Opinión

Elecciones en Estados Unidos y España

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Me parece poco acertada la posición que se adopta en España frente a las elecciones en Estados Unidos. Porque creo que es el deseo y un análisis desde una perspectiva eurocéntrica lo que guía la opinión de los observadores, analistas políticos, medios de comunicación y ciudadanía en general. Es el deseo de que gane el candidato demócrata, que se asocia a progresista, y de que un personaje controvertido y “conservador” como Trump no continúe al frente de la gran potencia. Da la sensación de que no se conoce bien quiénes son los estadounidenses, cómo votan, qué piensan, qué creen, qué tradición política tienen, cómo, entendiendo la mecánica del sistema, se ignora su razón de ser. De ser así, no de otra manera, su génesis y cómo se constituyó un “Estado-nación” que fue un experimento democrático incierto y que ha llegado hasta hoy, y funciona, con sus virtudes y defectos. 

Se puede pensar que Donald Trump es un personaje poco amigable, que su política es “egoísta” y poco empática con Europa y el resto del mundo. Que es, lo que se quiera decir de él, pero es, y eso es innegable, un típico producto de la sociedad americana. Un representante del capitalismo liberal más duro, próximo incluso al “libertarianismo”, al “anarco-capitalismo”, si se quiere, y al “Tea Party” bostoniano. Representantes de un concepto de sociedad liberal llevado a su máxima expresión, y encarnado en un presidente que se asocia en Europa al populismo, pero que solo tiene algunos rasgos del mismo, porque no son concepciones políticas equiparables.

Los republicanos tienen muchas caras políticas, no son solo conservadores. Creen representar una tradición de lo que debería ser Estados Unidos por mandato de los padres de la patria, de sus esencias y de las razones por las que se constituyó como una unión de estados libres, que conservaban sus derechos. El individualismo y libertad de la persona a ultranza, el Estado no intervencionista y lo más reducido posible, el mercado como forma de intercambio de bienes y reparto de la riqueza, sus características étnicas, políticas y religiosas, el amplio autogobierno de los Estados y sus legislaciones particulares, la libertad inviolable, el derecho a la propiedad privada y su defensa mediante las armas si es necesario, la democracia pionera y una larga lista de características y tradiciones propias del liberalismo esencial. Y que entre todos lograron acomodar, bajo la forma de un Estado con forma de República Federal presidencialista, y, de la cual, los republicanos se consideran defensores y depositarios. 

Que sea su interpretación de la Constitución y la historia cierta o falsa, entra ya en el terreno de la opinión. Pero está en el ser de muchos norteamericanos esta forma de pensar, inconcebible para muchos ciudadanos de la vieja Europa.

Por ese motivo y porque nos afecta, indudablemente, su política exterior, sus alianzas con España en particular, con Europa y la OTAN, tenemos una opinión sobre lo que nos gustaría que ocurriera con el resultado de las elecciones. Y con un presidente, Trump, que resulta tosco y poco cercano, así como con un país que, a pesar de no haber pisado la mayoría de nosotros, influye tan determinantemente en lo que ocurre en el mundo. 

Pero a pesar de ser difícil tomar distancia sobre las elecciones, es necesario tener en cuenta el poco atractivo del candidato demócrata, Joe Biden, representante para muchos del poder establecido en Washington, su falta de carisma, su edad, la sombra de Obama, además de otros factores. Mientras que Trump se ofrece como próximo al pueblo y la América profunda, trabajadora y religiosa, e incluso inmigrante como en Florida, aunque lo sea sobre todo para los blancos. Es difícil también, y hay que analizar la lenta pérdida de poder por parte de EEUU en el concierto económico mundial/global, que ha dañado su economía industrial estructuralmente, con pocas posibilidades de retomar el liderazgo absoluto que detentó. Entre otras cosas, por la oposición de potencias emergentes como China, India, Rusia en reconstrucción y una Europa que, por voluntad propia o no, cada vez resulta menos dependiente políticamente del amigo americano.

Es por tanto un análisis largo y riguroso el que deberíamos hacer de las elecciones, sin sesgos, sin prejuicios, y con la mente lo más abierta posible. No una declaración implícita de deseos, legítimos, pero escasos de certezas en muchos casos. Sin mezclar nuestras creencias y tradiciones políticas a la hora de juzgar la situación. Sin pensar en lo que nosotros votaríamos o haríamos en iguales circunstancias, pues nada tiene que ver una tradición política con la otra, ni el sistema político, ni casi nada. Salvo que vivimos en un mundo interconectado globalmente y que por ello, nos apropiamos de algo que no es parte de nuestra cultura ni cívica, ni política, ni social. Aunque si sea un país muy próximo e influyente en nuestro devenir. 

Por tanto, entiendo, que hay que dejar de lado nuestra opinión y deseos así como la influencia que esta genera, y observar con frialdad y objetividad los hechos y las realidades subyacentes. Y de este modo analizar lo que sucede como lo que somos, extranjeros no votantes. Y al margen de nuestras simpatías o antipatías, tratar de descifrar las claves de un país tan influyente y poderoso con los ojos abiertos, no con las claves políticas españolas y europeas que son escasamente aplicables a los EEUU. Por tanto, no seamos tendenciosos, seamos espectadores atentos y bien informados, si esto es posible.