El Gobierno Meloni pasa la confianza de las Cámaras y da inicio a la XIX Legislatura

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El Gobierno Meloni, número 68 de la historia de la República italiana y primero presidido por una mujer tras hasta 32 “premiers” todos hombres, ya es una realidad. El pasado viernes 21 el presidente Mattarella le confirió el “incarico” de formar gobierno y ese mismo día ella dio la lista de los componentes de este; el 22, juraron sus respectivos puestos; y, finalmente, entre el martes y miércoles pasado lograron la confianza de las Cámaras, que se daba por descontada porque la coalición de centroderecha dispone de una amplia “maggioranza” en las dos Cámaras que componen el Parlamento.

Comencemos por señalar que el conjunto de los nombramientos fue más o menos el esperado, al menos respecto a lo que se venía diciendo en los medios de comunicación. Meloni, a diferencia de Draghi (primer ministro “uscente” o saliente), decidió recuperar la figura del vicepresidente del Consejo de Ministros, y además por doble partida. Uno de los escogidos fue Antonio Tajani, de Forza Italia, a quien se le dio también la cartera de Asuntos Exteriores. El otro fue Matteo Salvini, líder de la Liga, quien también se haría cargo de un ministerio, en concreto el de Infraestructuras. A partir de ahí, la designación que más llamó la atención fue la del titular de Economía y Finanzas: ante la realidad de que los dos mejores economistas del momento que en este momento se encuentran en la vida pública no querían esta cartera (nos referimos a Fabio Panetta, miembro del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), y a Daniele Franco, titular de Economía y Finanzas en el Gobierno Draghi), Meloni no tuvo más remedio que recurrir a Giancarlo Giorgetti, número “dos” de la Liga, parlamentario desde 1996 y ministro de Desarrollo Económico en el Gobierno Draghi.

Giorgetti es un hombre con una preparación muy pero que muy justa para un ministerio tan importante. Cierto es que estudió en la prestigiosa Universidad Bocconi, donde se forma la élite económica y empresarial del país, pero es igualmente cierto que se trata de un político y no de un economista: no es ni un Monti, ni un Saccomani, ni un Padoan, ni un Tria y, sobre todo, sus conocimientos sobre el mundo económico y financieros son muy inferiores a los de Mario Draghi y a los de Daniele Franco. Lo que deja claro que, en la práctica, Giorgetti va a estar en permanente contacto con Draghi (ahora libre de todo “incarico”) y de Franco (seguramente sucesor, en unos meses, del actual gobernador del Banco de Italia, Ignazio Visco), y además tiene la “hoja de ruta a seguir”: el PNRR que Draghi presentó a la Unión Europea en marzo de 2021 donde se contenían todas las reformas a realizar en el septenio 2021-27 y por el que la economía transalpina recibiría una cantidad que ronda los 385.000 millones de euros.

En realidad, Meloni sí contaba con un economista dentro de sus parlamentarios para dirigir Economía y Finanzas, que no es otro que Tremonti, al frente de esta cartera hasta noviembre de 2011, pero seguramente fue vetado por Silvio Berlusconi y, además, no debe ser del agrado de las autoridades comunitarias, ya que siendo él por aquel entonces el ministro de Economía y Finanzas, el Gobierno transalpino fue intervenido y se hubo de designar un nuevo Ejecutivo (16 de noviembre de 2011) encabezado el excomisario europeo y en ese momento rector precisamente de la Universidad Bocconi Mario Monti.

Fuera de estos tres nombramientos, y como era esperable, la mayor parte de los ministros salieron del partido más votado en las elecciones (Hermanos de Italia). Destacar a Croseto en Defensa, cofundador del partido de Meloni, hombre de fuerte carácter y quien debe ser clave en la continuidad de la política europea y de apoyo a la alianza atlántica; y a Fito, “mano derecha” de Meloni en la región de Puglia, quien será otro de los hombres “fuertes” en el nuevo Gobierno, porque es, junto con Tajani, el que más contactos e influencia tiene en ambientes comunitarios.

En un Ejecutivo que ha contado con un importante número de independientes y, en cambio, pocas mujeres (solo 6 de 24), hay que destacar de manera muy sustancial la contundencia con la que se ha mostrado Meloni respecto a la cartera que más interesaba al ex primer ministro Berlusconi, que no era otra que Justicia. Primero dijo “no” a Licia Ronzulli, una política “fedelissima” del ex “premier”, y luego volvió a repetir ese “no cuando le propusieron como alternativa a la ya expresidenta del Senado, María Elisabetta Alberti Caselati, que fue en su momento subsecretaria de Justicia con “Il Cavaliere” de primer ministro y que además llegó a formar parte del Consejo Superior de la Magistratura. Y es que no debe olvidarse que la persona que más tiempo ha estado al frente del Consejo de Ministros (nos referimos, claro está, a Silvio Berlusconi), con más de 3.500 días siendo “premier” en cuatro Gobiernos diferentes, tenía mucho interés en controlar Justicia porque aún tiene un juicio pendiente, relacionado con la supuesta trama de sobornos a los participantes en sus célebres fiestas de 2010 en Villa Arcore, su residencia particular. Y es que “Il Cavaliere”, a sus 86 años y con dos operaciones a corazón abierto a sus espaldas (una en 2006 y la otra en 2016), quiere evitar una segunda expulsión del Senado, después de sufrir la del 27 de noviembre de 2013 en virtud de dos elementos: la sentencia definitiva del “Caso Mondadori” y la aplicación de la “Ley Severino”.

La llamada “Ley Severino” fue aprobada en tiempos del Gobierno Monti por la entonces ministra de Justicia, Paola Severino, y supone que, aplicada esta, toda persona que ostente un puesto público y haya sido condenada en casación no puede continuar en ese puesto. Así que para el político y empresario lombardo sería muy duro volver a ser expulsado del Senado, de ahí que quisiera poner a alguien de su confianza en Justicia para derogar la “Ley Severino”, lo que sí hubiera podido hacer con Ronzulli o Casellati. Pero, más allá de que Meloni no piensa entrar en “trágalas” (así se puso de manifiesto con el nombramiento de Ignazio La Russa como presidente del Senado), para la política romana si había un ministerio donde tenía un nombre inamovible era precisamente Justicia. Y ese nombre no era otro que el del magistrado de la corriente conservadora Nordio, célebre por su manera de combatir abiertamente tanto a las “Brigadas Rojas” como a la Mafia, y que ahora, a sus 75 años, mantenía desde hacía meses una relación muy estrecha con la ya nueva “premier”. No olvidemos que, con motivo de la elección presidencial del pasado mes de enero, su candidato fue precisamente Nordio, pero no tenía los votos suficientes para sacar adelante la candidatura frente a un Sergio Mattarella que aceptó un segundo mandato consecutivo y que se llevó nada más y nada menos que 759 votos, quedando muy cerca de la “plusmarca” del presidente más votado de la historia republicana (el socialista Sandro Pertini, que logró 813 sufragios en 1978).

En realidad, lo que se ha podido comprobar con el Gobierno Meloni es que, más que un gobierno que se sostiene gracias a una coalición de centroderecha, la política romana se ha dado cuenta de que sus verdaderos apoyos no son ni el líder de Forza Italia (más pendiente de sus temas judiciales) ni el líder de la Liga (que está ante su última ocasión de ser presidente del Consejo de Ministros, para lo cual le pondrá la zancadilla a Meloni en cuanto pueda), sino los dos hombres de más prestigio del país. Uno es el presidente de la República, Sergio Mattarella, hijo y hermano de políticos democratacristianos, varias veces ministro, una vez viceprimer ministro e incluso miembro del Consejo Superior de la Magistratura entre 2010 y 2014. Mattarella, que es muy apreciado por la población transalpina tras haber sido capaz de forjar hasta tres “maggioranzas” diferentes en la XVIII Legislatura, y que se impone con enorme contundencia a la clase política porque para eso goza de importantes poderes (como encargar formar gobierno, vetar ministros o anticipar elecciones si así lo considera), le dejó claro que Meloni en el “coloquio” que mantuvieron en El Quirinal el pasado día 21 que le iba a dar todo su apoyo si abandonaba el euroescepticismo y comenzaba a caminar hacia el europeísmo. De ahí que Meloni saliera del “coloquio” no sólo con el “incarico” de formar gobierno, sino, frente a lo que sucede normalmente, afirmando que aceptaba “sin reservas” dicho “incarico” y dando la lista completa de ministros.

El otro hombre que apoyará a Meloni sobre la misma condición (transitar hacia el europeísmo) no es otro que Mario Draghi, quien conserva todo su prestigio y ascendiente sobre las instituciones comunitarias y que piensa seguir en activo, aunque sin un puesto oficial. Y la mejor prueba de ello es que, siendo ya primer ministro en funciones, se ha “pegado” literalmente con el resto de los líderes europeos (sobre todo con los alemanes, partidarios de políticas nacionalistas como subvencionar la energía con fondos propios, lo que no gustó nada al economista y financiero romano), y así piensa seguir hasta que un día, seguramente, Mattarella dimita por motivos de edad y le sustituya al frente de la Jefatura del Estado.

A partir de aquí, y con unos Presupuestos Generales del Estado bien encaminados y realizados entre Draghi, Franco y Meloni, toca afrontar meses extraordinariamente difíciles por la subida del coste de la vida. La dependencia energética que afecta al resto de la Unión Europea resulta particularmente dañina para la tercera economía de la eurozona, debido a su importantísimo aparato industrial, que requiere de un fuerte consumo energético. Y además con una guerra ente Ucrania y Rusia que no parece tener fin. Todo ello sin olvidar que el país que se encuentra fuertemente endeudado (152% de deuda sobre PIB nacional, solo superado por Grecia), con un crecimiento a la baja (del 6,6% de 2021 se pasará al -0,7% en 2023, según el Fondo Monetario Internacional), y con el reto de afrontar definitivamente la brecha entre la parte más septentrional del país (rica e industrializada) y la meridional (pobre, despoblada y con una industria cada vez más anquilosada). Veremos qué es capaz de hacer esta joven (45 años) política romana en su primer Gobierno con la única ventaja de que cuenta con una muy amplia “maggioranza” parlamentaria.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Nebrija y autor del libro “Historia de la Italia republicana” (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).

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