El dilema OTAN: fortaleza vs. dispersión

OTAN-NATO

La ampliación de miembros y su cohesión debe confrontar una amplitud de misiones en un mundo más tecnológico y globalizado.

Como en el caso de los grandes matadores, que se envalentonan cuando los pitones del astado aparecen más temibles, la Alianza Atlántica se ha henchido de valor gracias a la embestida de Putin. La cuadrilla OTAN se ha arrejuntado más que nunca para lidiar con la amenaza imprevista de un ataque en Europa y encara la cumbre de Madrid con el dilema de si su nueva fortaleza debe conducir a una ampliación de misiones, o si esa decisión la llevaría a una dispersión en su trabajo y a una pérdida de eficacia.

El fracaso que supone siempre una guerra tiene unos colaterales imprevistos, y en esta operación suicida de Rusia sobre Ucrania, la nota optimista apareció en el flanco Atlántico. Hubo un cierre de filas entre las democracias, fomentando su cohesión, tanto entre los miembros de hecho de la Alianza como entre los afines que quieren sumarse al mecanismo de defensa. Casi en el “momento más inesperado, pero más oportuno”, porque Trump había dejado herida de muerte la colaboración entre europeos y estadounidenses, su fiel amigo Putin ha conseguido para Biden justo lo contrario de lo preconizado por su antecesor, el golpista que no quería dejar la Casa Blanca. De una Alianza en vías de naufragar a una resurrección de la misma en toda regla.

Así las cosas, la OTAN se debate ahora entre el mantenimiento de esta situación de robustez, con el apoyo incluso de nuevos miembros como Suecia y Finlandia, y la tentación de ampliar su marco geográfico y sus misiones con el riesgo de perder la claridad de los objetivos o el control suficiente de los riesgos.

Nueva hoja de ruta

Le toca felizmente a Madrid ser escenario del encuentro más crucial en años de los Aliados, que coincide con la obligación de plantear la nueva hoja de ruta para la organización y sus misiones. El llamado “concepto estratégico”, que marca la actuación de todos los servicios de defensa de los países miembros, se renueva cada diez años, y justo se está afinando a la luz de la invasión de Ucrania por las tropas rusas para la cumbre de Madrid.

¿Cómo serán las relaciones con Moscú cuando acabe la guerra? ¿Debe incluirse China como elemento clave de la política de seguridad? ¿Se reforzará el flanco Sur al nivel del flanco de la Europa central ahora en peligro? ¿Son el terrorismo y los ciberataques casos suficientes para invocar el articulo 5, para que todos los mosqueteros se sumen a una en la defensa del estado atacado?

Desde el inicio del nuevo siglo con el ataque a las Torres Gemelas, hasta la salida de las tropas OTAN de Afganistán los supuestos de cómo actuar desde la OTAN se han ido asumiendo o modificando sin grandes divergencias, pero con síntomas de cierta incomodidad entre algunos socios. La precipitada salida de Kabul, marcada por Bien sin muchas consultas, o el desasosiego por la amplitud geográfica de las misiones iban minando en algunos casos la acción consensuada entre todos los miembros. Con la llegada de la guerra a la propia Europa esas dudas se han disipado, incluso en el flanco alemán.

Con todo, el debate sobre si debe existir una defensa común europea sin los Estados Unidos, es decir mediante un mecanismo propio diferente al de la Alianza donde el peso americano es contundente, sigue existiendo. Javier Solana, que ha tenido un pie en ambos lados, como secretario general de la OTAN y como Alto representante para la política exterior y la seguridad de la UE, sigue creyendo que “vamos a tener capacidad de generar una defensa europea. No será mañana, pero estamos poniendo las piedras para pavimentar ese camino. La UE demuestra su capacidad de integración rápida en los momentos de crisis. Toma sus decisiones favoreciendo siempre la integración”. Para Solana la clave de esta construcción de una defensa propia de los europeos está en que “los países planifiquen sus defensas no de forma individual, sino colegiada. Además, debemos generar tecnología propia. Estamos en ello”. Sus reflexiones pro-europeas se producían en el veterano foro del Seminario Internacional de Seguridad y Defensa de Toledo (organizado por trigésimo cuarto año por la Asociación de Periodistas Europeos), mientras trabajaba entre bambalinas para generar el consenso de la nueva cumbre de Madrid tras haber sido protagonista de primera fila en la del 97 tambien en la capital española. Justo entonces se produjo la primera entrada de países del antiguo pacto de Varsovia en la OTAN que, aunque no gustó del todo a Moscú, se hizo de forma abierta y con la firma del propio Yeltsin. Entonces se crearon el Consejo OTAN-Rusia, y el Ucrania-OTAN. Todo lo que ahora ha desbaratado la guerra de Putin.

Otros analistas, y especialmente los militares, consideran que la presencia americana no es solo más útil, sino determinante, y que la defensa del mundo libre yal y como se define en el Tratado fundacional de la alianza está mucho más asegurada con el concurso de Washington, sus tropas y su armamento. Quizá no pueda haber una clara disuasión nuclear sin el concurso norteamericano. Hoy por hoy, no parece que haya una mayor discusión. Europa debe reforzarse, país a país, y de manera consensuada, pero siempre con el concurso clásico de los Estados Unidos.

¿Debe llegar la OTAN hasta China?

Con el melón ucraniano tan abierto, a la espera de un alto el fuego (“un alto el fuego inmediato sería lo mejor que podía pasar ahora mismo”, según Solana), el debate sobre las posiciones de las democracias respecto a China y sobre la ampliación de los mecanismos de defensa al sur del Mediterráneo, norte de África y el Sahel aparecen muy relevantes, y al mismo tiempo cuestionan las capacidades de la Alianza para atender tanto territorio. ¿Es pues la OTAN un compromiso de defensa global de las democracias o se va a quedar limitado a proteger Occidente?

El asunto chino es el más determinante a la hora de los nuevos análisis, China ya apareció por deseo americano en el concepto estratégico de la Alianza marcado hace una década, dada su dimensión, creciente capacidad económica y militar y especialmente por su expresado deseo de protagonismo en el nuevo orden mundial, que ahora ha desbaratado en cierta medida la operación de Putin. A los europeos cargar las tintas sobre Pekín no les hace mucha gracia. Algunos creen que la intención China es simplemente “tener una tienda abierta en Europa” (frase del general Sanz Roldan). Otros claman contra la injerencia en la seguridad de la tecnología 5G, por el apoyo indirecto a Rusia, por su desconsideración en los derechos humanos, etc. Es uno de los capítulos más abiertos para la cumbre de Madrid. Las opciones de los “aliados lejanos” del Pacifico (Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur) es determinante. Y es muy importante que Estados Unidos no escore su visión y sus fuerzas únicamente hacia el Pacifico, como tenía pensado antes de que el tablero europeo fuese roto por Putin, y reclamase de nuevo su atención. Un necesario equilibrio de fuerzas, que no sucumba a la sobredimensión del trabajo en tan amplios frentes. Sobre todo si se produce un sobresalto en Taiwan.

Para los más globalistas hay que partir de la premisa de que “ya no hay conflictos regionales, todos son globales… inflación, energía, satélites, etc.” como señalo en las jornadas la experta en cuestiones sino-rusas Theresa Fallon. Quien recordó que China está claramente en contra de la “expansión de la OTAN”, señalando la crítica por la ayuda facilitada a Ucrania para mantener viva sus conexiones vía satélite frente al destrozo de los sistemas por parte de los rusos.

El debate en las tandas preparatorias también ha estado en la visión de la necesaria defensa del flanco sur. El terrorismo (Sahel), el uso del chantaje energético (Argelia), la penetración rusa en países africanos antes cercanos a Francia… amplían el abanico de cuestiones pendientes a analizar y defender por los aliados.

Quizá demasiados flancos, pero partiendo de que la Alianza debe estar a la salvaguarda de principios claros. Aunque los implicados parecen tener muy claro que el posicionamiento de “The West against the rest” (Occidente frente al resto) es un posicionamiento no ganador, y que por tanto debe evitarse.

El exjefe de la inteligencia española General Sanz Roldan vaticinó que “tendremos un nuevo orden al final de la guerra de Ucrania, y se basaría en una relación transatlántica muy fuerte, y con una Europa geopolítica muy fuerte también” Y todo ello, “teniendo claro que son los principios los que tienen que marcar la forma de gestionar la crisis: La libertad, la democracia y la defensa de la ley”. Ante el miedo a que la larga guerra y el impasse del verano nos haga desfallecer, él abogo por un “no hay que cansarse. Hay que continuar hasta que llegue la solución y el que ha hecho el daño pague”.

Claridad de ideas, cohesión entre los miembros de la Alianza, más los que ahora se suman, y pragmatismo. La Alianza está sin duda mucho más fuerte, pero con la nueva hoja de ruta que se marque en Madrid debería mantener la cabeza fría sobre como dosificar sus fuerzas ante los amplios retos geográficos, y los no menos siderales de la ciberseguridad, el terrorismo internacional, las migraciones descontroladas, los efectos del cambio climático y las nuevas rutas comerciales. Más que un toro duro de lidiar, el mundo parece enfrentarse ya a un encierro de múltiples astados, a los que solo una buena estratégica y una gestión de crisis prudente nos pueden permitir no salir con heridas de consideración, o mortales de necesidad. 

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