Opinión

Del discurso populista a la información del bulo

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El populismo echó a andar hace algunos siglos en los sistemas deficitarios de igualdad de oportunidades, hoy parece haber cogido carrerilla en los sistemas saturados de información.


“Existe un zapato para el cual existe un pie en algún lugar. Existen toda clase de pies que casi lo pueden calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su medida”.
Con estas palabras se pronunciaba Isaiah Berlín en 1960 ante la imposibilidad de definir el concepto populismo. El politólogo Benjamin Arditi se refiere al término como algo “anexacto”. El sociólogo Gino Germani lo describía como una forma de dominación con el objetivo de incorporar a los excluidos de la política. Decía Ernesto Laclau que, “el populismo es más bien una lógica política”. “Como el fantasma que apenas se deja atrapar” lo calificó Helmut Dubiel. Otros, persiguiendo el romanticismo elucubran conque el populismo reside en el corazón de la democracia.


El populismo echa raíces en la antigua Roma, cuando aparecieron los llamados factio popularium oponiéndose a la tradicional aristocracia, una revolución que empezó como (casi) todas por una crisis económica. Gracias a su destreza en oratoria inspirada en lenguaje callejero, tan agraciado carisma, y el discurso de subir los impuestos a los ricos y redistribuir los latifundios entre los más necesitados Tiberio Graco destacó entre los demás conquistando el corazón de las masas que lo siguieron con ímpetu en una desobediencia masiva: “Vosotros no tenéis nada. Combatís y morís solo para procurar lujo y riqueza”, espetaba Graco. Más tarde se le calificó como un demagogo oportunista que manipuló al pueblo para conseguir el poder que tanto ansiaba. No se salvaron tampoco otros de la descalificación de oportunista como “la conjura de Catilina” o el fraile dominico Jerónimo Savonarola que con sus arrebatados discursos arremetió contra las élites eclesiásticas.


El populismo detonaba en las manos rusas de los Naródniki en la década de 1860, cruzaba el charco y se imponía con la formación americana People´s Party en 1891, “el movimiento” cruzaba al Oeste para luego bajar al Sur, subir al Norte y aplazarse en el Este. Los populistas emergían desde todos los puntos cardinales del globo terráqueo, ahondando con fuerza en el sentimiento de unas sociedades jadeantes de injusticias y deseosas de participar activamente en la política. El populismo se tornó como una “lógica de la política” (hasta nuestros días).
Se advertía entonces que; arrastra a las juventudes, el “movimiento” depende de la movilización de la masa y que la condición es una constante campaña electoral y mediática.


¿Por qué surgen los populismos? Fernando Vallespín y Máriam M. Bascuñán ponen el foco en tres factores: un sistema político visto como disfuncional, deficiencias de integración y cohesión social, y un conjunto de actitudes psicosociales.

Si ya se advertía entonces, hoy en día es una puesta en escena gracias en parte a las redes sociales y a las nuevas tecnologías. Sobre esto, se ha popularizado cierto juego de Jon Roozenbeek y Sander van der Linden, investigadores de la Universidad de Cambridge, detallando las transcendentales narrativas de la desinformación. Bad News se desarrolló en colaboración con la plataforma de medios holandesa DROG y surge del Social Decision-Making Laboratory basándose en los principios de inoculación. “Desarrollamos una nueva intervención psicológica que tenía como objetivo conferir resistencia cognitiva contra estrategias de noticias falsas”, explicaban los investigadores en junio de 2019 en un estudio publicado por la revista Palgrave Communications.

Bad News, especifica herramientas tales como: el uso de una fuente de información fiable que congrega un mensaje que beneficia al “movimiento”. La concentración de la masa; “todos pensamos lo mismo”. La conspiración; es necesario identificar a los enemigos, reconociéndolos se logra unificar el pensamiento de los seguidores. El descrédito; no dar por válida aquella información que perjudique, venga esa información de donde venga hay que desacreditarla. La exaltación de las emociones; ya explicaba Diego Muro, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de St. Andrews en Escocia: “el mensaje de los populistas es dar a la gente corriente lo que quiere, los populistas dicen que quieren dejar que la gente gobierne”. Distorsionar la realidad ya sea a través de la modificación de imágenes o “cortina de humo”, es decir, desviar la atención de lo importante. Y por último la más controvertida, la táctica para engañar/violentar/tergiversar y agitar conocida como “troleo”, ahora, a través de bots social.

El Juego, que “tiene miga”, está bien para hacernos una idea de que cómo están funcionando las “cosas”. Lo extraño, preocupante y (podría decirse) alarmante es que algunos sectores de la población solo reconozcan estos emblemas en una facción de los “jugadores” de la política.
Como Zoon politikón que distingue a nuestra especie Homo Sapiens, todos participamos en el “juego”, los políticos con sus discursos, los medios de comunicación con la agenda setting y los ciudadanos y ciudadanas desde nuestra variopinta red de perfiles en las redes sociales.


Los medios de comunicación necesitan a los políticos como una de sus principales fuentes de información y los políticos necesitan a los medios de comunicación, pues son vehículo para llegar a sus votantes. Esta dependencia mutua ha constituido desde tiempos remotos “un pulso”, que algunas veces han ganado los medios de comunicación y en otras, los políticos.


Es preocupante y peligroso para las Democracias que quieran seguir avanzando dentro del marco legal que sus conciudadanos dejen de creer en las Instituciones, mucho más preocupante es que dejen de creer en la Información que reciben. Si el ciudadano de a pie deja de “sentir” el histórico “pulso” entre política y medios de comunicación y lo que “siente” es un conglomerado de intereses, todos habremos fallado, “tirando por la borda” años de ética y de Historia siglos de esfuerzo, habremos perdido todas las batallas, las pasadas y las venideras y lo que es peor, solo nos quedará encomendarnos a los rezos de que las “aguas bravas” de la globalización sean condescendientes con nosotros.


El impulso de cualquier profesión tiene un componente ético, no le falta razón a Rafael Yanes cuando dice: “objetividad y persuasión son términos que representan los límites de un mensaje desde el punto de vista ético. Fuera de ese campo se encuentra la manipulación”.


Recuerden: “existe un zapato para el cual existe un pie en algún lugar. Existen toda clase de pies que casi lo pueden calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su medida”.

Lidia Fernández Fernández es historiadora y periodista por la Universidad Rey Juan Carlos, experta en Inteligencia Emocional y Comunicación No Verbal por la Universidad Camilo José Cela