El estado de la nación

Pedro Sánchez in the State of the Nation Debate

El pasado día 12, nuestro ínclito y nunca bien ponderado presidente del Gobierno protagonizó un acto más en su desbocada carrera hacia el populismo, el marketing y la improductividad. Llevábamos desde 2015 sin que, por diversos motivos ajenos a su voluntad y no tanto, se produjera este tipo de debates que, además de ser más que necesarios, si se hacen como Dios manda, deben servir para que los españoles sepan de verdad cómo estamos, hacia donde vamos y qué es lo que nos espera a medio y corto plazo.  

Eso es lo que se suponía que debía suceder en esta ocasión; máxime tras tantos años de espera y debido a lo negro que se está poniendo el cielo por culpa de los grandes y compactos nubarrones que, a marchas forzadas, se acercan por doquier y sin posibilidad de escape de tamaña tormenta; pero una gran mayoría nos temíamos o intuíamos, que no iba a ser así.  

Sánchez, como buen y más que probado escapista, trató de eludir contarnos en qué situación estamos y qué es lo que realmente nos espera, salvo unas pequeñas pinceladas, sin aclarar ni profundizar lo más mínimo, en las que nos puso negro sobre blanco -para que un día no se le pudiera achacar el mismo error que a su maestro Zapatero- que la situación económica ya es grave, que va a ir a peor y que, por tanto, todos, menos casualmente el macro y super abultado Gobierno, su estructura derivada y su máquina de propaganda, deberemos adelgazar para trata de reducir gastos y economizar esfuerzos que, para todos, menos para los políticos, son superfluos y por ello, fácilmente, podemos pasar sin ellos.

La deuda, el abultado déficit, el paro real no camuflado, el IPC y la consiguiente inflación han llegado a cotas de vértigo y, para no salirse del guion, últimamente se nos venía anunciando que Sánchez, el salvador de las situaciones de crisis, como justificación a su ‘magnífico Doctorado en Economía’, en estas fechas iba a mostrarnos su fórmula magistral con la que salvar a España de todos su males y volver a la normalidad; mientras el resto de países de nuestro entorno y allende los mares continuarán sumiéndose en las lagunas turbias y profundas de la desesperación económica y la improductividad. Situación falaz e inventada que, para darle mayor verosimilitud, ya se encargaría de sacar en los momentos oportunos, unos gráficos que apoyaran su teoría, aunque estos se basaran en datos falsos y no citara su autoría, fecha y grado de fiabilidad. 

PHOTO/MONCLOA – Debate sobre el estado de la nación en el Congreso de los Diputados

Comenzó llorando a su modo habitual, mostrando la soledad y la incomprensión que le rodea en sus tareas de gobierno, la encarnizada lucha interna en el seno del mismo y las recetas de ‘brujo’ que le llueven desde la bancada contraria, que, según su opinión, solo sirven para confundir y marear al público; mientras él y solo él se erigía en el buen doctor que sabe y conoce bien su trabajo y que siempre aplica su adecuada y mesurada forma de actuar.

Tras sus habituales fuegos de artificio, tratando de ofuscar al personal y poner como malos y perversos a la oposición que no le quiere ayudar ni obedecer a pies juntillas sus propuestas por arcaicas, improductivas y hasta inanes o nefastas para atajar tanto y abultado mal, llegó al momento del ‘más difícil todavía’. Precedido por redobles de tambor y esperando ser objeto de sorpresa, que inicialmente impidiera, evaluar la enjundia, realidad y el calado de sus propuestas, nos lanzó todo el fuego de su Artillería. 

Una Artillería que resultó ser una traca de barrio humilde valenciano en épocas de penurias y recortes presupuestarios disimulada con algún petardo intercalado para que nos sonara a nuevo y original.

Todos esperábamos y sabíamos a ciencia cierta que sus iniciativas no iban a venir ser sufragadas por un adelgazamiento de su macro aparato gubernativo, estructural y publicitario que alberga a centenares de personajes inútiles, ineptos y paniaguados, aunque eso sí, más que bien pagados, escondidos en ministerios, asesorías y organismos oficiales, mientras España se desangra por sus cuatro costados y que cuando llegue el otoño veremos qué sucede con aquellos cientos o miles de empresas que no puedan afrontar sus pagos de los créditos ICO, que con  tanta alegría y desenfado se prestaron durante la pandemia y que ahora cumplen los plazos de pago y empiezan a vencer irremisiblemente y sin posibilidad de un nuevo aplazamiento que les alivie del mal trago y les permita recuperarse en algo, si es que lo pueden hacer de verdad.

No, sus iniciativas como era de esperar, esta vez deberían agradar a sus socios de coalición para mantenerlos unidos para el resto de legislatura y, por ello, venían de la mano de tres cosas fundamentalmente: nuevos impuestazos indiscriminados y sin datos reales para evaluar a las empresas energéticas y a los bancos (sorpresa o novedad esta última que costó más de 6.000 millones de euros a estos en el mismo momento de su anuncio); impuestos, que podemos asegurar que finalmente seremos los españoles de a pie los que, como siempre, tendremos  que pagar, de forma más o menos solapada, en subidas de gestiones y en comisiones que mañana mismo comenzarán a funcionar. Por otro lado, volcadas en dádivas que, por su naturaleza y alcance, no favorecen al conjunto de la sociedad y en desempolvar viejos planes (de la época de Gallardón el del PP en la Alcaldía de Madrid), en los que, a principios de los noventa, yo mismo jugué un papel de cierta importancia, siendo un joven comandante, al que se le encargó el acomodo y traslado a otros acuartelamientos de la mayoría de las unidades ubicadas allí. 

PHOTO/MONCLOA – Debate sobre el estado de la nación en el Congreso de los Diputados

Un plan, que todos los presidentes de la democracia, menos Rajoy, han esgrimido profusamente como una suculenta caña de azúcar y que nunca, ni en épocas de bonanza económica, han llegado a convertirse en nada real o formal.

En resumen y por no cansar, ha vuelto a vendernos una mercancía averiada, no basada en cálculos reales y a un plazo superior a dos años, con la que pretende sacar una cantidad suficiente para dar gratis (durante tres meses) los billetes en Cercanías y trenes regionales en medios del Estado y aumentar en cien euros la cuantía de las becas de los jóvenes, que ya disponen de ellas, pero que con la subida del coste de la vida no les llega ni para comer dignamente todos los días.

Está más que claro su guiño hacia Madrid para poder recuperar un espacio perdido; pero aún con todo, no es más que un intento falaz, porque volver a poner hoy sobre la mesa el empolvado y lleno de telarañas Plan Campamento, mucho más inviable en momentos de crisis en los que, a los grandes encarecimientos de la mano de obra y los materiales de construcción, se enfrenta a una iniciativa similar y de mayor envergadura en la parte norte (Chamartín) de la misma ciudad.

Y yo me pregunto si realmente Sánchez cree que, con estas escasas medidas, selectivas, incompletas y muy localizadas, que dejan a más del ochenta por ciento de la población nacional al margen de recibir un céntimo siquiera, se van a solventar los problemas enunciados y los aún peores temas a los que todos, irremisiblemente, nos vamos a enfrentar.

Desde luego que no; porque si está convencido de lo contrario, sería para quitarle su título de doctor en Economía, que jamás debió ostentar, y para mandarle a galeras por muchos años por prevaricador, abusos de poder y engaños reiterados a un pueblo que lo está pasando muy mal.   

Pero si vergonzosa es y fue su actitud, aún es mucho más reprochable la de sus conmilitones en el Parlamento que le aplaudieron hasta con las orejas, mientras y tras anunciaba y desgranaba unas infumables medidas, que dejan fuera a una inmensa mayoría de los españoles; que, ante la gravedad de la situación que afrontamos, obvian enfrentarse cara cara a los problemas reales; que son pasajeras e inútiles por improductivas y que, sin ningún lugar a dudas, aumentarán los costos de la energía y los gastos bancarios a todos los españoles, sin misericordia ni piedad; mientras que, por otro lado, no se obtendrá nada a cambio ni se reducirá parte o toda aquella grasa y despilfarro que tras tantos años de brindar con cava y mirar para otro lado nos sobra y nos pesa de verdad.

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