satisfactoria o no, sino simplemente porque la actualidad los barrió del foco de atención. Pero siguen ahí, siguen causando dolor, sufrimiento, víctimas, y lo que es más preocupante, continúan evolucionando. Y cuanto más evolucionan más complicada es su resolución y más peligro suponen por ser foco de expansión de violencia, de inestabilidad en zonas clave por su interés geoestratégico y terreno abonado para la implantación tanto de grupos terroristas como de crimen organizado, los cuales a menudo van de la mano.

Entre esos conflictos hay uno especialmente doloroso por su duración y consecuencias y peligroso por las implicaciones que tiene dada su localización geográfica. Nos referimos al conflicto de Darfur. Y es un problema tan fuera del interés actual que la noticia de la finalización de la misión conjunta de Naciones Unidas y la Unión Africana (UNAMID) el próximo mes de octubre, así como el previsible anuncio de un acuerdo de paz durante el mes de julio, ha pasado casi inadvertida.

Darfur es una zona situada al noroeste de Sudán que limita con la República Centroafricana, Chad, Sudán del Sur y Libia. Darfur se divide en tres estados federados dentro de Sudán: Gharb Darfur (occidental), Janub Darfur (meridional) y Shamal Darfur (septentrional). Su capital es la ciudad de El Fasher. Está compuesto en su mayoría por llanuras semiáridas. La población alcanza aproximadamente los seis millones de personas.

En lo que se refiere a su historia,  Darfur fue un sultanato del valle del Nilo, situado en el actual Sudán que perduró de forma independiente desde su fundación en 1603 hasta que fue anexionado por Egipto el 24 de octubre de 1874. En 1916  se incorporó al Sudán anglo-egipcio.

Excepto en el norte, donde predomina la población nómada de origen árabe, en la región de Darfur conviven etnias negras africanas con población árabe. La etnia africana más importante son los Fur, que dan nombre a la región, pero hay varias etnias más, entre las que destacan los Zaghawa y los Masalit. Estas tribus negras se dedican principalmente a la agricultura, y comparten el territorio con varios grupos étnicos minoritarios llegados a la zona posteriormente, conocidos como Baggara, dedicados principalmente al pastoreo nómada.

El conflicto de Darfur es fruto de una compleja combinación de factores entre los que se pueden destacar la disputa por el acceso a los escasos recursos naturales, la desigual distribución del poder económico y político, la ausencia total de buenas prácticas de gobernanza, la proliferación de armas y la ancestral rivalidad entre nómadas (ganaderos) y población sedentaria (agricultores).

Conflicto de Darfur en Sudán

Desde la década de los 60 del pasado siglo se han ido sucediendo diversos enfrentamientos por algunos de los motivos relacionados, si bien es cierto que en la mayoría de ellos subyacía la pugna entre árabes y las tribus originarias de la región. De hecho, a mediados de los 80 uno de los factores que más contribuyó a alimentar los choques violentos entre pastores nómadas (árabes) y agricultores (africanos) fue la ideología supremacista árabe importada desde Libia y secundada por el Gobierno de Jartum.

Durante esa fase de los enfrentamientos Libia armó a los árabes de Darfur, y los no árabes, principalmente los miembros de la tribu Fur, establecieron contacto con el Gobierno de Chad para obtener ayuda. El que por entonces era el primer ministro de Sudán, Sadeq al-Mahdi, ignoró la situación debido a la dependencia que su país tenia de la financiación libia. Fue en ese periodo cuando se hace referencia por primera vez a los no árabes con el término “zurga”, que significa negro. Para cuando los grupos no árabes originarios de la región, las tribus Fur, Zaghawa y Masalit, organizados en dos grupos: el SLA (Ejército de Liberación de Sudán) y el JEM (Movimiento por la Igualdad y la Justicia), se declararon en rebelión abierta contra el Gobierno de Sudán en 2003, iniciando la última y actual fase del conflicto, todo el complejo entramado social había sido reducido a un conflicto entre africanos contra árabes, convirtiéndose dicha dicotomía en el eje principal del mismo.

La imagen estereotípica creada es la de un grupo de africanos rebeldes alzándose en armas contra el gobierno de la nación debido a la marginalización que sufría la región y la consiguiente respuesta de este organizando y armando milicias árabes que en su avance provocaron un genocidio. Pero aun siendo en gran parte una visión correcta, la realidad es mucho más compleja de lo que aparenta ser.  

La distinción entre africanos y árabes no deja de ser simplista, y esta clasificación atiende más a un sentimiento identitario que a un asunto exclusivamente étnico, y, por ello, las líneas que definen quién es árabe y quién es africano son muy difusas. De hecho, un cambio en la forma de vida o incluso un matrimonio con alguien de una etnia determinada puede suponer un cambio en la consideración de la persona.

Otra simplificación habitual es la que identifica a los árabes como nómadas y a los africanos como agricultores. A grandes rasgos es así, pero también aquí encontramos excepciones. El más claro ejemplo lo tenemos en la tribu Zaghawa, los cuales aun siendo africanos son eminentemente nómadas.

No obstante, estas dos diferenciaciones “simplistas” son muy útiles para entender las guías principales del conflicto y son las que referencian los propios habitantes de Darfur, a pesar de que no se pueden olvidar los matices que lo hacen más complejo.

Algunos expertos han hablado de un conflicto con diferentes vertientes superpuestas, y otros de la existencia de la convergencia de tres conflictos: los que se producen entre las diferentes comunidades, los que se dan entre las élites regionales y los existentes entre las regiones periféricas del país y el Gobierno central. Estos conflictos de diferente origen, pero interrelacionados entre sí, y la falta de visión para entender lo complejo de la situación constituyen uno de los factores principales que impiden alcanzar una resolución definitiva a la situación de crisis en la zona. Por si fuera poco, a ese entramado de enfrentamientos locales y casi ancestrales algunos, hoy día se añaden factores supranacionales y de gran importancia geoestratégica, lo cual hace que las raíces iniciales de la situación pasen a segundo o tercer plano, con lo que ello implica a la hora de lograr una solución.

Para combatir los levantamientos armados en la región, el Gobierno de Jartum, a partir de la década de los 80, recurrió los conocidos como “Janjaweed”. El origen de esta milicia es poco conocido y harto interesante. El líder libio Muamar El Gadafi tenía el sueño de lograr la arabización de los países fronterizos con el suyo. Chad era una pieza fundamental en su plan, y esa fue una de las razones que desencadenaron el conflicto en torno a la franja de Aouzu en 1987. Para actuar como fuerzas de choque Gadafi creó lo que denominó la “legión islámica”, en base a diversas tribus árabes y tuaregs procedentes del Sahel. Pero estas fueron derrotadas por el Ejército de Chad en 1988 y Gadafi se vio obligado a desistir de su plan. Esto llevó a la disolución de la “legión islámica”, pero sus componentes continuaron en la zona, bien armados, adiestrados, con experiencia en combate y con una ideología supremacista árabe muy arraigada. Esta fue la base para la creación de la coalición política denominada la Unión Arabe, creada en 1987 por varios lideres tribales de la región de Darfur descendientes de árabes. Su ideario era claramente racista, y así se recoge en sus documentos, que presentaban a los árabes, literalmente, como seres más civilizados que los africanos. Poco a poco, el panarabismo y su faceta más radical fue asumido por los sucesivos Gobiernos de Sudán del mismo modo que ya sucedía en Libia.

Conflicto de Darfur en Sudán

Así pues, las milicias Janjaweed proceden de una combinación de las mencionadas milicias creadas por Gadafi para combatir en Chad a finales de los 80 y de descendientes de árabes oriundos del propio Darfur.

El conflicto entre los Fur y los árabes resurgió de nuevo en la década de los noventa cuando el Gobierno de nuevo favoreció los intereses de unos grupos étnicos (de origen árabe) en detrimento de otros. A finales de 1991, el Ejército Popular de Liberación de Sudán trató de provocar un levantamiento en toda la región. En esta ocasión una combinación de unidades regulares y milicias árabes derrotaron a los rebeldes matando a su líder Daud Yahya Bolad. Este levantamiento tuvo como principal consecuencia que en el seno del partido en el poder, el Frente Islámico Nacional, se asentara la idea de que los Fur eran su principal enemigo en la región, lo cual le llevo a incrementar el apoyo a las milicias Janjaweed que actuaban en la zona del macizo montañoso conocido como Jebel Marra, lugar emblemático para los Fur. Fue en esa época cuando se extendió la práctica de atacar pequeñas aldeas y arrasarlas incendiándolas por completo, lo cual provocó el éxodo de poblaciones enteras. Práctica que con la intensificación de los choques se generalizó a partir de 2003. Y es por ello que para los habitantes de Darfur el comienzo del conflicto que aún hoy perdura no se fija en 2003 como lo hacemos nosotros, sino que lo sitúan en 1991.

Pero tomando como referencia el año 2003 y para tener una visión sobre lo que ha sucedido y en cierta manera aún sucede en Darfur, son fundamentales los datos aportados en su día por Naciones Unidas que hablan de aproximadamente 450.000 muertos, más de dos millones de desplazados y casi 250.000 sudaneses refugiados en diferentes campos al otro lado de la frontera con Chad. Y es ahora, casi dos décadas después, cuando se ha anunciado una investigación de los crímenes cometidos desde 2003 tomando como responsables a altos cargos del anterior régimen de Al-Bashir, haciendo buena la cita de Séneca que dice que nada se parece tanto a la injusticia como la justicia tardía.

Con este estado de las cosas habrá aun quien se pregunte “¿Qué puede empeorar la situación?”. La respuesta es bien sencilla: simplemente lo que ha sido la raíz del conflicto a nivel regional, pero elevado a la categoría internacional, la lucha por los recursos. Y más concretamente por algo tan imprescindible en ese lado del planeta como lo es el agua.

En los últimos días varias noticias referentes a la Presa del Renacimiento Etíope han saltado a los medios. Tras años de litigio y discusiones, los tres países afectados por la construcción de esta infraestructura parecen haber  llegado a un acuerdo. Y al mismo se ha llegado después de haber declarado Etiopía que estaba dispuesta a llegar a la guerra con tal de sacar adelante el proyecto y defender sus intereses. Esto ofrece una medida clara de la importancia de los recursos hídricos en la zona. 

En 2007 se descubrió un gran lago subterráneo en la región de Darfur. Hasta ese momento era algo que se suponía, pero un equipo del Centro de Detección Remota de la Universidad de Boston confirmó dichas suposiciones. 

La extensión que ocupa el acuífero es de algo más de 30.000 kilómetros cuadrados, equivalentes a la extensión del décimo lago más grande del mundo. Es evidente la importancia que tendría para la región su explotación, pero ello puede provocar nuevos episodios de tensión esta vez con los países fronterizos. Hace algunos años también se identificó otro acuífero similar en la región sur de Egipto limítrofe con Sudán. No es difícil imaginar que si se determinara la relación o conexión de ambos o una ubicación transfronteriza bien entre los citados países o con el Chad el conflicto internacional por la explotación y control de los mismos estaría servido. Y en la situación actual, en esas regiones, un acuífero es infinitamente más valioso que un yacimiento de petróleo.

Alguien dijo hace algún tiempo que los conflictos armados del futuro tendrían el agua como detonante principal. Y es muy posible que estemos asistiendo casi sin darnos cuenta a la materialización de esa hipótesis.