Opinión

El Movimiento Cinco Estrellas sigue desangrándose en guerras internas

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Esta semana se ha consumado algo que se venía barruntando desde hacía tiempo: Luigi Di Maio, líder del Movimiento Cinco Estrellas entre finales de 2017 y comienzos de 2020; VicePrimer Ministro en el llamado “gobierno del cambio” (2018-19); y actual titular de Asuntos Exteriores, se ha marchado del partido que le vio “nacer” políticamente para crear, de momento, su propio grupo parlamentario, llamado “Insieme por Italia”. Con él se han ido medio centenar de diputados y diez senadores, con lo que Cinco Estrellas, aunque sigue siendo el grupo mayoritario en el Senado, ha pasado a ser la cuarta fuerza política en la cámara baja tras la Liga, Forza Italia y Partido Democrático (PD). A pesar de ello, de momento Draghi no le ha obligado a dimitir como Ministro de Asuntos Exteriores, aunque hay que esperar acontecimientos más allá de que a Draghi le preocupan bastante más otros temas, como la recesión que se avecina.

Lo que sí ha podido conocerse cuando la marcha de estos parlamentarios se hizo efectiva es que se equivocaban aquellos que decían que esta salida del partido se debía al hecho de que estatutariamente no podían estar en el Parlamento más de dos legislaturas consecutivas: salvo el mismo Di Maio (que ya fue Vicepresidente de la cámara baja entre 2013 y 2018) y unos cinco más, el resto van solo por su primera legislatura, con lo que no iban a quedarse fuera por una cuestión estatutaria, ya que podían intentar revalidar escaño. Otra cosa es que realmente tuvieran posibilidades de seguir en el Parlamento dado lo hundido que se encuentra el partido.

En realidad, lo que se ha producido es el enésimo conflicto de liderazgo dentro de una formación que hace años que no es más que pura descomposición: aunque Di Maio renunció voluntariamente, el 22 de enero de 2020, a seguir siendo el líder del Movimiento Cinco Estrellas, eran no pocos los que le seguían considerando el auténtico hombre de referencia de la formación. Además, como le sucedió a Matteo Renzi cuando dejó el PD en septiembre de 2019, con Di Maio se han ido, en esencia, los parlamentarios que entraron de su mano en las elecciones de marzo de 2018. Pero, eso sí, más allá de Di Maio, sólo hay dos figuras relevantes en el nuevo grupo: Vincenzo Spadafora, Ministro de Deportes, y Pier Paolo Sileri, Viceministro de Sanidad. Sileri es particularmente conocido por la opinión pública porque, cuando comenzó todo lo relacionado con el “coronavirus”, él, en su condición de médico, fue la cara visible del ministerio, ya que el titular del ramo, Roberto Speranza, es licenciado en Ciencias Políticas y poco o nada sabe de temas sanitarios.

Así, la mayor parte de figuras conocidas del Movimiento Cinco Estrellas, como quien fuera Ministro de Justicia (Alfonso Bonafede) o el extitular de Infraestructuras y Transportes (Danilo Toninelli), así como otros (Fraccaro, Fico, D´Inca) han decidido quedarse dentro del partido, que en este momento se mueve en sus peores cifras de intención de voto (entre el 11 y el 12%, lo que contrasta con el 32.6% que recibió en marzo de 2018), y que, con la marcha de Di Maio, perderá aún más intención de voto. Algunos piensan, no sin razón (entre ellos el Senador por Toscana y ex”premier” Renzi), que Cinco Estrellas ni siquiera llegará a presentarse a las siguientes elecciones: no al menos bajo esas siglas.

¿Qué ha llevado a Di Maio a tomar esta decisión? Según él, el hecho de que la dirección de su partido no hiciera más que “enmendar la plana” a Draghi en lo relacionado con el envío de armamento al Ejército ucraniano (y, en suma, aumentar el gasto militar) cuando su partido forma parte de la “maggioranza” que sostiene al Gobierno Draghi desde que este naciera allá por mediados de febrero de 2021. Y no le falta razón a Di Maio en esto, aunque Cinco Estrellas no es el único partido que no sigue fielmente las directrices del Primer Ministro. Recordemos, por ejemplo, que en la reforma de la Justicia, el PD, también miembro de la “maggioranza”, pidió el “no” a la Ley Cartabia (que, aún así, salió adelante), y que igualmente la Italia Viva de Renzi se abstuvo (en lugar de votar “sí”, que era lo que debía hacer como miembro de la citada “maggioranza”) en la votación final que tuvo lugar en el Senado y que supuso la conversión en ley de la reforma de la Justicia propugnada por el Gobierno Draghi.

Pero tampoco hay que engañarse con las intenciones reales de Di Maio. A pesar de haber nacido a mediados de los ochenta (cuando el país, de la mano de Bettino Craxi, vivía un auténtico apogeo económico), y oriundo de una localidad de la zona meridional del país (Avellino, en Campania), Di Maio no estudió ninguna carrera universitaria (otro de la “escuela” de Salvini, por cierto). A pesar de ello, con tan solo 26 años (casi 27, porque los cumple el 6 de julio), ya era no sólo diputado, sino, como hemos dicho, vicepresidente de cámara parlamentaria. A partir de ahí, logró revalidar escaño, convertirse en el líder de su partido, ser VicePrimer Ministro al tiempo que compaginaba esto con la titularidad de dos carteras ministeriales (una de ellas, Trabajo, por increíble que pueda parecer) y, finalmente, pasar a la cartera de Asuntos Exteriores en dos gobiernos distintos a pesar de que es célebre su completo desconocimiento de los asuntos internacionales y más aún de la Geografía más básica.

¿Cuál es el dilema al que se enfrenta ahora Di Maio? Verse con casi 37 años fuera de la política, que le ha dado enorme popularidad e incluso le ha concedido la posibilidad de encontrar trabajar a un buen número de sus conciudadanos de Avellino, además de mejorar muy sustancialmente sus ingresos personales. Y, con ese bagaje profesional sencillamente inexistente porque no ha hecho prácticamente nada fuera de la política, no parece plausible que ninguna empresa privada le ofrezca algo donde le paguen siquiera una décima parte de lo que gana actualmente. Y es que Di Maio ha descubierto que la política es una forma única de ganarse la vida teniendo un nivel bajísimo de cualificación, que es lo que le distingue a él (y a tantos otros). Y, de seguir en Cinco Estrellas, no hubiera sido posible continuar como parlamentario porque lleva ya dos legislaturas seguidas como diputado. Ahora, fuera del partido, recuperará protagonismo y hasta puede intentar seguir en el Parlamento, porque ya nadie le podrá impedir presentarse a las siguientes elecciones.

La marcha de alguien tan relevante dentro de Cinco Estrellas como es Di Maio pone por enésima vez de manifiesto el auténtico fiasco que ha constituido para la política transalpina este partido, que además ha heredado todos los vicios de los que se suele acusar a los políticos: pactar con quien haga falta con tal de mantenerse en el poder; convertir la política en una manera de vivir; realizar auténticos “pucherazos” con los  votos de la militancia para que les llevara al lugar al que querían llegar (hablamos de la defenestrada plataforma de Casaleggio hijo, al que ya en su momento se liquidaron dentro del partido); ir de cartera ministerial en cartera ministerial a pesar de no tener el más mínimo conocimiento de lo que se debe realizar; y, lo que es peor, olvidar que en un sistema de listas cerradas como el italiano o el español, el escaño no le pertenece al parlamentario, sino al partido por el que se ha presentado.

Así que, si Di Maio discrepaba de la línea oficial de su formación, lo consecuente debía haber sido dejar el escaño, dimitir como ministro y abandonar la política. Lo que es mucho pedir para alguien que, como tantos otros, ha descubierto en la política una forma particular gratificante de poder vivir y recibir los ingresos necesarios para aquello que le resulte conveniente y necesario. ¿Dónde quedó el Di Maio que criticó despiadadamente a Matteo Renzi cuando este hacía lo que hacía como Primer Ministro? Él seguramente ya no lo recuerda, y ciertamente por la cuenta que le trae.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro Historia de la Italia republicana, 1946-2021 (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).