Draghi refuerza su alianza con Estados Unidos y divide aún más a la 'maggioranza' de Gobierno

Mario Draghi

El primer ministro Mario Draghi, camino ya de su primer año y medio al frente del Ejecutivo, ha decidido, en esta segunda semana de mayo, realizar una visita al presidente de los Estados Unidos, el demócrata Joe Biden. Lo que contrasta con su negativa rotunda a visitar a Vladimir Putin, con quien, como ya dijimos en una ocasión anterior, se limita a llamada telefónicas donde, más que pedirle un cese de las hostilidades en la guerra contra Ucrania, trata más el tema del pago de la energía rusa que una cada vez más quimérica paz.

Y es que Draghi no hace sino reafirmarse en su intención de liderar las sanciones económicas contra la Federación de Rusia al tiempo de recordar la necesidad de dar dinero al Gobierno ucraniano para que pueda hacer frente al invasor ruso. Una posición en la que se encuentra claramente secundado por el recién reelegido presidente francés Emmanuel Macron y a la que parece que Alemania no tendrá más remedio que acabar adhiriéndose debido a que, dentro del llamado “big four” (las cuatro primeras economías de la UE), se está quedando sólo porque España también apoya a italianos y franceses.

Esta visita de Draghi a Biden llama la atención el momento en que se produce, que es cuando Estados Unidos está haciendo públicos sus esfuerzos por ayudar militarmente a un Ejército ucraniano que, por cierto, en el momento de estallar la guerra, prácticamente brillaba por su ausencia. 

En realidad, Draghi es un “producto” típicamente norteamericano. Porque, aunque romano de nacimiento y viviendo en territorio europeo desde comienzos de los ochenta, lo que muchos desconocen es que Draghi forjó su poderosísimo “currículum” intelectual en territorio norteamericano. Y es que, a finales de los años sesenta, uno de los más prestigiosos economistas transalpinos, el Premio Nobel de Economía Franco Modigliani, llamó entonces a un joven Draghi que ya despuntaba en la Universidad de La Sapienza para que marchara al Instituto Tecnológico de Massachusetts con el fin de realizar su tesis doctoral, que defendió a mediados de la década de los setenta.

Porque, aunque luego hemos visto a Draghi metido de lleno en las instituciones de su país (Dirección General del Tesoro, Banco de Italia, etc.) como europeas (presidencia del Banco Central Europeo entre 2011 y 2019), lo cierto es que este economista y financiero es tan 'professore' como Mario Monti, primer ministro entre noviembre de 2011 y abril de 2013. Porque, cuando Draghi finalizó su itinerario formativo en tierras norteamericanas, estuvo prácticamente una década impartiendo clases de Economía en diferentes universidades italianas, hasta que decidió dejar la docencia para dedicarse a las finanzas públicas. Tal vez eso explique su extraordinaria capacidad de comunicación, que le lleva a dotar de fuerte contenido a sus cortas comparecencias ante los medios de comunicación.

Todo esto nos mete de lleno en lo que ha sido la Historia de la política exterior italiana durante la etapa republicana, abierta con el “referéndum” que abolió la monarquía allá por el 2 de junio de 1946. En aquellos tiempos quien marcaba el 'tempo' en política exterior no era otro que el trentino Alcide De Gasperi, ocho veces primer ministro entre 1945 y 1953. Y De Gasperi, al que tocó vivir el nacimiento del mundo bipolar donde la mayor parte de los países tuvieron que alinearse o con los Estados Unidos o con la Unión Soviética, decidió insertar de lleno a su país en el sistema defensivo occidental, al tiempo que lo iba integrando en todas las instituciones (ONU, CECA, CEE, etc.) que se iban creando en el mundo de postguerra.

Así, la actuación de Draghi como presidente del Consejo de Ministros le ubica de lleno en la tradición demócratacristiana, y, más en concreto, en la de la llamada “corriente de derechas” (Segni, Pella, Scelba, Tambroni, Zoli y tantos otros 'premiers'). Algo en lo que cuenta con el inestimable apoyo del presidente de la República, Sergio Mattarella, un decidido europeísta (así lo demostró en mayo de 2018 al impedir que Paolo Savona, economista contrario a la moneda única, se convirtiera en titular de Economía y Finanzas) que también se ha sentido cercano a los Estados Unidos. Aunque es cierto es que Mattarella es un importante y reconocido seguidor de Aldo Moro, célebre por su intento de pacto de gobierno con los comunistas en la década de los setenta (el llamado “compromiso histórico”, algo por cierto más ficticio que real). En todo caso, aunque la Constitución italiana reconoce al presidente de la República su capacidad para intervenir en política exterior, deja igualmente claro que, en caso de conflicto entre la jefatura del Estado y del gobierno en asuntos internacionales, prevalece la línea marcada por el jefe del Gobierno o primer ministro sobre la del jefe del Estado o Presidente de la República.

La pregunta es: ¿de qué habrá tratado realmente Draghi con Biden más allá de lo que ellos mismos cuenten en rueda de prensa? Seguramente, de la importancia que pueden y deben jugar los recursos energéticos norteamericanos a la hora de dejar de depender de la Federación de Rusia. Y es que la cruda realidad en este momento es que, por mucho que la Unión Europea esté apoyando de diversas maneras a Ucrania en su guerra con el invasor ruso, la realidad es que esta misma UE, juntando lo comprado por los 27 países que la integran, paga cada año la friolera de 74.000 millones de euros a las empresas rusas por su energía. En otras palabras, y dicho con la mayor de las claridades, esa misma UE que está hablando (y que, en parte, lo hace) de apoyar al Gobierno ucraniano para que derrote al invasor ruso es la misma que está financiando el gasto militar del Gobierno de Putin. Toda una contradicción con la que Draghi, como otros líderes europeos, quiere acabar, pero que realmente no tendrá fin hasta que se encuentren fuentes alternativas, y Estados Unidos tiene mucho que decir en este terreno.

Claro que una cosa es decirlo y otra hacerlo: mientras, por ejemplo, Argelia ha “alimentado” de gas a España a través de un gasoducto que cruzaba todo el norte de África para entrar por el Estrecho de Gibraltar, y a su vez la Federación de Rusia tenía pensado surtir de este mismo recurso a Alemania a través de otro gasoducto que cruza el Mar Báltico y que se conoce con el nombre de “Nordstream”, en el caso norteamericano la amplitud del Océano Atlántico obliga a transportar este mismo gas utilizando embarcaciones que encarecen de manera muy sustancial la energía obtenida. 

No obstante, transcurridos ya casi tres meses de guerra, da la impresión de que aquí no va a haber vuelta atrás: el genocida Putin debe pagar sus crímenes de guerra y la palabra “paz” suena cada vez más hueca. “Retirada”, “capitulación” o “rendición incondicional” son otros términos que cada vez cobran más sentido, e igualmente resulta cada vez más evidente que tanto Estados Unidos como la Unión Europea (con Draghi a la cabeza) quieren acabar con la Rusia de Putin e iniciar una nueva era. Porque, más de uno se preguntará, y con razón: ¿de dónde sale tanto interés por ayudar a un país (Ucrania) que no sólo no es miembro de la Unión, sino que, hasta semanas después de comenzada la invasión rusa, ni siquiera se había planteado la adhesión a la construcción europea? La respuesta es clara: el auténtico “talón de Aquiles” de la rica Unión Europea es la fuerte dependencia energética, y otro régimen en Rusia podría ser la solución a tanto quebradero de cabeza que se vive desde hace tiempo con Putin, y que ha llevado a la dirigencia comunitaria a mirar hacia otro lado cuando el presidente ruso ordenaba envenenar a espías (véase Litvinenko) o someter a auténticas prácticas despiadadas a un opositor político como Alexei Navalny.

Lo peor para Draghi vendrá cuando vuelva a Roma. Allí le estarán esperando un Movimiento Cinco Estrellas cada vez más enfrentado con él a cuenta del gasto militar y su cercanía con Estados Unidos, y un Salvini que de momento se mantiene callado pero al que le falta cada vez menos para marcarse una auténtica “salida de pata de banco” (en su caso, Draghi juega con las enormes ganas que tiene Salvini de convertirse en presidente del Consejo de Ministros, algo tras lo que éste lleva detrás la legislatura completa). Pero la realidad es que, aunque esa 'maggioranza' se muestra cada vez más dividida, Draghi tiene la fortuna de que Cinco Estrellas es un partido al borde de la extinción, y de que la Lega de Salvini se encuentra en horas no bajas, sino bajísimas. Así que él podrá seguir marcando el 'tempo' de la política exterior, y ya sabemos por dónde va: cada vez más cerca de Estados Unidos y cada vez más enfrentado con la Rusia de Putin. ¿Acertará en esa postura tan determinada y tan personal?

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Relaciones Internacionales en el Centro Universitario ESERP y autor del libro Historia de la Italia republicana (1946-2021) (Madrid, Sílex Ediciones, 2021)

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