El mundo real de Matrix

Congress of Deputies

A poco menos de un mes de la celebración de la cumbre de la OTAN en Madrid, los días 29 y 30 de junio, el Gobierno ha querido zanjar rápidamente la cuestión del espionaje telefónico con el cese de la directora del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Paz Esteban, supuestamente por fallos de seguridad. 

Sin embargo, quedan muchos cabos sin atar y la premura en solucionar un embolado para contentar a los socios gubernamentales de ERC y al presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, ha dado como resultado lo de siempre: que la opinión pública nos quedemos sin saber la verdad de los hechos. 

El modus operandi del Gobierno no ha sido ejemplarizante ni modélico ni transparente y tampoco tranquilizador. Quien haya aconsejado al presidente Pedro Sánchez para que solucione esta cuestión lo antes posible, ha olvidado recordarle que las formas siempre son importantes porque ni es el primer mandatario cuya terminal telefónica ha sido espiada ni lo será, que no todos reaccionan como él y que es fundamental respetar unas normas mínimas de seguridad. Pero también debemos saber cómo utilizar los terminales telefónicos y ser precavidos; los periodistas somos muy conscientes de ello cuando hacemos entrevistas ‘off the record’, viajamos a zonas en conflicto o no queremos ser geolocalizados.

Para la destitución de Paz Esteban, el argumento se ha basado en unos informes sobre ciberseguridad realizados por el Centro Criptológico Nacional (CCN), que depende del CNI, que revelan el hallazgo del malware Pegasus en los terminales atacados, entre ellos, del presidente del Gobierno, varios ministros y dirigentes en Cataluña. 

Esto es el mundo real y no Matrix. Que haya salido ahora a la luz es lo importante; el ‘momentum’. El resto ya se sabía. Sobran las explicaciones. 

Conviene recordar que para jugar en la primera división de la política internacional y querer que cuenten contigo hay que saber hacerlo. Salimos de una y entramos en otra. No somos exportadores de fiables o confiables, una mala traducción del inglés, y eso, en política internacional, es muy peligroso por no hablar de en la economía, a pesar del potencial que tenemos. 

Por el malware Pegasus u otros sistemas muy similares, fueron hackeados los terminales telefónicos de Angela Merkel, Emannuel Macron, Hillary Clinton, Boris Johnson, el ex primer ministro belga y actual presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el ex primer ministro paquistaní Imran Khan, el presidente de Irak, Barham Salih, o el monarca de Marruecos, Mohamed VI, y una larga lista que no vamos a reproducir aquí. 

Desde hace décadas, los servicios de inteligencia lo hacen. En 2014, Barack Obama llegó a decir que mientras él fuera presidente, el teléfono de Merkel no volvería a ser espiado y esto sucedió después de que la Fiscalía General alemana reuniese pruebas para abrir una causa penal para establecer responsabilidades en el espionaje del teléfono móvil de la canciller. Es decir, Alemania pilló in fraganti a la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés) por los espionajes revelados por el analista que trabajó en la Agencia y que hizo públicos The Guardian y The Washington Post.

Obama ni siquiera se excusó, más bien destacó la labor de los servicios secretos de su país porque recopilan datos y “por definición, tienen la tarea de averiguar lo que la gente está planificando, lo que pasa en sus mentes, sus objetivos. Eso apoya nuestras metas diplomáticas y políticas”. Así de claro explicó el trabajo de la NSA delante de la propia Merkel en una rueda de prensa en 2014 zanjando el tema.

En España, se piden cabezas. Esta vez, la de Paz Esteban. Caen la de funcionarios leales, no tanto la de políticos a los que les cuesta dimitir pese a haber razones más que suficientes.

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