Opinión

El cliché de Mohamed bin Salman

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La nueva realidad de Arabia Saudí tiene un difícil escollo que superar para lograr el reconocimiento en algunos sectores de la comunidad internacional. La intensa labor de modernización que está realizando en un país con rígidos principios wahabíes el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, se ve eclipsada por el inaceptable caso del asesinato en Turquía, del periodista saudí, crítico con los dirigentes del Reino, Jamal Kashougui. La sombra del caso ha perseguido a Bin Salman en su actividad de los últimos años, a pesar de haberse celebrado el juicio con condena incluida a los autores e instigadores de un crimen abominable. La CIA le acusó de ser el responsable del asesinato y de nada han servido las explicaciones y los desmentidos del príncipe heredero para zafarse de una etiqueta con demasiadas connotaciones y con numerosas dudas sobre los verdaderos intereses de la agencia de Inteligencia norteamericana. 

Si tantas pruebas tenía la CIA, para realizar un informe con unas conclusiones tan tajantes y tan negativas para el próximo jefe de Estado saudí, tendría que haberlas puesto a disposición del Tribunal que juzgó el caso para zanjar definitivamente una situación que condiciona la acción exterior de un país fundamental para la estabilidad internacional. Y la de aquellos que intentan reconducir la situación como fue el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su choque de puños durante su encuentro en Yeda, o el presidente francés, Emmanuel Macron, en el Elíseo donde recibió a un Bin Salman que tiene en estos momentos la llave de un posible incremento de la producción de petróleo para bajar los precios. 

La crisis energética que sufre Europa por el enfrentamiento con el presidente ruso, Vladimir Putin, tras su invasión de Ucrania exige que los escrúpulos y algunos principios queden aparcados. Todos los que dicen ser los defensores de los Derechos Humanos en el mundo han demonizado a Biden y a Macron por relacionarse con Bin Salman. Sin embargo, ninguno de los medios de comunicación que recuerdan siempre el caso abominable del periodista Kashougui a la hora de hablar del príncipe saudí, no utilizan coletilla equivalente cuando se refieren a Putin, que podríamos considerar el asesino de civiles en Ucrania, o Maduro, Xi Jinping, Jamenei y tantos otros. 

Quizá no sea políticamente correcto llamar la atención sobre el progreso de los derechos de la mujer en Arabia Saudí, la gestión de la Visión 2030 para diversificar ingresos, apostar por la digitalización y las nuevas tecnologías con un proyecto de ciudad como NEOM que nos sitúa en un futuro espectacular, y otras muchas facetas que garantizan estabilidad y progreso para la región. Además, su decisivo papel de evitar la expansión del régimen de los ayatolás iraníes.