Opinión

Deslealtad y vergüenza

photo_camera Pablo Iglesias

Séneca decía que algunos hombres parecen grandes porque se mide también el pedestal en el que se han subido y creo que eso le es aplicable al vicepresidente segundo del Gobierno de España, Pablo Iglesias, encaramado en un puesto para el que simplemente carece de la preparación, de la lealtad y de la prudencia necesarias. Porque si las tuviera no haría ni diría las cosas que hace y que dice. Cervantes tiene un bonito verso según el cual “Advierte que es desatino, siendo de vidrio el tejado, tomar piedras en la mano, para tirar al vecino”, que es precisamente lo que hace este hombre que parece más empeñado en destruir que en construir y más en separar que en unir.

El señor Iglesias ha llegado al Gobierno apoyado por un PSOE desconocido y débil y a lomos de una casposa ideología comunista sacada del baúl de trágicos recuerdos del siglo pasado. Ha jurado fidelidad a la Constitución y lealtad al Rey y no oculta ni su desprecio por la que considera herencia del franquismo, ni su deseo de acabar con la monarquía para traer una república basada en principios bolivarianos que tanto admira a pesar de haber arruinado al país donde se han llevado a la práctica. De entrada, es, pues, perjuro.

Su ideología le llevó hace unas semanas a comparar al señor Puigdemont, fugado en Waterloo de la justicia española tras ser acusado de sedición por orquestar un golpe de Estado contra el orden constitucional, con los refugiados republicanos que tuvieron que huir tras el triunfo de Franco en la Guerra Civil. Al hacerlo, el señor Iglesias comparaba de forma muy injusta a alguien que vive con todas las comodidades tras levantarse contra un régimen democrático, con el exilio en condiciones muy difíciles de quienes se jugaron la vida luchando por la libertad. Son palabras que revelan crasa ignorancia y muy mala fe por parte de quien las profirió.

Estos días, tras la desastrosa visita a Moscú del alto representante europeo, señor Borrell, el señor Iglesias ha tomado partido por Moscú frente a su propio país. Ocurrió cuando el ministro de Exteriores ruso, señor Lavrov, molesto por la referencia pública a Navalny por parte de Borrell, le comparó con los líderes del Procès catalán que están presos no por sus ideas sino por sus delitos. La ministra de Asuntos Exteriores de España, Arancha González Laya, salió entonces desde Madrid a poner las cosas en su sitio recordando que en España no solo no hay detenidos políticos, sino que nuestro país pertenece al reducido grupo de 23 democracias plenas que hay en el mundo según The Economist, grupo del que ciertamente Rusia no forma parte.

Y es ahí donde intervino el señor vicepresidente segundo del Gobierno de España para contradecir públicamente a la ministra y señalar que “no hay una situación de plena normalidad democrática en España cuando los dos líderes de los dos partidos que gobiernan Cataluña uno está en prisión y el otro en Bruselas”. Es muy desleal por su parte colocarse del lado de Rusia frente a España, es muy torpe desautorizar así a una ministra de su propio Gobierno (el ministro ruso se pregunta ahora con ironía a cuál de los dos debe creer), es muy canalla contribuir de esta forma al desprestigio internacional de tu propio país, y es muy ignorante comparar churras con merinas.

Me parece penoso lo que ha pasado. Es penoso que este hombre, que quizás tenga otras capacidades, sea vicepresidente del Gobierno de España porque ha demostrado claramente que no reúne las condiciones para ello. Pero me parece igual de mal el silencio del presidente del Gobierno, porque el señor Sánchez debería haberle parado los pies, debería haberle llamado al orden y debería haberle desautorizado públicamente al tiempo que respaldaba ante el mundo a su ministra de Asuntos Exteriores, que lo necesita. El señor Sánchez no puede eludir su responsabilidad en lo que ha dicho Iglesias porque es su jefe y es quien le ha nombrado. Avergüenza el silencio presidencial, que muestra su debilidad, mientras que son simplemente patéticas las torpes declaraciones de la ministra portavoz diciendo que hay que enmarcar lo ocurrido en la campaña de las elecciones catalanas. Vergüenza.
 
Jorge Dezcallar.