Opinión

El Frente Polisario enfrenta su crisis interna con salvas de fogueo

photo_camera Polisario

El Frente Polisario aborda en su 15.º Congreso que realiza en Tifariti, una pequeña localidad del Sáhara Occidental situada al exterior de los muros marroquíes, una profunda crisis interna de difícil solución. Frente a las voces críticas que existen dentro mismo del movimiento y en el exterior del mismo, y que consideran que sólo una revolución democrática interna y la jubilación de la “vieja guardia” que lleva 40 años copando todos los puestos civiles y militares en las estructuras de los campamentos de refugiados en Tinduf, pueden salvar al Polisario del colapso, la dirección que encarna el actual secretario general Brahim Ghali opta por la continuidad, por la reelección y el mantenimiento del ‘statu quo’. 

Son cada vez más numerosas las “filtraciones” hechas por los propios dirigentes del movimiento, sobre “la inminencia de la vuelta a las armas”, “la presión ejercida por numerosos cuadros para reiniciar la lucha armada”, “la inevitabilidad de la vuelta a los combates contra el ocupante”, “la opción militar vuelve a estar encima de la mesa”, etc. 

Se trata única y exclusivamente de salvas de fogueo, destinadas a engañar a los propios saharauis, a los miles de jóvenes que sueñan con huir de los campamentos y encontrar un futuro en otra parte, a los saharauis con familia en España y que quieren venir para instalarse definitivamente con o sin nacionalidad española, y también a la opinión internacional. No existe tal opción sobre la vuelta a las armas. El Frente Polisario no tiene la capacidad para decidir si reanuda o no los combates contra el Ejército marroquí. Son sólo fuegos artificiales, que desgraciadamente tienen eco en muchas redacciones de medios de comunicación, por otra  parte serios y profesionales en muchas otras cuestiones. 

La decisión sobre realizar alguna acción armada pequeña o grande contra los muros defensivos marroquíes, contra algunas guarniciones de las Fuerzas Armadas Reales, o en el interior del territorio de la excolonia española, la tiene exclusivamente el Ejército argelino. Sin el consentimiento del Estado Mayor argelino que dirige el general Ahmed Gaid Salah, no se puede efectuar ninguna acción seria y consecuente. Es cierto que el Ejército de Liberación Saharaui posee importantes depósitos de armas ligeras y de municiones, algunas en zulos hechos en el desierto, pero están controlados por los cuadros militares del Frente, que no pueden tomar ninguna iniciativa fuera de la supervisión argelina.

Argelia quiere evitar que una acción armada del Polisario desencadene la reacción del régimen de Rabat que podría recurrir legalmente al “derecho de persecución” y enfrentarse a la retaguardia de las milicias del Polisario cuyo cuartel general está en Tinduf. Argel cuenta con mantener el equilibrio regional y evitar cualquier provocación en las fronteras con Marruecos, porque eso le  obligaría a responder. 

En consecuencia, hablar de “la vuelta a las armas” es una superchería. El Polisario tampoco lo quiere, porque eso rompería el ‘statu quo’ del que se beneficia. Pero además, aunque quisiera, no podría hacerlo. Así las cosas, la única solución a la cuestión del Sahara, sigue siendo la negociación política.