Decisiva batalla parlamentaria en Israel para eliminar a Netanyahu

Benjamin Netanyahu

Israel se aferra como nunca a sus incuestionables valores democráticos. Y ni siquiera el coronavirus parece que vaya a romper ese modelo. El escenario presenta a un primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu, líder del conservador Likud, procesado por presuntos delitos de soborno, corrupción y cohecho. No consiguió la mayoría de los 120 escaños del Parlamento (Knesset) en las terceras elecciones generales convocadas en apenas un año, y el presidente Reuven Rivlin decidió encargar la formación de gobierno a su contrincante, el exgeneral Benny Gantz, líder de la alianza de centroizquierda Azul y Blanco. 

El militar, que dirigiera la ofensiva contra la Franja de Gaza en 2014, dispone tan solo de 28 días para reunir los 61 escaños que certificarían esa mayoría imprescindible para gobernar, pero ello solo es posible si lograra el acuerdo tanto del ultraderechista Israel Nuestra Casa, de Avigdor Liberman, como de la Lista Conjunta que conforman los partidos árabes israelíes. 

Lo más previsible es que Gantz no consiga el apoyo de fuerzas tan heterogéneas, lo que abriría la puerta a que Rivlin se viera en la obligación de volver a solicitar a Netanyahu la conformación de un gobierno con suficientes apoyos parlamentarios. En caso de conseguirlo, salvo por una sentencia condenatoria firme, Netanyahu podría seguir al frente del poder ejecutivo, aunque fuere en funciones, e incluso abrir la puerta a unas nuevas elecciones generales, las cuartas sin que se haya definido una mayoría suficiente. 

La situación ha cambiado desde este miércoles, al dimitir el presidente de la Knesset, Yuli Edelstein, negándose este a convocar el pleno que votaría su propia destitución, tal y como le había ordenado el Tribunal Supremo, pero facilitando con la maniobra de dimisión que su sucesor previsto, Meir Cohen, no pueda tomar posesión antes de la semana próxima. Es obviamente una triquiñuela parlamentaria, ya que la dimisión solo es efectiva pasadas 48 horas, tiempo que facilita a Netanyahu seguir disponiendo drásticas medidas so pretexto de la pandemia del coronavirus, que ha provocado las primeras muertes y más de dos millares de contagios. 

Portazo y desacato

Antes de dar el portazo, Edelstein, respetado veterano de los campos de concentración de la Rusia estalinista, atacó duramente a los jueces del Tribunal Supremo por conminarle a convocar el pleno parlamentario, acusándolos de “interferir en las funciones del poder legislativo”. No lo ve así al menos una gran porción de los diputados del Parlamento, que seguramente tenga que votar una ley urgente que impida a un encausado ejercer como primer ministro. Sería prácticamente la única posibilidad que tendría Gantz de desbancar a Netanyahu, quien, sin duda alguna, aprovechará este tiempo que le ha conseguido su amigo y compañero de partido, Edelstein, para que algunos hipotéticos tránsfugas de Azul y Blanco impidan la aprobación de dicha ley. 

La pandemia también puede trastocar la situación. Inicialmente, Netanyahu y Gantz habían convenido pactar los acuerdos que fueren necesarios para combatir al coronavirus. Sin embargo, la nueva situación parlamentaria ha provocado la ruptura de las negociaciones, lo que permite al primer ministro decretar las medidas de cierre total de sinagogas, iglesias y mezquitas, de confinamiento y de restricciones de movilidad que eviten la expansión de la plaga. En suma, de alzarse como el gran líder de esta nueva guerra, e incrementar por lo tanto sus índices de popularidad, indudable factor de presión, también en la política de una democracia como la israelí. 

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