El Cervantes sin tregua, entre la pandemia y la guerra

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Los caminos del español son tan amplios y complejos, que el director del Cervantes encargado de cuidarlos mira tan pronto a Moscú (y como pagar las nóminas con el bloqueo bancario a Rusia), como a Seúl, que trae tantos turistas a España como China. La lengua está viva, y su administración tiene que seguir su estela cambiante.

Nunca fue la potencia del español tan amplia en el mundo (como cuestionada por el nacionalismo en casa). Pero sus guardianes- la Academia en la ortodoxia y el Instituto Cervantes en su expansión –ejercen desde hace años sus funciones con diligencia, esmero y un presupuesto mejorable. Los planes del Cervantes los expuso su director Luis García Montero en un encuentro informativo en Madrid, en el que la palabra fue protagonista, mientras las armas rusas enmudecían al mundo.

La pandemia fue una prueba de fuego para su capacidad de resistencia en su acción educativa en el exterior, y el daño parece amortiguado, aunque la sangría de alumnos presenciales fue alta, y por lo tanto su financiación directa. Pero como tanto otras empresas, ha sabido subirse al carro del en line, donde además el español necesita dar la batalla. 

Recuerdo a Ángel Martín Municio, académico de la Real Academia de la Lengua y director en su día de la de Ciencias, afirmando que una lengua es importante y pervive si manda en el lenguaje científico. García Montero, poeta y filólogo, sabe eso muy bien y busca que así sea. Hay que estar alerta en la expansión territorial, en las redes y en los sectores que hacen la lengua importante y permanente. Por ejemplo, en la Europa institucional. ¿Aumentará la presencia del español en la Unión Europea ante la salida del Reino Unido y su poderoso idioma? Habrá que trabajarlo con el ahínco con el que se lo trabajan los franceses.

Se veía al francés- aquella eterna lengua de la diplomacia -en retroceso ante el peso del inglés, el chino mandarín y el español. Pero mientras que la base demográfica hispana apunta a un estancamiento, la pujanza africana y sus semilleros franceses presagian una subida exponencial. El Cervantes ha abierto sede en Dakar y sucursal en Costa de Marfil. Tendrá que ir a más, porque esa zona de flujos migratorios es crucial para España y para su lengua. Tampoco quiere perder foco en la gran base americana, donde se concentra el mayor número de hispano hablantes, y ya empieza a gestionar el centro californiano de Los Ángeles, que se asentara en Hollywood. El cine es un vehículo claro del idioma, y lo español con acento de Cruz o Bardem se proyecta en todo el mundo. 

El reto americano es crucial, porque se sabe que las segundas generaciones de hispanos empiezan a olvidar su lengua porque es el inglés el que les da trabajo. García Montero tiene claro- frente al insultador Trump –que esta no es una lengua de pordioseros, sino el vehículo de una gran cultura con muchos acentos
Una lengua y una institución acogedoras. Como el proyecto “Canoa”, primera palabra que acepta el español de origen indígena, que pretende ser plataforma de las lenguas americanas, cono lo es ya el Cervantes para las lenguas cooficiales españolas, o incluso para el portugués.

Colabora el Cervantes con más de mil universidades del mundo, y cuida a sus seiscientos millones de hispanohablantes, ayudando a los que no lo son a que tengan una lengua de estudio, de trabajo, de comunicación en definitiva accesible y viva. La lengua representa el 16% del PIB español y sostiene al menos tres millones de empleos.  Este poeta metido a gestor sabe que “el dinero es lo más prosaico” cuando se trata de la industria cultural, y que la buena administración del estado es clave. Pero sin duda con más fondos, al nivel de los grandes de la UE. 

El Cervantes debe seguir creciendo porque en él se da la gran clave: la potencia exterior de un país se basa en una cultura fuerte que pueda ser conocida y disfrutada por el mundo. La manera de cautivar y convencer a los demás con la palabra, no con las armas. Los retos económicos por culpa primero de la pandemia, ahora por la guerra y el boicot a Rusia siguen siendo complejos. Pero el Estado español debe tener claro que su inversión internacional en la lengua de Cervantes es la que mayores réditos de futuro nos puede traer de vuelta a casa.
 

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