Opinión

El triunfo del pensamiento de Xi Jinping

Antonio R. Rubio Plo. Analista de Política Internacional/The Diplomat

En el XIX Congreso del Partido Comunista Chino se ha hablado de “una nueva era” para el socialismo con características chinas, y que es la fundamentada en el pensamiento Xi. La calificación de pensamiento sitúa al presidente chino por encima de Deng Xiaoping, el padre de la economía socialista de mercado, pues sus ideas solo han merecido en los documentos oficiales del partido la denominación de teoría. En contraste, las ideas de Xi Jinping, que ahora son pensamiento, sitúan al líder a la altura de las de Marx, Lenin y Mao como guía para la acción.

Se diría que los actuales gobernantes chinos se están distanciando un tanto del legado de Deng Xiaoping. Deng representó para sus compatriotas la prosperidad, el enriquecimiento rápido para salir de un prolongado subdesarrollo, pero pareció descuidar un aspecto esencial en el mundo de hoy: la protección del medio ambiente. Con Deng y sus sucesores la impresión general es que China buscaba el desarrollo a toda costa. En contraste, el pensamiento Xi habla de un crecimiento económico equilibrado, tanto en lo que se refiere a la dimensión ecológica como en el desarrollo del oeste y centro del país, pues en la década de 1980 el énfasis en el crecimiento se puso en la zona este de China. Otro aspecto de la época de Deng que se pretendería corregir es el de una economía que elabora productos de bajo coste y destinados a la exportación. Sin dejar de lado de esto, Xi Jinping apuesta por una China caracterizada por la innovación industrial. No bastaría con que el país llegara a ser la primera potencia económica mundial si no es al mismo tiempo una gran potencia industrial y tecnológica.

El pensamiento Xi contiene numerosas referencias al imperio de la ley, pero este término no significa lo mismo que en Occidente, donde sería un sinónimo de Estado de Derecho, un rasgo que acompaña a todo verdadero sistema democrático. No se puede desligar del concepto chino de imperio de la ley el papel dirigente del PCCh. El partido sirve para reforzar el ordenamiento jurídico chino. En consecuencia, desafiar la autoridad del partido es apostar por la inseguridad y la arbitrariedad. Si la arbitrariedad y la corrupción van frecuentemente unidas, en la percepción del pueblo chino, el partido se presenta como el único capacitado para implantar el orden y la estabilidad.

 Xi Jinping apuesta por una China caracterizada por la innovación industrial

Respecto a la política exterior, Xi Jinping pretendería apartarse de otro de los aspectos del legado de Deng Xiaoping: la diplomacia china debería tener un perfil bajo y ocultar sus verdaderas intenciones. Hasta hace poco se hablaba de ascenso pacífico, pero ahora Xi se está refiriendo al “sueño chino”. El presidente quiere que China tenga un papel más importante como “constructora de la paz global” y “protectora del orden internacional”. El líder chino está persuadido de que su país no puede conformarse con ser un gigante económico, con la imagen de que vela exclusiva y rudamente por sus intereses. Necesita tener un mayor papel en los asuntos mundiales, lo que es propio de una potencia que persigue desbancar progresivamente a Estados Unidos. Históricamente China fue una gran potencia asiática, el Imperio del Medio con toda una constelación de estados vasallos, pero ahora habría llegado el momento de alcanzar el máximo protagonismo mundial.

El pensamiento Xi está marcado además por sucesivos centenarios de gran trascendencia histórica y política. Los dos más cercanos se celebrarán en 2019 y en 2021, y corresponden respectivamente a las manifestaciones de los estudiantes chinos contra el tratado de Versalles, discriminatorio para su país, y a la fundación del PCCh. Simbolizan dos hitos históricos que marcarían el renacimiento de China, tras décadas de sometimiento a las potencias extranjeras. El comunismo chino y el nacionalismo siempre han ido de la mano. Con todo, el centenario más importante es el del establecimiento de la República Popular China en 1949.  A mediados del siglo XXI, China culminaría sus principales objetivos tras el triunfo del maoísmo. El pensamiento Xi, de un socialismo moderno y de características chinas, sería el instrumento para llegar a esta meta, que supuestamente cambiaría la historia de China y del mundo. En este contexto, Xi Jinping se ha convertido en un líder que aspira a tener un protagonismo semejante al de Mao, pero no como un dirigente revolucionario sino como un estadista indispensable en el escenario mundial.