Opinión

El Tánger del hoy

photo_camera Tanger

Nacer en una ciudad como Tánger no es fácil, mucho menos crecer en ella y sentirte de ella; alberga sentimientos y sensaciones contradictorios, digamos que parecidos al carácter que compone a sus personas. Pasar de una medina antigua y plenamente merecida en su definición a una modernidad insultante en cuestión de metros es, como poco, desconcertante, pero también lo es, a nivel íntimo, para identificarnos como tangerinos. ¿Qué somos o, mejor dicho, quiénes han dejado que seamos tangerinos?

Mi humilde opinión viene tras una larga y meditada reflexión que, si bien está llena de ternura, también lo está de recelo; no se trata de una reflexión autoimpuesta, sino de un paréntesis reflexivo necesario que me ha dado la vida tras 4 años lejos de mi ciudad. 

Hay una parte irremediable de todos los tangerinos que nos liga a toda su historia pasada, como si esta fuese una ciudad de humo y cortinas que se disipan dependiendo de quién mire. 

No soy capaz de pensar en Tánger sin que mi memoria recree ficticiamente unos escenarios internacionales que ni siquiera he vivido, de los que simplemente me han contado, sobre los que he leído, por cuyas calles volveré a caminar. Aquel Tánger internacional, que ya no es por más que queramos, pero que fue, y quizás no hemos acabado jamás de dejar que se fuese en paz, con la suficiente memoria para saber que es un pasado excepcional pero que sin embargo no siempre “los tiempos de antes fueron mejores”. 

Por eso, aún a sabiendas del inmenso bagaje cultural e intelectual que implicó la estancia de Matisse en un hotel, Paul Bowles y sus mil aventuras, Virginia Woolf, y demás personajes, siento la profunda rabia de que ellos sigan ocupando las portadas de mi ciudad, los nombres de sus nuevos lugares culturales, perpetuando así una ciudad internacional ficticia que fue gobernada en su momento por 10 países y que hoy, sin embargo, es una ciudad marroquí y pertenece a Marruecos. 

¿La memoria colonial es importante? Por supuesto, pero nunca es justa. No lo es con quienes nacieron siendo marroquíes en un protectorado y en un estatuto de ciudad en la que la igualdad brillaba por su ausencia, en la que Tánger era más ciudad de extranjeros que de sus mismos nativos. La memoria colonial de mi Tánger no es justa, porque sé más de Virginia y de Jane, que de Aisha o de Fatima, o si no son Virginia y Jane las que hablan de Aisha o de Fatima, y ellas también forman parte de ese Tánger internacional del que no solo son personajes secundarios, sino que están borrados de su propia historia. No fue su momento, aunque fue su casa el escenario de la película, del libro, de la historia, de la anécdota. 

La memoria colonial de Tánger no es justa, no nos habla de la realidad que suponía que dos personas de diferentes orígenes, religiones o clases sociales pudiesen enamorarse. No nos habla del clasismo educativo que se instauró y diferenciaba a los hijos de los más integrados en el protectorado de los “menos”. No nos habla del racismo que luego desencadenó serios complejos sociales en la sociedad nativa entre más blancos y menos blancos.

No sabemos al detalle qué implicó una colonización tan multicultural y por lo tanto multiimposicional, ni qué quedo grabado en la sociedad de todo aquello, solo seguimos viendo obras, cuadros, y libros que son ese sueño de cannabis, sexo y teléfono rojo que acabó convirtiéndose en la frase de la ciudad. Muchas fiestas insultantemente caras, muchas caras conocidas con pasados temibles en su mayoría.

Nadie nos pregunta a los que vivimos el Tánger 4 generaciones más tarde cual fue la historia de nuestros abuelos, porque estos tenían nombres y apellidos nativos. Se nos ha borrado la identidad de nuestra memoria en un obligado esfuerzo a presumir de una historia que no es la de nuestra ciudad, sino de la élite extranjera de esta. Se nos ha obligado a creer en el mito eterno de las maravillas, tanto que no logramos entender porque nos resultaba tan incómodo a muchos vivir esa “no internacionalización de Tánger”.

Al Tánger Internacional no solo se llegaba a sus costas por una luz maravillosa, sino que era una laguna legal, caldo de cultivo de todo fugitivo o forma de libertinaje. Y esa es también parte de nuestra historia. 

Necesitamos, desde mi postura, reinventar el Tánger que hoy necesitamos los que seguimos vivos y que, por qué no, puede ser el Tánger del presente; su islamización, su desigualdad social y sus problemas el foco del cambio, de las portadas, de los libros, no son tan atrayentes como el nuevo paseo marítimo, el Hilton o sus múltiples franquicias para ricos. Sin embargo, ese es el Tánger al que nos debemos ahora, es el único que podemos juzgar, trabajar, analizar, recrear, inventar y valorar.

El Tánger de hoy en día también tiene actores, actrices, pintoras, pintores, escritores, escritoras, jóvenes y adultos profesionales con un trabajo maravilloso que exponer al mundo, personas llenas de luz, ganas y ambición, que no son Bowles, ni Woolf, ni Capote, y menos mal, pero son artista, y  hoy por hoy deben ser Sara, Amin, Mohammed o Salma. Ellos también son Tánger, ellos, son el Tánger del hoy.

Enlaces a consultar : http://onorient.com/think-tanger-repenser-la-ville-par-le-prisme-de-lart-et-de-la-culture-21741-20171009